09

429 38 296
                                    

Un viejo caminando con sus manos en las bolsas, un pequeño de cinco años siguiéndolo en silencio, solo escuchando como la pipa era succionada y un humo salía entre otras palabras que revelaban los planes de viaje de su padre, un viaje que siempre le contaba y que pronto llegaría.

Ging pateó una roca, realmente le emocionaba escuchar lo que su progenitor, Don Freecss, estaba narrando. No tanto porque supiera o lo entendiera por completo, sino por quien lo decía.

Sí, salir de Isla Ballena sonaba como algo interesante, aunque él no le veía nada de malo a su hogar, sin embargo no se preocupaba de eso. Se enfocaba en seguir con su padre, pero al parecer ese no era el plan, o mejor dicho, él no formaba parte de éste.

"—Hijo mío.—" Dijo aquel hombre dejando de fumar, girando sobre su eje para ver a aquel infante de relajado rostro. "—Te cuento todo esto para que sepas que siempre hay algo más allá de un lugar pesquero y de paso. Más allá del mar hay maravillas que desconoces y que podrás alcanzar porque eres mi hijo, pero, ahora, realmente tú deberás quedarte con la Abuela Abe.—" El niño negó instantáneamente. "—La vida aquí es tranquila, un ambiente ideal para un niño. Donde yo voy... Solo es el lugar donde se va por propia voluntad.—" El pequeño Freecss tomó a su padre del pantalón. Esa era su pequeña rabieta.

"—Quiero ir contigo.—" Dijo no porque realmente quisiera una aventura en ese momento, sino porque era su padre quien se marcharía.

"—No, Ging, esta es una orden.—" Lo apartó con cuidado, le indicó que se retirara un poco más atrás y volvió a sacar su pipa. "—Deberías aprender a leer ahora mismo, si tanto quieres algún día irte de aquí por propio deseo, deberías saber porqué.—" Y lo único que hizo el mencionado fue asentir. Sabía que nunca podría dialogar con él.

Esa tarde el barco zarpó y fue la última vez que vio a su padre. No hizo un gran escándalo, simplemente abrazó por un largo rato y con capricho a Don Freecss. Éste lo permitió hasta que el límite de tiempo los alcanzó, fue en ese momento que Ging, con total calma, tomó la mano de su abuela, la cual conocía más por el apodo de "madre" que usaba solo en sus pensamientos, y comenzó a caminar con ella de regreso a casa.

"—Abuela Abe.—" Se dignó a hablar después de un rato.

"—¿Sí, Ging?—"

"—¿Me enseñas a leer?—" La mujer, no tan vieja en ese momento, sonrió.

"—Estás algo pequeño para eso, el próximo año...—" Fue interrumpida.

"—No. Padre dijo que en los libros se puede obtener parte del mundo, quiero aprender.—" La mueca de disgusto de la fémina no se hizo esperar. Sabía que su pequeño nieto era inteligente, tal vez no parlanchín, pero no necesitaba escucharlo hablar en demasía para saber que lo era. Y temía que esto fuera no solo propio de su naturaleza, sino de una educación proveniente de aquel padre que lo acababa de dejar y que se sabía no iba a regresar.

"—Está bien.—" Fue todo lo que dijo.

En unos cuantos meses Ging sabía leer a la perfección y devoraba cuanto libro se encontraba en el lugar, no resintió tanto la pérdida de su padre, afortunadamente su tío y su esposa lo trataban bien, y de cierta forma como un hijo. Lo único que siempre recordaba de su progenitor es que lo había dejado fuera de un plan del cual alardeaba sin parar. Al dejarlo atrás lo hizo sentir insuficiente, y Ging sabía que no había error en ese momento, él no era lo suficientemente bueno para el mundo exterior.

Un sentimiento que se acrecentó un poco al recordar esas palabras de su padre. Se quedó para criarlo por cinco años, para ver si podía llevarlo con él, al final no alcanzó su expectativa y por eso él había sido abandonado.

Daddy IssuesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora