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「 Es imposible olvidar lo que el corazón recuerda con fuerzas」
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El ondeado cabello castaño de Amelie danzaba en libertad, enredándose levemente a causa de la ventisca que comenzaba a hacerse presente en el frondoso bosque. Observó a su alrededor fascinada por la belleza que la naturaleza le ofrecía pero con la intranquilidad de no saber con exactitud dónde se encontraba ni cómo había llegado allí.
Se abrazó a sí misma cuando el gélido viento penetró sus huesos, enviándole escalofríos hacia lo más recóndito de su alma y, como si alguien hubiese escuchado sus pensamientos acerca del peligro que corría estando allí, comenzó a oir fuertes ruidos detrás de ella. Aun con sus sentidos en alerta, apenas alcanzó a girarse cuando un enorme corcel marrón pasó galopando con rapidez por su lado, perdiéndose en la profundidad del bosque, sin inmutarse por su presencia. Una sensación de familiaridad la embargó al ver al majestuoso animal e intentó vagar por sus recuerdos en busca de alguno que la ayudase a comprender el porqué de aquel efecto. Sumergida en ellos no se percató de que aquel jinete estaba siendo perseguido por otros cuatro, unos cuantos metros más atrás de él, que pasaron galopando frenéticamente en el camino de Amelie y lograron hacerla caer de bruces al húmedo suelo. Asustada por el súbito golpe que había recibido se apresuró a ponerse de pie lista para atacar a quien sea que se cruzase por su camino, pero descubrió que los jinetes de blancos corceles, ataviados en sencillas armaduras pero provistos de grandes espadas, no habían reparado en su presencia.
El relinchar de los caballos se oyó a lo lejos y ella, curiosa por conocer la identidad del jinete del equino marrón, se acercó al lugar del que provenían aquellos sonidos. Apresuró sus pasos en el espeso bosque, sorteando ramas, troncos y raíces, hasta llegar a una pequeña zona desprovista de árboles donde una acalorada pelea de espadas se estaba llevando a cabo. Cuatro hombres blandían sus espadas, atacando a otro que ella supuso era el primer hombre que se había cruzado en su camino. No podía verlo con claridad, pero sabía que era hábil en combate porque podía notar el esfuerzo que sus contrincantes hacían para apresarlo, con gotas de sudor resbalando por sus frentes y gestos de fastidio en sus rostros.
Intentó acercarse un poco más al lugar, con cautela de no ser descubierta, cuando, en un ágil movimiento, el jinete del corcel marrón escapó del círculo que aquellos hombres formaban y conectó sus ojos con los de ella. La respiración de Amelie pareció detenerse cuando, frente a ella, el fornido hombre de cabellos y ojos chocolate la observaba con desconcierto, sin creer lo que sus ojos veían.
