De visita

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De visita

No paso mucho tiempo cuando Liliana entro a la habitación –Señorita es hora de ir a visitar a Eugene. El carruaje ya está preparado.

«Olvide que debía de visitarlo. Bueno aprovechare que hoy me levante temprano y tengo suficiente tiempo para terminar mi papeleo aun si lo visito »

–Vamos. Tarde más de lo esperado hablando con Carlo.– Informo Rosemary levantándose de su escritorio.

–Si, señorita.–Camino detrás de Rosemary.

Apresuro su paso, la mansión no era tan grande en comparación a otras sin embargo era lo suficientemente grande como para poder perderte. Liliana abrió la puerta del carruaje para que Rosemary entrara y la ayudo a subir. La dama fue la siguiente en subir ayudada por el conductor del carruaje quien también cerró la puerta.

Unos minutos después el carruaje empezó a andar y el silencio fue interrumpido por su traqueteo y el galope de los dos caballos que jalaban tan magnífico carruaje. Podría ser menos ostentoso que el que usaba la relaza aun así estaba a la altura de un duque.

Rosemary odia el derroche pero acepta el carruaje tiene sus ventajas. A pesar de parecer que lo sacaron de un cuento de hadas es sorprendentemente cómodo, está adaptado para recorrer grandes distancias y para llegar a ser jalado hasta por cuatro caballos a la vez. Lo que pudo investigar de este es que lo mando a confeccionar el conde Borbón. Es uno de sus muchos derroches.

Eugene vivía con sus padres y estudiaba en la mansión de la duquesa todos los días. Para que el llegara sin complicaciones Rosemary dio la orden de hacer que a él se le fuese a buscar todos los días.

Al cabo de quince minutos llegaron a la casa de Eugene. La duquesa salto del carruaje sin tener que cuidar mucho sus modales, ya que no estaba en la mansión o en cualquier otro lugar que conocieran su rostro. Normalmente las personas del campo no reconocían demasiado a los nobles inclusive a ella.

Respiro el aire fresco del campo, el cual olía a pasto y tierra húmeda. Amaba ese olor. La suave brisa le acaricio las mejillas y el piar de los pájaros animo su humor.

La casa tenía un tamaño mediano. Dos cuartos, una sala y un baño. Perfecto para tres personas. Puso tanta atención en la casa que no vio que a lo lejos estaba la famosa granja donde trabajaba Eugene.

Tok tok. La duquesa fue la primera en tocar, la emoción de ver a su amigo después de tanto tiempo la controlaba. Aunque también ponía en duda que él se encontrase allí, siendo hijo único tenía que ayudar a su padre a cuidar su granja.

–Ya voy–. Respondió Eugene a lo lejos. Puesto que estaba ocupado preparándose para ir a trabajar con su padre en la granja.

Abrió la puerta esperando que fuese algún vecino que fuera a pedir azúcar o un comprador que buscase leche, queso o mantequilla. Se llevó una sorpresa cuando al contrario de sus expectativas fue a Rosemary a quien vio.

–Se..señorita.– Tartamudeo.

La joven le dedico una sonrisa tan brillante como los primeros rayos del sol de esa misma mañana.–Sorpresa.–Exclamo divertida.–Y, ya te dije que me digas Rosemary. Somos amigos.

–S..si–Asintió distraídamente el apuesto joven.

«¿Que hace ella aquí?» se preguntó para sus adentros.

–Buenos días, Eugene. ¿Puedo pasar?–Pregunto Rosemary mirando los alrededores. Encantada con los árboles y pastizales.– Tengo unos asuntos que tratar contigo.

-Sí, señorita, pase–.Contesto Eugene moviéndose a un lado pues estaba recargado en el marco de la puerta. Aun vestía su pijama la cual remarcaba su cuerpo bien trabajado en el campo y su cabello blanco, desarreglado por apenas haberse levantado brillaba con los rayos del sol que se colaban por su ventana.

La Esposa Del TiranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora