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Un bebé lloraba de manera desesperada en sus brazos, el llanto de un ser que necesita atención y cuidado para vivir, moviendo sus extremidades para que le permitiera seguir viviendo, para que alguien se encargue de él.

¿Y él? aquel que lo cargaba ¿Qué hacía?, él, por su parte, intentaba detener el tiempo un segundo para pensar qué acababa de pasar. ¿Cómo terminó con ese pequeño ser humano en sus manos?

Sus opacos ojos ámbar se deslizaron hasta el niño cubierto de suaves mantas abrigadoras, no era un bebé que pudiera estar tanto tiempo afuera, seguramente no tenía ni el mes, aun así quiso ver su cara, afrontando lo que venía ahora.

Con suma delicadeza descubrió la parte de arriba, el rostro de un indefenso moreno le dio la bienvenida, y Ging lo volvió a tapar, esta vez apretándole contra su pecho de una forma un poco más posesiva. Aceptando que en efecto, ese niño era suyo y ya no había vuelta atrás.

"Comida, pañales... El bebé debe dejar de llorar." Ajustó su gorra y comenzó a caminar, primero lento. 

Las pisadas de sus botas eran vacilantes. 

"Los bebés lloran porque necesitan cuidados." 

Sus pies comenzaron a correr de forma desesperada. 

"Necesito comprar sus cosas." Apenas en la calle vio un taxi lo pidió. "No tiene que estar tan expuesto." Al principio ninguno se detenía, a nadie le gusta escuchar el llanto de un pequeño, por eso no querían llevar al padre primerizo.

—Por favor, deja de llorar, te daré lo que necesitas pronto.— Comenzó a mecerlo, pero eso no iba a parar el hambre que su primogénito tenía. Los taxis pasaban, ninguno lo atendía, y aunque no llevara tanto tiempo, el mayor se comenzaba a desesperar. —Perdón, no sabía que ibas a llegar.— Le susurró besando su frente por encima de la tela. Cuando estaba a punto de correr, un vehículo por fin se estacionó frente a él.

Subió al instante, agradeciendo. —¿A dónde?— Preguntó el conductor.

—Al centro comercial.— Solo había uno cercano, no había forma de equivocarse. El hombre del vehículo lo miraba de reojo siguiendo su camino.

—¿Es su primer hijo?— Dijo sonriente, Ging asintió, odiaba hablar con la gente cuando tenía otras cosas en la cabeza, en este caso, calmar al bebé. —Lo entiendo, los bebés pueden ser difíciles. Yo también soy padre.— Habló con orgullo. —Ju, se nota que su pequeño o pequeña tiene buenos pulmones.— Volvió a mover la cabeza, afirmando.

—¿En cuánto tiempo llegaremos?— Interrumpió la conversación.

—En unos minutos.—

—Gracias.— Y de ahí supo que el hombre seguía hablando, pero ya no escuchaba. Que habían llegado, había pagado, pero no que el conductor le había deseado suerte. Luego la compra rápida de todo, ropa, comida, biberones, talco, toallas, pañales. No lo pensó mucho, solo tomó lo necesario, lo único que su mente se detuvo a revisar con detalle fue la leche y los pañales.

Paga.

Vuelve a correr.

Y finalmente, sin saber cómo, se encuentra en su departamento que en ese momento está siendo usado para una pequeña reunión, sus amigos estaban descansando del trabajo. Nota a los otros tres hombres sentados en el suelo de madera mirarlo con asombro apenas cruzó la puerta, pero hace caso omiso, corriendo por el lugar a su habitación, dejando las cosas, soltando al niño; tomando la leche, la mamila, nuevamente corriendo, esta vez a la cocina.

—¿Ging?— Escucha su nombre a lo lejos, pero no hace caso, está concentrado, en modo automático. Necesita terminar esto, necesita darle de comer a su hijo. —¿Ging?— Los tres hombres se asoman por la puerta, pero debe detener el llanto, llorar mucho tampoco es bueno. No quiere que su hijo se lastime. —Oye...—

Daddy IssuesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora