Primera Parte: 1- Antonio

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Tal vez fuera una coincidencia pero gracias a su don, Antonio, fue de los primeros en acercarse al tío Bruno una vez que se reconstruyo la casita, un tío que no pudo dejar su vicio de crear novelas e historias junto a los roedores que hicieron más afable su vida entre muros.

A Bruno le costaba olvidar esos pasillos entre las paredes así como a los roedores y le resultaba inevitable regresar a esa habitación, detrás del cuadro, para ver uno de sus programas. El más pequeño de sus sobrinos comenzó ayudando a coordinar de mejor manera las funciones de los roedores, al fin y al cabo él podía entenderles mejor que nadie. 

Aún sentía la incomodidad de Bruno en su presencia, era un hombre que no estaba acostumbrado a relacionarse con él y para colmo los roedores decidieron contarle a Antonio cosas que ni su mismo tío sabía que sabían.

Bruno no estuvo presente en el nacimiento de su último sobrino (al menos no por fuera de los muros), cuando Antonio nació su tío pudo verle cuando su madre lo alimentaba o lo cuidaba a la par que hacía sus tareas; a veces, como suele pasar, el niño podía despegarse de sus padres.

Los ratones le contaron que Bruno, más de una vez jugaba con él haciendo ruidos entre las paredes cuando veía que se aburría pero lo que más le impactó a Antonio fue que, antes de tener su don, Bruno se dejó ver, aunque parcialmente.

Una noche, no recordaba muy bien cómo, se encontraba muy asustado (suponía que por una pesadilla), sus padres estaban muy dormidos y no tenía la costumbre de entrar a las habitaciones de sus hermanos, y aunque intentó despertar a sus padres, estos apenas reaccionaron. El miedo empezó a invadir todo su cuerpo hasta el punto de tener que salir corriendo y aunque la casita trató de hacerle ver que nada malo pasaba, terminó corriendo por los pasillos hasta quedarse escondido entre unas macetas de las plantas.

Hecho bolita, con los ojos cerrados para no ver y tratando de no pensar, escucho unos pasos. Se encerró más en sí mismo y se quedó muy quieto. Los pasos eran livianos, a veces se escuchaba como arrastraba algún pie, pero parecía moverse con cuidado, como una boa. El niño sabía que ese ser se acercaba pero era tal el miedo que tenía que no le importaba en lo absoluto.

Una voz suave, susurrante y casi melodiosa hablo.

― Fue un sueño ―hizo una pausa― Estás a salvo.

Algo de todo eso le hizo sentirse mejor, pero se quedó quieto, la sorpresa había sido tal que se quedó inmóvil. Se convenció de que estaba esperando a que algo más ocurriera.

Posteriormente lo escuchó alejarse, ahí recién se animó abrir un ojo, pero había sido tanta la presión que ejerció en ellos que apenas veía sombras, sabía que había visto una silueta humana, con un poncho y pelo largo alejándose igual de silencioso que cuando llegó. No sabia quien era pero un aroma le obligó a mirar sus rodillas, ahí había un paquetito, chocolate envuelto en un papel.

Primero comió el dulce y se sintió un poco mejor, después regresó a la habitación que compartía con sus padres, con la tenue luz se puso a examinar el papel. Vio el dibujo de un ratón con un corazón sobre la cabeza.

Cuando los ratones le contaron sobre la existencia de Bruno y los planes de Mirabel accedió a ayudarles sin darse cuenta de nada, pero cuando los ratones continuaron contando anécdotas sobre su tío, algo desbloqueo el recuerdo, pues había sido Bruno quien lo había consolado esa vez, no un sueño, como él creyó.

Y viéndolo en perspectiva, quien tenía más miedo ahora era su tío, le costaba mucho salir de la casa, casi tanto como le costaba no quedarse todo el día viendo las producciones de los ratones. Por eso se decidió a ayudarlo con ellas; podían producir historias más exageradas, más complejas y sumado el hecho que, tanto sobrino como tío estuvieran involucrados en estas producciones, terminó llamando la atención de los demás sobrinos. Empezaron a ver las puestas en escena, incluso Dolores se animó a aportar un par de "referencias" anónimas que había escuchado por ahí.

Casi todos sus sobrinos empezaron a ver sus creaciones y más de una vez se animaron a pedirlas; con el tiempo, algunas tardes de lluvia y algunas noches donde las ganas de dormir eran nulas, se juntaban con el tío Bruno a ver uno de los shows de sus ratones. Ni Antonio ni Bruno hablaron jamás al respecto de aquella noche tan alejada en el tiempo, la timidez y el compromiso de ambos les hizo tener una relación bastante amistosa.

Fue así como, mediante una extraña costumbre de Bruno, Antonio y los más jóvenes de la familia Madrigal se hicieron más cercanos a él, pero ¿hasta qué punto? ¿serían capaces de apagar las voces que aún rumoreaban sobre su tío Bruno?

Lo que no se dice de BrunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora