Ella era igual que la luna, una gran parte de su ser permanecía escondida a los demás
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acto i, epílogo, ( donde amelie descubre profecías inquietantes )
Amelie y Merlín caminaban juntos por los pasillos del castillo presenciando desde los amplios ventanales como la calma noche se cernía sobre Camelot, anunciando el final de otro ajetreado día de trabajo. El joven, como cada anochecer, acostumbraba a esperar a la castaña fuera de las cocinas para así poder compartir unos breves momentos a solas con ella y charlar de cosas tan triviales como profundas, desde lo arduo que habían sido sus días teniendo que lidiar con Arturo hasta las preocupaciones que los embargaban sobre el futuro incierto que los esperaba.
Había pasado un mes desde que lograron derrotar a Nimueh y restaurar algo de la paz que el reino estaba acostumbrado a tener. Merlín se empecinaba en decir que Amelie tenía todo el mérito de aquello, pero la joven sabía que fue su voz lo que la impulsó a actuar cegada por su magia y que ambos tenían igual importancia en lo sucedido. Sin embargo, no discutían demasiado sobre aquel tópico y se limitaban a disfrutar de la compañía del otro y de la paz que inundaba el ambiente. Al fin y al cabo, nunca sabrían cuando el peligro volvería a acechar Camelot y su magia sería necesaria, así que, ¿por qué no vivir el día a día mientras tanto?
—¿Recuerdas cuando pensabas en irte de Camelot?
La pregunta de Merlín la obligó a apartar su vista de los ventanales y volverla hacia él, mientras subían las escalinatas que se abrían camino hacia las recámaras del galeno.
—Sí, lo recuerdo... también recuerdo que tu hiciste todo lo que estaba a tu alcance para prohibirlo.
Una sonrisa se dibujó en los labios del azabache ante el recuerdo de aquellos días en los que su única preocupación —además de aguantar los cambios de humor del príncipe y velar por su vida— era que la joven permaneciese a su lado. Amelie lanzó un suspiro cargado de nostalgia cuando recordó lo sola que se sentía al llegar al reino y lo asustada que vivía por tener que esconder sus poderes, sin saber que a su lado se encontraba la persona que compartía aquel camino con ella y de la cual estaba tan agradecida que no podía expresarlo en palabras.
Merlín era todo para ella, su compañero, su igual, su familia. Y, verlo allí junto a ella, tildaba como ilógico el deseo que la joven había tenido en su momento de huir de Camelot y volver hacia Lancelot. Claro que quería reencontrase con Lancelot eventualmente, pero no concebía la idea de dejar a Merlín, a Gaius o a cierto rubio irritante detrás.