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Sus suaves cabellos naranjas se encontraban siendo acariciados por las finas cerdas de un cepillo, sus pequeños pies se movían de un lado al otro mientras conversaba de pequeñas cosas de su vida simple. "—El otro día vi unas moras, hoy iré por ellas. Le pediré a la abuela que hagamos un pastel, ¿Te gustaría, Ging?—" Los bellos ojos ámbar de la niña de seis años se fijaron sin precaución en el adolescente moreno que, al instante, cruzó los brazos alzando una ceja.

"—Mito.—" La mencionada se dio cuenta, volviendo a su posición inicial. "—Comienzo a sospechar que no quieres que te peine.—" Ella negó. "—¿Ya te portarás bien?—" Asintió. El mayor dejó salir un suspiro para volver a cepillar el corto cabello de su prima, terminando su segunda coleta. "—Me parecería bien el pastel, últimamente has mejorado en la cocina.—" Sacó la lengua con repugnancia recordando las masas semi crudas o quemadas que había probado e incluso ingerido en su totalidad al intentar no desanimar a la pequeña. No mintió, pero el proceso de aprendizaje le había dejado, de forma literal, un mal sabor de boca.

"—¡Lo sé!—" Movió su cabeza al sentir las manos de su primo lejos de ella. "—¡Pronto será tu cumpleaños número quince! ¡Te voy a hacer el pastel más rico que hayas probado!—" Un gran sonrojo se posó en su rostro mientras jugaba con sus manos. "—Solo por eso estoy aprendiendo.—" Apretó un poco sus ojos al sentir una mano posarse sobre su cabeza, acariciando gentilmente.

"—¿Tanto por mí? Me siento honrado.—" Mito alzó el rostro, encontrándose cara a cara con un sonriente Ging. "—Eres muy buena, Mito, gracias. Yo te ayudo a juntar las moras después si quieres.—" La niña se sintió afortunada.

"—¡Gracias!—" Abrazó a su primo, el cual tuvo que agacharse, y dejó un pequeño beso en su mejilla que lo hizo reír por su entusiasmo. "—¡Te amo!—" El de cabello en puntas la cargó sin apegarla a él, observándola cuidadosamente como si quisiera decirle algo.

"—Yo también, Mito.—" Le dio un beso en la frente para bajarla y correr tras su gastada gorra y su caña. La niña lo siguió como un patito persiguiendo a su madre, hasta que su abuela apareció y la sostuvo de la ropa impidiendo que persiguiera al varón. "—¡Voy a trabajar en el puerto! ¡Vuelvo pronto!—" Gritó él y se fue corriendo.

"—Ven pequeña.—" La anciana tomó del brazo a la niña. "—Ayudame adentro. Tu primo vendrá después.—" La pelirroja asintió.

Sus silbidos sonaban alegres, repitiendo una canción que había escuchado en el bote donde había estado

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Sus silbidos sonaban alegres, repitiendo una canción que había escuchado en el bote donde había estado. Ese día traía un inmenso pescado para cenar y unas monedas que ayudarían para comprar lo que necesitaran. "Mito dijo el otro día que quería una muñeca, creo que con el extra que me dieron hoy debe de alcanzar." Dio un salto orgulloso de su arduo trabajo. "Y el libro que tanto esperé..."

Para el impacto de Ging Freecss, una muchedumbre se encontraba fuera de su casa. Dejó sus silbidos y corrió hasta allá.

"—¡Abuela Abe!—! Gritó en busca de la baja mujer.

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