XV

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Los monstruos se acercaban a una velocidad vertiginosa, respire profundamente, no podía fallar, tenía que acabar con todos los que me fueran posibles antes de que llegara la ayuda, si es que llega, negué con la cabeza, tiene que llegar, estaba segura que alguien debió haber visto la luz que envié al cielo.

Repentinamente un monstruo alado apareció desde los arbustos, agarre firme mi espada. Se acercó rápidamente con su horrible rostro de mujer y cuerpo de ave de rapiña, una arpía identifique, pero distinta a las que siempre rondan el campamento en toque de queda, tenía un aspecto más malévolo y los ojos inyectados en sangre, con un solo objetivo, Nico.

No lo pensé ni un segundo y me interpuse en su camino lanzando un tajo directamente a su cuello, la mujer alada lo esquivo a duras penas, pero antes de que reaccionara volví a levantar mi espada, está vez sin fallar, atravesando el pecho de la arpía, la que estallo en una nube de polvo, tosí un poco. Casi en el acto, levante nuevamente mi arma protegiéndome de las garras de dos arpías furiosas, una de ellas logro rasgar la manga de mi polera, haciéndome un tajo en el antebrazo.

−Maldita, semidiosa−chillo en mi rostro.

Las empuje con el filo de mi espada, cortando algunas de sus garras. Me aleje de ellas intentando también guardar distancia con Nico, quien aún parecía estar absorto en sí mismo e instintivamente me lleve la mano a mi herida, por suerte no parecía profunda. Las arpías ya recomponiéndose de la pequeña manicure que les hice, volvieron a atacar esta vez revoloteando sobre mi cabeza intentando morder y rasguñar como sea, corrí esquivando sus ataques.

Me detuve cuando sentí como se aproximaba otra de las criaturas, chasquee los dedos dejando suspendidas en el aire a las malditas esas, sin duda podía tenerlas ahí por horas siempre y cuando me concentrara, pero esto tenía que ser rápido, así que con un movimiento de manos las hice subir por encima de los árboles y bruscamente estrellarse en el suelo, dejando una estela de polvo y humo en el aire. Estaban muertas.

Como si de una broma se tratara, tan pronto se disipo el humo, sentí como una fuerte mano me levantaba del suelo desde el cuello estampándome en un árbol cercano, lleve mis manos al cuello intentado soltarme de su agarre.

−No perdonare la muerte de mi compañera−siseo con desprecio, agitando su lengua viperina cerca de mi rostro, era una dracaena tal como la que enfrente en la escuela.

Cerré los ojos asqueada por su aliento, pero la presencia de más monstruos acercándose me hizo abrirlos de golpe, necesitaba deshacerme de la dracaena lo más pronto posible, la mujer reptil apretó más fuerte su agarre, haciéndome soltar un quejido, levante una de mis manos en dirección a las ramas del árbol en que estaba apoyada y la hice caer sobre la cabeza de la diabla.

Me soltó con el impacto y caí de bruces al suelo, inmediatamente comencé a dar bocanadas para recuperar el aliento, cuando de pronto sentí un gran estruendo, levante la vista y allí lo vi, un enorme gigante de dos metros golpeando con un martillo la barrera protectora que envolvía a Nico. Aún en el suelo arremoline una gran cantidad de niebla en la palma de mi mano y cuando ya fue suficiente sople en dirección del gigante, el que salió dando trompicones internándose en el bosque, tal parece que una ilusión fue suficiente para deshacerme de él. Sentí como la dracaena se intentaba incorporar, pero fui más rápida y la remate de una estocada.

Los monstruos seguían cerca, pero no todos se dirigían a nosotros, súbitamente sentí en aura de al menos una decena de campistas que entraban al bosque, sonreí con un sabor metálico en la boca, al menos la ayuda ya venía en camino, gracias a los dioses.

Corrí en dirección a Nico, la barrera parecía intacta y él continuaba impasible, me pare a mitad de camino, esperando que atacara el siguiente enemigo.

El imposible, Nico di Angelo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora