Daddy Issues

05

No se sentía mal, lo tenía todo bajo control. Se había disculpado con Killua, Konta se encontraba mejor, había hablado, dicho la verdad. Entonces... ¿Por qué había vuelto a buscar aquel contacto como una forma de deshacerse de todo otra vez? ¿Por qué volvía a tener sexo como consuelo y no como un simple acto de afecto sin un trasfondo de por medio?

Sus labios eran mordidos, devorados entre bajos gruñidos sin saber quien era el emisor en particular. Sus muñecas estaban sujetas por las mortales manos pálidas, y su pelvis era la única que luchaba con la del otro, chocando erecciones, exhalando gemidos. Su cuerpo volvía a arder, pero esta vez ese sentimiento de culpa invadía su pecho junto con él y no se sentía del todo cómodo. Quería darse un golpe en la cabeza al no entender porque había pedido eso, a esa hora, y de esa forma.

—¡Killuawah!— Unos dedos puestos dentro de su boca apenas se había atrevido a abrirla, la saliva cayendo por estos y la orden de levantar su playera que ejecutó con la mente aún en blanco.

—Shh...— Susurró cerca de su oreja para después lamerla. —Sé un buen chico y no hagas ruido, es muy temprano como para que grites tan alto.— No había forma de que alguien los escuchara, ambos lo sabían, pese a eso el Freecss no se negó, solo ahogó su voz entre su propia saliva y los dígitos que exploraban dentro de esa cavidad.

Sí, él había despertado al Zoldyck bastante antes de la hora debida para esto. Pero no, ¡Ya no lo quería de esa forma!... Aunque tampoco sabía que deseaba con exactitud, solo que quería tener sexo con Killua.

Cuando sintió los dedos bajar de su rostro para detenerse en su cuello, supo en ese momento que no podría más. —¡Pan!— Dijo la palabra de seguridad que hacía mucho no usaba. Al instante el Zoldyck dejó lo que fuera que estaba haciendo para ver al moreno.

—¿Estás bien? ¿Qué pasó?— Limpió rápido el rostro de su esposo, ayudándolo a sentarse y recargando su cuerpo en el suyo.

—Estoy bien, Killua... Solo.— Miró sus manos, jugando con ellas en lo que pensaba. Nunca, en todo lo que llevaba de vida sexual activa, había requerido usar esa maldita palabra más que para decir que estaba cansado y no podía continuar, y ahora la necesitaba porque, sin razón alguna, se había sentido triste de participar de esa forma tan burda que a él normalmente le gustaba. —¿Puedes ser dulce esta vez?— Suplicó con la mirada y voz. Temía, en el fondo, que si tampoco pudiera tener sexo de esa forma entonces un grave problema que aún no dimensionaba lo estaba atacando.

El rostro de Killua se relajó por el pedido, creyó que lo había lastimado y se alegraba de que no fuera eso. —Lo seré.— Le dio un beso en la mejilla mientras buscaba las nerviosas manos morenas para sujetarlas entre las suyas. —Pero si ya no quieres hacerlo está bien.— Recordó. El mayor negó.

—¡Quiero! Oh, pero si tú ya no...— Se desanimó, tal vez había matado todo el ambiente.

Sin esperarlo, y con una confianza que un joven Zoldyck envidiaría de su propia persona adulta, el albino se había colocado encima del más bajo. —Gon, ¿crees que realmente quiero detener esto?— La profunda pupila dilatada observándolo desde su pecho lo atravesó. Una mirada de deseo y cariño por igual, casi idéntica a la de aquella primera vez que estuvieron solos de esa forma en una habitación. Una mirada que no había desaparecido y tal vez se había intensificado con el pasar del tiempo. Su piel de la zona estaba siendo acariciada por la suave punta de la nariz del menor y de nuevo un calorcito emergió, esta vez de forma grata. —Te amo.— Sus mejillas se tiñeron por las palabras más simples y complicadas de expresar por el otro. —¿Puedo hundirme en tu lindo cuerpo otra vez?— Dejó de tomar las morenas manos para abrazarlo, pegar su respiración a aquella camisa delgada que el Freecss vestía, rondando con una inocencia fingida las caderas del más bajo.