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Los fantasmas existen. Esa es una premisa que desde hace años la gente ha contado e idiotas han negado, porque, en realidad, los fantasmas sí existen.

Fantasmas que te persiguen durante toda tu vida, que a veces ignoras pero nunca se van, siempre ahí dentro de ti están. Eternamente atormentando. 

Ellos son los lindos recuerdos que se han vuelto amargos, los sueños perdidos que buscas recuperar, las frustraciones no superadas, el amor que ha dolido.

Al final, todos cargamos con fantasmas. Por lo que cuestionar su existencia es algo errado, la verdadera pregunta es ¿a quién le gusta enfrentarse a ellos? ¿Quién está preparado para eso?

Y un chico con cabello en puntas alzó la mano al preguntar esto. Pronto se enfrentaría a uno que creyó olvidar.

Listo o no, había aceptado hacerlo.


Exhaló fuertemente antes de girar la llave para adentrarse a su casa. Realmente no quería ver a Konta, ahora se sentía aún más culpable de asustarlo nuevamente. Él era el adulto y solo estropeaba cada vez más las cosas, y con Killua... En serio era una de las personas más geniales y pacientes que había conocido. 

Agradeció a su corazón haberse enamorado de aquel nervioso Zoldyck que solo se había atrevido a tomar su mano. Por eso también se sentía mal con su esposo. Toda la semana, después del incidente del lunes, el pobre albino intentó confiar en él, suprimiendo su instinto de salir corriendo a cuidar de ambos morenos.

El mayor estaba sumamente agradecido por eso.

Pese a sentirse mal y no poder ver a su familia bien por la pena de sus acciones, abrió la puerta de su casa. No podía simplemente nunca enfrentarlos, huir no era parte de su vocabulario. —¡Ya llegué!— Gritó, supuso que por la hora ambos chicos de cabello revoltoso tenían que estar en la cocina. No era así. Apenas dio unos pasos en la sala vio a un bulto verde correr hacia él, chocando y retrocediendo un poco. —¿Eh?— Debajo de esa manta una pequeña mano se estiró con un pedazo de papel que claramente Gon tomó mientras se ponía de cuclillas. No se necesitaba ser un genio para saber de quien se trataba.

El papel tenía un dibujo de ambos Freecss dentro de un gran corazón, y unas palabras sencillas escritas. "Te quiero mucho papá, perdón por ponerte triste." Sus cejas se fruncieron y sus labios se aplastaron, al parecer no era el único nervioso por lo que les había pasado.

—Hola bulto verde, ¿puedo ver a Konta?— El pequeño negó. —¿Por qué? Yo quiero ver a Konta, ¡es mi hijo y me hace muy feliz verlo!— Al instante el niño comenzó a moverse en su lugar, pensando.

—Pero hoy te puso triste...— 

—No es cierto.—

—¡Es cierto!— Gritó, luego se disculpó por eso. —Si el papá de Konta no se hubiese puesto triste, entonces no hubiera llamado al papi de Konta para que fuera por él.— Gon sonrió dulcemente, su hijo era muy lindo y amable.

—Bueno, eso es porque yo pensé que Konta no se sentía bien estando conmigo...— Dudó un poco en hablar, pero no le gustaba que el de cabello esponjoso se sintiera culpable de algo que solo le correspondía a él como adulto a cargo. —No me puse triste por Konta, él es un niño muy bueno... Pero no sabía qué hacer cuando lo vi llorar, y como Killua es muy inteligente, lo llamé para que me ayudara. Él también quiere mucho a nuestro hijo. Cuando uno no sabe que hacer el otro siempre viene a salvarnos. Somos un dúo, en este caso, nuestra misión es siempre pensar que sería lo mejor para nuestro pequeño.— Le dio unas palmadas en la cabeza. —Por eso, bulto verde, te digo sinceramente que mi hijo no me puso triste. Y si lo hiciera, sé que esa no era su intención.—

Daddy IssuesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora