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Allí nos encontrábamos, los cuatro escondidos detrás de unos árboles, esperando pacientemente a que Mark Robinson un idiota de Niké, cayera en nuestra trampa, pero todo nuestro plan se fue al retrete cuando Travis piso una rama delatando nuestra posición, Mark giro su cabeza en 180° grados, nos vio. Baje mi mano rápidamente liberando de su estado levitatorio a una gran cubeta llena de jarabe encima de Mark.

─ ¡Sera mejor que corran!─chilló Mark.

─ ¡Mierda!─ exclame corriendo─ casi lo teníamos.

─Fue culpa de Travis─ jadeo Megara y lo miro endemoniada.

─ ¡No es momento para eso!─ nos regañó Connor─ será mejor escondernos.

Seguimos corriendo del chico de Niké, solo que ahora se la habían sumado un par de sus hermanos, les hice una seña a mis amigos para que se escondieran detrás de unos arbustos, ellos me siguieron sin chistar, extendí mis manos arremolinando un poco de niebla y nos sumergí a los cuatro en ella, (ahora lo ves, ahora no lo ves). Ellos nos seguían buscando, pero no nos encontrarían, beneficios de ser hija de la niebla.

─Aún me sorprenden tus poderes─ murmuro Travis cuando se fueron nuestros perseguidores.

─La práctica hace al maestro─ dije con arrogancia.

Si bien era verdad el hecho de que había practicado los últimos nueve meses en mis hechizos, aún no había alcanzado mi verdadero potencial como hija de Hécate, todavía no dominaba bien la espada y era porque no había encontrado un buen maestro, en parte y porque me había concentrado más en la magia, ahora estoy en nivel avanzado; así que valió la pena, los hermanos y Megara me han enseñado lo básico de la espada, pero falta la chispa, mi propio estilo; eso esperaba aprenderlo cuando llegaran al campamento los héroes del olimpo, verlos combatir seria... educativo. Lo mejor de todo era que llegaban hoy en la tarde, el verano ya dio comienzo y es lo lógico. Todos hablan de su regreso, Percy, Leo, Jason, Piper, Annabeth (ellos eran parte de la profecía de los siete) y Nico un chico raro que los ayudo.

─Me has superado mi pequeña padawan─ declaro Connor mientras hacia esas típicas reverencias japonesas.

─No había mucho que superar─ comento Megara mirándolo de arriba abajo.

Antes de que se armara la tercera guerra mundial les indique a mis amigos que se callaran, quizás la niebla era sorprendente, pero no eterna, nos internamos por el bosque y disperse la niebla, seguimos bromeando hasta llegar a la playa y nos sentamos en nuestro tronco, cada vez que íbamos nos sentábamos allí, habíamos grabado nuestros nombres, me reí al recordarlo.

● ● ●

─ ¿Por qué los hijos de Niké estan mirando como si quisieran cortarte la cabeza?─pregunto Lou arqueando una ceja.

─Digamos que les hicimos una pequeña bromita─ conteste riendo, Lou negó con la cabeza─ ¿cuando llegan Caleb y Cassie?

─Creo que mañana─ contesto pensativa.

Asentí y comí mi almuerzo, el caso es que mis hermanos venían solo en verano y el resto del año hacían visitas cortas; los extrañaba un montón, en eso mis pensamientos se vieron interrumpidos, por un unos molestos murmullos, estire el cuello tratando de ver qué pasaba, pero los campistas no parecían cooperar con eso, chasqueé la lengua.

─Parece que llegaron las celebridades del campamento─ comento Lou un poco sarcástica.

─Rayos─ me queje─ quiero ver si son tan impresionantes como dicen.

─Son buena gente─ dijo Lou.

Cuando todos se calmaron y dejaron de saludar a los pobres chicos, eran tal como me los habían descrito. Percy hijo de Poseidon, era un tipo alto, cabello azabache, deslumbrantes ojos verde mar y con apariencia de skater, estaba con su novia Annabeth una rubia sin un pelo de tonta, ojos grises implacables, siempre analizando y buscándole el sentido a todo, digna hija de Atenea; junto a ellos estaba Jason hijo de Jupiter, alto y fornido, cabello rubio un poco corto, ojos azul tormenta, tenía una pequeña cicatriz en el labio superior que rompía un poco su apariencia correcta y regia, iba abrazado de su novia Piper una chica morena, su cabello era color caoba y estaba cortado irregularmente y adornado con plumas azules, tenía unos ojos extraños, casi como un caleidoscopio, era hermosa, una hija de Afrodita; un poco apartado se hallaba un interesante chico latino, era más bajo que los demás chicos, me daba la impresión de que había tragado un kilo de azúcar antes de venir, no paraba de moverse y sacar cosas de su cinturón mágico, tenía unos rasgos de duende, cabello castaño oscuro con rulos, ojos color café y una sonrisa inquietante, era Leo el hijo de Hefesto.

El imposible, Nico di Angelo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora