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Aquel mismo día, en la tarde, Wang Yibo había cambiado su traje ceremonial por sus prendas normales.

Sentado en su escritorio, terminó de escribir su carta guardando la hoja de papel en un sobre y poniendo la misma dedicatoria que había leído en la carta que le había dejado la antigua guardiana.
Tomó el sobre y salió de su habitación en dirección al salón de las espadas donde sabía que sus abuelos lo estaban esperando. Mientras caminaba hacia el lugar, todo aquel que lo veía hacía una reverencia en señal de respeto, a la cual respondía de la misma manera, realizando una leve reverencia con su cabeza.

A los pocos minutos había llegado al salón, afuera de este sus abuelos se encontraban de pie conversando mientras apreciaban las flores que estaban cerca.

— Ya llegué — anunció llamando la atención de los mayores.

— Qué bueno que llegaste hijo. Vamos.

El hombre mayor abrió las puertas y todos entraron. Estaría sorprendido si esa hubiese sido su primera vez estando allí, pero seguía sorprendido aún cuando era la segunda vez que visitaba el salón.
Le entregó la carta a su abuela y esta se aseguró de guardarla, mientras tanto su abuelo sacaba su espada de la vitrina de cristal.

— Por ahora es liviana. En cuanto la bendigas y la coloques en el soporte se volverá tan pesada que necesitaría la fuerza de cinco personas para levantarla... Ten, con tu abuela te esperaremos afuera.

Asintió tomando la espada y vio a sus abuelos irse y cerrar las puertas detrás de sí. Se sentó en el piso colocándola sobre sus piernas, se veía preciosa.

"Serás de gran ayuda para el siguiente guardián" pensó.

Cerró sus ojos, serenó su mente y calmó su respiración. No sabía cómo exactamente se bendecía una espada, por lo que imaginó que todos los deseos de su corazón fueran a parar a una sola imagen, la espada.

Al cabo de unos cuantos minutos abrió sus ojos, se sorprendió un poco cuando esta hizo un clic y una tenue luz dorada iluminó la fina línea que dividía la vaina de la empuñadura. Su espada se había sellado y hasta que el próximo guardián no la tome, esta no se abrirá, sonrió ante el resultado, pues lo había hecho bien. Con cuidado se levantó y volvió a meter la espada en la vitrina, pero esta vez colocándola en el soporte donde antes había estado su ahora espada, dejando así el siguiente soporte, para la siguiente arma.

Hizo una reverencia completa como muestra de respeto y salió del salón, cerró las puertas y al darse vuelta pudo ver a su abuelos abrazados mirando al horizonte, estos al notar su presencia voltearon a mirarlo.

— Estoy listo — habló haciendo que sus mayores asintieran.

Caminaron bajando las escaleras esta vez para ir al pie de la montaña de donde se encontraba el antiguo templo, los minutos pasaron llegando por fin al lugar donde su familia ya estaba esperándolo. Había un auto negro lujoso estacionado y delante de este sus padres, hermanos y tíos. Cuando estuvo frente a todos su padre habló.

— Hijo, todo lo que necesitas saber está aquí — dijo entregándole un portafolio negro. — Si necesitas algo más sabes que puedes llamarnos, ¿de acuerdo? — Yibo asintió y el hombre soltó un suspiro. 

— Mi muchacho, convertido en todo un guardián, quiero que sepas que, siempre he estado orgulloso de ti, desde el primer día que te tuve entre mis brazos, supe que el destino te tenía preparado algo grande — habló con su voz temblando.

Yibo le importó muy poco la imagen de hombre fuerte que su padre quería mostrar y simplemente lo abrazó.

— También te amo papá, gracias por todo.

The Promise [YiZhan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora