𝕴. 𝐓𝐇𝐄 𝐂𝐔𝐑𝐒𝐄𝐃 𝐒𝐓𝐎𝐍𝐄

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acto ii,
capítulo uno,

( la piedra maldita )

「 Es, a la vez, una bendición y una maldición sentir todo tan profundamente 」

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Es, a la vez,
una bendición
y una maldición
sentir todo
tan profundamente

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El claro de luna que se filtraba por la ventana de los aposentos reales era testigo del desvelo y la inquietud de cierto rubio que llevaba horas dando vueltas sobre su mullida cama sin poder conciliar el sueño. Su cuerpo se encontraba agotado pero su mente funcionaba como nunca, repasando una y otra vez lo que había soñado momentos antes y que no podía quitar de su cabeza.

Ciertamente, no era la primera vez que aquellos orbes esmeralda irrumpían en la calma de la noche infiltrándose en su mente y embargándolo de familiaridad y anhelo a la par que lo colmaba de angustia y frustración. Él no era idiota y los últimos meses su relación con Amelie había dado un avance importante al punto de poder considerarse amigos mas allá del impedimento que sus diferentes estatus sociales suponían y era eso mismo lo que lo había hecho darse cuenta de que sentía algo por la joven que no podía expresar en palabras. Lo frustraba no poder nombrar aquello que inundaba su cuerpo con cada conversación que compartían y cada momento que cruzaban sus caminos —¿era acaso amor? ¿tal vez cariño?— así como lo angustiaba el hecho de ser consciente que catalogar sus sentimientos sólo lo haría anhelar con mayor ímpetu aquello que no podía tener.

Esos pensamientos y el constante ruido de las hoces picando las paredes de las criptas debajo del reino eran una combinación que estaba poniendo de muy mal humor a Arturo.

—¡Merlín!

Su sirviente, durante el tiempo que durase la tarea de expedición que su padre había encomendado realizar en las bóvedas del castillo, pasaría las noches en la antesala a su recámara atento ante cualquier inconveniente que necesitase de su auxilio. Sin embargo, el desaforado grito que Arturo había dejado escapar no fue suficiente para invocar la presencia de Merlín con la rapidez con la que se esperaba acudiese al llamado de su príncipe. Exasperado, cubrió su rostro con la almohada y ahogó un quejido de frustración antes de ponerse de pie dispuesto a encaminarse fuera de la habitación en busca de su inútil sirviente.

—¡Merlín!

Arturo detuvo su andar en el momento en que las enormes puertas de roble se abrieron dándole paso a un adormecido azabache que intentaba con todas su fuerzas mantener sus ojos abiertos, mientras ahogaba un bostezo escondido bajo la palma de su mano.

𝗥𝗘𝗦𝗨𝗥𝗥𝗘𝗖𝗧𝗜𝗢𝗡 ⎧ merlinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora