El reencuentro parte 2: Preguntas y mas preguntas.

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El reencuentro parte 2: Preguntas y mas preguntas.

Arwin fue trasladado al antiguo cuarto de Rosemary, donde ella vivió toda su infancia antes de su matrimonio. Todo estaba en su lugar, era como si el tiempo no hubiese pasado y el cuarto estuviese esperando aun a su dueña.

–Por favor. Siéntase como en su casa.–Dijo el mayordomo con una sonrisa amigable. Arwin asintió tomando asiento en la esquina de la cama de su esposa.

–¿Aun se siente enfermo?–Pregunto el joven hombre con una expresión llena de angustia.–Puedo mandar a llamar al doctor si usted lo desea.

–No es necesario.–Contesto Arwin en un tono monótono. Lo único que deseaba era dormir. Por más extraño que le pareciera el té que le había dado Liliana había funcionado.–Ya me siento bien. Solo estoy cansado.

El mayordomo sonrió, parecía aliviado.–Muy bien. Si no desea nada más me retiro.–Hizo una reverencia y salió del dormitorio.

El joven duque no pudo evitar que su curiosidad le ganara y se levantó a ver el cuarto de su esposa.

Toda la decoración indicaba que el cuarto pertenecía a una señorita noble. La exuberancia y pomposidad reinaban. En las paredes estaban pintados algunos dibujos, en su mayoría aves. Pero uno en especial llamo su atención, era un hermoso pájaro, con plumas doradas y muy brillantes que en su pata tenia enrollada una nota. El contenido de la nota era un secreto pues no se pintó. Lo que si se pinto fue el bordado de la delgada cinta con la que estaban unida la nota al pájaro. Una E.

Esa era la inicial del nombre de a quien pertenecía ese pájaro. Pero era tan pequeña y podía pasarse tan desapercibida si no mirabas con atención la pared que le pareció extraño. ¿Por qué pintarla si nadie la apreciaría?

O quizás lo habían hecho a propósito. También podría ser que esa era la firma del autor de aquella estupenda obra, pero y si era la misma Rosemary era quien había pintado la pared de su cuarto. Su nombre no iniciaba con E.

«Que extraño» pensó el joven demasiado cansado como para seguir dándole vueltas al asunto.

Bostezo, se quitó la corbata y el apretado traje, dejándose solo una delgada camisa que usaba debajo de este y su short. Antes de dormir miro una vez más su alrededor. Por fin entendía porque Rosemary era tan renuente a vivir con él. Cuando ella había llegado al ducado este estaba en la quiebra gracias al enriquecimiento del conde Borbón, por supuesto que había dejado de lado una vida llena de lujos para llevar una más modesta.

No solo había sacrificado su libertad sino también sus lujos. Tal vez, y solo quizás pudo haber tenido motivos para portarse tan mal con él. No justificaba sus actos pero si los explicaba. Lo que solo lo hacía sentir culpable y tan insignificante como una pequeña hormiga.

Se acostó en la enorme cama, demasiado grande para una sola persona y con demasiadas almohadas para su gusto, se arropo y cerró los ojos. No podía esperar más a Rosemary, sí que la extrañaba y se sentía fuera de lugar sin alguien que originalmente perteneciera allí pero su cansancio era tanto que el solo mantener sus ojos abiertos le resultaba en un gran esfuerzo.

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Rosemary entro al cuarto completamente exhausta. Sentía como si alguien le hubiese exprimido hasta la última gota de energía de su cuerpo dejándola completamente vacía.

Agotada busco a su esposo no habiéndolo visto revoloteando por ninguna parte, suspiro de alivio cuando lo vio tendido en su cama, profundamente dormido. Se dirigió a su closet buscando cualquier cosa para cambiarse, teniendo pocas expectativas. Para su deleite sus cosas ya habían sido desempacadas y acomodadas en su habitación. Tomo una de sus tantos camisones y se dirigió al baño.

La Esposa Del TiranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora