╰ 𝐕𝐈𝐈𝐈 ╮𝐉𝐮𝐢𝐜𝐢𝐨

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Los días pasaban y Evelyn apenas era capaz de cerrar los ojos. Cada vez que lo intentaba, había algo que lo arruinaba como sus preocupaciones, el sonido de los guardias llevando algún otro prisionero por el pasillo para encarcelarlo, o como en ese instante, la luz del día entrando por la ventana. No dejaba de preguntarse la ubicación de su hermano, en especial si lo estarían tratando peor de lo que la estaban tratando a ella. Ya no tenía apetito, solo quería que la juzguen en la corte de una vez. El insomnio por el que estaba padeciendo le hacía pensar distintas posibilidades de escape si a su hermano le tocaba la muerte. Se negaba a que pasara tal cosa, pero tampoco estaba segura de cómo liberarse de esas cadenas.

De repente se sintió tan cansada que se obligó a pegar los ojos sin importar lo que escuchara. Se quejó por la incomodidad que estaba en sus muñecas y se recostó en la pared, esperando a que ella misma se permitiera descansar. Todo se fue al carajo al escuchar el sonido de varios pasos y unas llaves abriendo una cerradura bastante cercana, por lo que creyó que se trataba de su calabozo específicamente. Abrió los ojos inconscientemente y no tardó en ver a varios hombres entrar. Al único que reconoció fue al pelinegro, que mostró lo que sostenía en su mano mientras la miraba.

── Daremos un paseo.

Fue lo único que informó y tiró las llaves a un sujeto que tardó un poco en reconocer, era el que había tratado de intimidarla hace unos días, empujándola. Se acercaron a su celda y la abrieron. Como la primera vez, entraron seis guardias contando al chico que estaba liberando sus cadenas. Los que estaban frente las rejas solo cuidaban su arma pendientes a cualquier acción que la soldado pudiera hacer. Evelyn podía sentir los acelerados latidos del hombre que la liberaba, lo cual le pareció patéticamente tonto cómo una persona podía fingir algo que no era solo para causar miedo. Una vez libre, se apuró en levantarse para acariciar el pie izquierdo con su diestro, tratando de aliviar los dolores debido a las cadenas. Lo mismo hizo con sus manos, pero no duró mucho ya que Nile había tirado unas esposas a otro policía que desconocía.

Estaba muy cansada para siquiera quejarse, pero aprovechó su calma para analizar la situación mientras sentía sus manos ser esclavizadas de espaldas. Cuando ella escuchó el sonido que afirmaba que estaba lista para continuar sin ser una amenaza, alguien se adelantó antes de empezar a mover sus pies y la empujó obligándola a correr solo para salir afuera y estabilizarse. La calma se fue y se zafó de su agarre con más facilidad gracias a que el hombre que la estaba empujando tenía las manos sudadas, probablemente de los nervios por atreverse a completar aquella acción. La rubia lo golpeó pero de hombro a hombro, obligándolo a darle la espalda y llevarlo hasta las rejas, causándole un buen golpe y una incómoda posición.

── Puedo hacerlo sola.

Lo miró fijamente y lo soltó, para darse vuelta y notar las armas apuntándola. Por segunda vez chocó sus ojos con los del comandante de la Policía Militar, el cual levantó su mano como una señal para que se calmaran. Con su cabeza le hizo un gesto para que la siga y ella no dudó en hacerlo.

Al pasar por todo el pasillo creyó que la liberarían, pues parecía ser que la estaban llevando al mismo lugar por el que entró. Sin embargo, esta vez fue otro camino y lo reconoció al instante. De inmediato se dió cuenta de lo que estaba pasando.

El juicio sería hoy.

No soltó ninguna palabra y se preparó internamente a sí misma para pelear, porque la posibilidad existía si ella se negaba a morir. Luchar contra tantos policías podría ser un desafío al estar en desventaja, sin armas y cansada, además de malhumorada por las horribles noches sin dormir y el sueño. Aún así, estaba segura que ninguno de los que estaban a su lado tenía tanto nivel como ella, ni siquiera el comandante llevando más años en la milicia.

𝐋𝐄𝐆𝐄𝐍𝐃𝐒  |  𝕷𝖊𝖛𝖎 𝕬𝖈𝖐𝖊𝖗𝖒𝖆𝖓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora