𝕴𝖃. 𝐆𝐑𝐔𝐃𝐆𝐄𝐒 𝐅𝐑𝐎𝐌 𝐓𝐇𝐄 𝐏𝐀𝐒𝐓

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acto i,
capítulo nueve,
( rencores del pasado)

「 Quédate conmigo y no desaparezcas, te necesito aquí

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Quédate conmigo
y no desaparezcas,
t
e necesito aquí...
apenas puedo respirar y
sólo el susurro de tu voz
me reconforta

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En las cámaras del galeno de Camelot, una castaña terminaba de ordenar los platos del desayuno que gratamente había compartido con Gaius y Merlín, mientras tarareaba una vieja nana que Odrina solía cantar antes de ir a dormir. El anciano la miraba desde su lugar de trabajo con una afable sonrisa, como la que un padre le dedica a sus hijos cuando éstos no los ven, sabiendo que Amelie se encontraba de buen humor para iniciar el día, caso contrario a Merlín, que se retiró momentos atrás hacia los aposentos de Arturo refunfuñando por lo bajo acerca de lo cansado que estaba de ser sirviente y de que el príncipe no valorara las cosas que él hacía para salvar su vida. Y era cierto que Merlín parecía estar cansado de las actitudes que adoptaba su rubio amo, como también era cierto que Amelie se encontraba de un humor excelente las últimas semanas.

Saber la verdad acerca de Merlín la había hecho ver las cosas de otra forma. Ya no se sentía sola en un mundo que no la comprendía y que la repudiaba, había alguien que compartía el mismo pesar que ella y, por si fuera poco, el mismo destino. Si bien el hecho de que Merlín sufría de la misma forma que ella no era algo de lo que alegrarse, era bueno tenerse el uno al otro sin importar las circunstancias. Su destino era un caso aparte y se encontraba pensando en ello más de lo que debía. Y, claro, ¿cómo no hacerlo? Si las cripticas palabras de Kilgharrah saldaban una minúscula parte de sus dudas a la par que abrían la puerta a millones de otros interrogantes a los que creía nunca encontrar respuestas.

Suspiró quitando aquellos pensamientos de su cabeza, mientras limpiaba sus manos en la falda de su vestido, echando un vistazo a su alrededor para comprobar antes de irse que todo estuviese en su lugar. Gaius se encontraba sereno, con la vista pegada a uno de sus tantos libros de medicina y Amelie no pudo evitar sonreír ante la imagen de aquel hombre que pronto se había convertido en su figura paternal.

—He terminado de ordenar todo, Gaius. Si no necesitas nada más, iré a las cocinas —anunció.

—Espero que tengas un día ameno de trabajo, Amelie —respondió, sin levantar la vista del libro entre sus manos.

Cuando la joven hechicera se encaminó a la salida y tomó la puerta entre sus manos dispuesta a retirarse, recordó los pensamientos que habían estado presentes en su mente hace algunas noches. Y ella nunca había sido buena para esconder sus pensamientos, sentimientos e ideas de los demás, sino todo lo contrario: Amelie siempre decía lo que pensaba y lo que creía sin importar la situación y, muchas veces, aquello resultaba ser su perdición, como las innumerables veces que había insultado a Arturo sin pensarlo (y todavía no entendía cómo había salido victoriosa de aquellas situaciones). Así, que... ¿por qué callar ahora?

𝗥𝗘𝗦𝗨𝗥𝗥𝗘𝗖𝗧𝗜𝗢𝗡 ⎧ merlinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora