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Odiaba la debilidad, sentirse impotente, que no podía hacer nada, que no era tomado en serio, ser dominado era lo peor de todo. Y pese a eso ahí se encontraba, con las piernas abiertas abrazando con cariño a un albino que le indicaba como acomodarse mejor, escuchando su propia voz quebrarse y gemir ante aquel miembro que comenzaba a expandir su interior. 

Las blancas manos sosteniendo sus omoplatos y espalda para levantarlo y quedar sentados.

—Killua...— Dice entre suspiros mientras acaricia los blancos mechones de nube que el menor posee, observando su pezón desaparece en la rosada boca hinchada de su pareja a la par que los ojos azules piden permiso y suplican cariño. Porque el moreno con cabello en puntas es su adoración, y éste lo sabía. 

Gon exhala asintiendo mientras las primeras estocadas se hacen presentes dando más calor a su cuerpo hirviente y dócil. Sus cuerdas vocales declaman, su lengua es reclamada.

Lo sabe bien, lo entiende por completo, lo desea de esa forma.

Era cierto, a él no le gustaba sentirse inútil, que estaba a merced, pero todos esos sentimientos o pensamientos eran borrados rápidamente ante las tiernas palabras en su oído, y esa sensación de cariño completo que le entregaba el otro. 

Lo amaba, amaba sentirse protegido, que alguien por un segundo dejara de verlo como el chico que siempre está bien para interesarse realmente en lo que le sucedía.

Y es que él no tenía permiso de sentirse así. Solo Killua le había permitido ser débil.

Lo recordaba, sus memorias siempre estaban en cuando era un niño y salía feliz de su escuela. Corría con sus amigos, jugaba un poco con ellos; y luego veía como sus madres y padres iban por ellos y lo dejaban solo, así que solo le quedaba sentarse a un lado de la entrada mientras observaba a los pocos niños con sus padres jugar y conversar.

No admiraba a las madres, él tenía una, pero a veces no podía apartar su curiosa mirada de los padres que abrazaban con cariño a sus hijos. Tal vez con un poco de envidia calante al ver que algunos tenían dos.

Él no tenía un padre, su tía dijo que había muerto, pero se negaba a hablar de él. Siempre pensó que era porque lo extrañaba mucho, aún así en ocasiones quería saber qué había pasado con el hombre que ayudó a traerlo al mundo. Imaginaba, en ocasiones, que iba por él y terminaban jugando tal como sus compañeros. Que le daba un abrazo o alguna tontería que pasaban en las películas.

Así los minutos transcurrían hasta que su tía llegaba, sonriente y preguntando sobre su día. A veces notaba que estaba algo triste, tal vez era demasiado transparente en ese momento, porque la amorosa mujer de cabello naranja volteaba a ver a un grupo de padres, el mismo que Gon veía, y el niño notaba su rostro preocupado al volver con él.

"—¿Estás bien?—" Esa pregunta expuesta por una persona que amaba y no debía sentirse culpable por su sentir.

"—¡Claro que sí!—" Así fue como aprendió a que no podía decir lo que realmente sentía. Para su joven mente, si le decía a Mito lo que pasaba entonces ella se pondría triste, y lo que menos quería era aumentarle otro problema a su vida. 

Por eso él siempre estaba bien.

Creció estando bien, nunca se le cuestionó, siempre todos lo veían sonriente, él era el chico grande que protegía a los débiles. Él era Gon Freecss, una luz andante sin problemas que ayudaba, que era más fuerte que la mayoría, a los que todos alegraba.

Luego aprendió una sensación peor a callar. Comprendió que se sentía ser un no deseado, un bastardo.

Descubrió que odiaba ser abandonado.

Daddy IssuesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora