Capítulo 13

10 2 1
                                    

Jon escuchó los gritos, también el disparo. Así que se dio prisa en dirigirse hasta la sala de pruebas. Se olvidó de decidirse cuánta cantidad de café quería para su café de máquina y atravesó la puerta con el corazón en un puño.

«No, no, no, por favor, no. Ella no», es lo único que se repetía en cada paso.

Maia se lo había mencionado anoche, así que no se sorprendió al cruzarse con su madre en el pasillo principal de la planta. Pero tampoco se detuvo a saludarla. Ahora mismo, Jon necesitaba cerciorarse de que Maia estaba bien.

De que no había cometido una locura.

Aunque ella dijera lo contrarío, todavía había tiempo de echar la toalla, de regresar a Bilbao y a sus vidas de antes.

Cuando llegó, observó la escena impávido. Había llegado tarde. Trató de abrirse paso hasta el tanque de agua, pero se desplomó. No la vio allí, pero enseguida comprendió lo que había ocurrido. Cuando las rodillas le tocaron el suelo, pasó los ojos por los agentes Max y Jessica. Después, buscó al doctor.

Apretó los puños.

Finalmente, tenía razón. Le había advertido a Maia de lo peligroso que era todo aquello, de todas las veces que pudieron haberse largado de allí y buscar por su cuenta esas respuestas de su pasado que tanto necesitaba su novia. Quizá no se bastaran por sí solos, pero esta no era la ayuda que necesitaban.

Pues ella ya no estaba. Se había marchado. La habían hecho marcharse. Sin embargo, lo peor era que no sabía cuándo la volvería a ver, rodearla con los brazos y abrazarla hasta que todo volviera a ser como antes.

Lo peor era que no sabía si la volvería a ver.

---------------------

---------------------

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El otro ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora