acto i, capítulo diecisiete, ( el último aliento de gaius )
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「Nuestra mayor pérdida es lo que muere dentro nuestro mientras vivimos」
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La plazoleta del reino se encontraba atestada de aldeanos, caballeros y nobles que festejaban en las puertas del reino la milagrosa recuperación del príncipe Arturo.Bastaron minutos para que se corriese la voz de que el brillante galeno de la corte había preparado un extracto antiguo hecho de la planta lobelia para remediar mordidas venenosas y logró despertar al heredero del eterno sueño en que se estaba sumiendo.
El rey se había quedado al lado de su hijo toda la noche velando por su recuperación y fue testigo, junto con Gaius, cuando el joven abrió sus ojos y se removió en su lugar. Ver los orbes azules de su primogénito fue prueba suficiente para Uther de que ganar la guerra contra la magia era posible: Arturo se había recuperado de una mordida mortal de la bestia aulladora y había vivido para contarlo. Aquello que sólo podía remediarse a través del poder de la hechicería había sido revertido con un mundano remedio ancestral.
Claro que, lo que Uther y el resto del reino no sabían, era que la recuperación de Arturo era obra de la magia de la antigua religión y que corría a costa de Merlín. No era posible ganar una guerra contra la magia sin aceptarla primero y sin reconocer que tal guerra no debería haber existido jamás. Tal vez, si eso entrase de una vez por todas en la cabeza del rey, Merlín no tendría que haber puesto su vida en riesgo al sellar un pacto frente a Nimueh que podía acabar con toda su existencia.
Amelie vagaba por los pasillos del castillo rumbo a la habitación que compartía con el azabache dispuesta a averiguar los pormenores del trato que su amigo había oficiado con la sacerdotisa a cambio de la vida de Arturo. Una sensación de tranquilidad la embargó al saber que el príncipe se hallaba bien y su destino se encontraba a salvo, mas fue fugaz porque pronto cayó en la cuenta de que salvar una vida por medio de la magia tenía un costo inimaginable y que Merlín debía ser el que lo pagaría.
Necesitaba verlo y saber que estaba a salvo, aunque algo en su interior le decía que aquello era utópico y, por demás, algo iluso de creer. No sabía si Nimueh tomaría la vida de Merlín entre sus manos, pero estaba segura de que lo haría sufrir de sobremanera, arrastrándola a ella en el camino.
