Extra 2: Las citas, los recuerdos y las novedades (3/3)

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Finalmente la cena de los cuatro integrantes había comenzado, las anécdotas no se hicieron esperar, así como tampoco la narración de la "sorpresa" que le habían dado sus sobrinos.

Las hermanas recordaron alguna que otra pelea que tuvieron siendo apenas unas niñas y en las que Bruno solía ser el mediador. De hecho cada una le contaba su propia versión de los hechos y era él quien, fingiendo tener una visión, les hacía ver lo mucho que se querían entre ellas.

Si bien Bruno, según su madre, era el menor de los tres, solía ser quien resolvía algunos conflictos entre las hermanas. Al menos durante los primeros años después de recibir el don. Para Julieta y Pepa, su hermano era una persona buena, de voz suave y tranquila que hasta podía hacer que las gallinas se durmieran.

De muy pequeño, apenas habían recibido sus dones, si bien era más activo siempre tenía una actitud calma. La más enérgica de los tres era Pepa, pero también era ella la que solía buscar a sus hermanos cuando se sentía mal.

A medida que crecieron Julieta y Pepa se hicieron más cercanas. Julieta tenía mucha paciencia, siempre la más realista de los tres en cuanto a las expectativas del mundo. De hecho Julieta nunca quiso casarse, hasta que apareció Agustín.

Mientras la noche avanzaba, el relato de las hermanas se hacía más fuerte cuando hablaban sobre ella y más indefinido cuando hablaban de Bruno.

― La verdad es que desde que se esparcieron los rumores no tuvimos muchas oportunidades de estar con Bruno ―mencionó Julieta― Es decir, vivíamos haciendo tareas o tratando de ver a nuestros novios sin ser descubiertos.

― Bueno, nuestro hermano nos ayudaba con eso ―recordó Pepa― Al menos yo recuerdo viéndolo discutir con mamá.

― Hasta que le dijo sobre la visión ―comentó Julieta.

― Sí, eso ―Pepa parecía incómoda al recordar eso que a la vez la llevó a recordar el día de su boda.

Tras unos segundos de silencio fue Agustín quien continuó la conversación.

― Félix y yo nos llevamos bastante bien con él ―hizo una pausa― Creo que nos juntábamos los tres por ser los más vagos de nuestra casa ―y terminó sonriendo con nostalgia.

― Habla por ti ―aseguró Félix― Yo me escapaba de algunos trabajos de la granja, desde que Pepa ayudó con las lluvias no había forma de tomarse un descanso.

Esta vez fue Félix quien se dedicó a recordar las muchas aventuras que habían vivido los tres, pues vistas con malos ojos, podían entretenerse haciendo varias cosas sin ser molestados, desde explorar la montaña, pasar la noche fuera de casa hasta colarse en las casas de sus familias para tomar comida y seguir merodeando por Encanto durante las noches más cerradas contándose historias de terror con tal de averiguar quién tardaba más en dormirse.

― Hasta que tu familia decidió secuestrar ―agredió Pepa con una sonrisa pícara.

― Nunca van a dejarme olvidarlo ¿verdad? ―se quejó Agustín.

― No ―aseguro Julieta― Fue algo a tu favor para acceder más fácilmente a casarnos ¿no te parece?

― Supongo que es algo interesante de contar cuando llegue el cumpleaños de Bruno ―mencionó con una pequeña sonrisa Agustín antes de recibir un abrazo de parte de Julieta.

― Yo creo que sí ―dijo divertido Félix― Tengo muchas ganas de ver las caras de los niños de la casa ―esta vez se rió.

Volvieron a comer intercambiando algunos comentarios mordaces con respecto a algunas cosas de su juventud cuando Julieta pareció recordar algo

Lo que no se dice de BrunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora