JARLOS día 5

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JANE POV:

La mañana comenzó de forma tranquila. Carlos, como siempre, me despertó temprano, lleno de energía y emoción. Después de ayudarme a preparar un desayuno sencillo, con su característico entusiasmo, decidí que hoy era un buen día para hacer algo especial. Llevábamos varios días disfrutando juntos, pero sentía que un cambio de escenario, algo más grande y emocionante, sería perfecto para mantener su ánimo elevado.

JANE: (sonriendo) Carlos, ¿qué te parece si vamos al parque de atracciones hoy? Hay muchos juegos y toboganes, y estoy segura de que te encantarán.

Sus ojos se iluminaron de inmediato. Desde que el hechizo comenzó, cualquier actividad al aire libre lo llenaba de emoción, y el parque de atracciones era exactamente lo que necesitábamos para un día lleno de risas.

CARLOS: (saltando de emoción) ¡Sí, mamá! ¡Vamos! ¡Quiero subirme a los toboganes y correr por todas partes!

Al llegar al parque, Carlos no pudo contener su entusiasmo. Estaba rodeado de colinas llenas de césped, juegos infantiles, y varios toboganes que lo llamaban a gritos. Lo observé mientras corría de un lado a otro, incapaz de decidir qué juego probar primero. Su risa llenaba el aire, y verlo tan feliz me reconfortaba. Estos días bajo el hechizo habían sido un regalo, una oportunidad de vivir momentos que Carlos nunca había experimentado en su infancia real.

Después de un rato corriendo detrás de él y acompañándolo en algunos juegos, nos dirigimos a la zona con toboganes y juegos más grandes. Mientras Carlos trepaba emocionado por una estructura alta, vi a lo lejos una figura familiar. Mi corazón dio un vuelco cuando reconocí a Evie, quien también estaba corriendo por el parque, acompañada de Doug.

JANE: (sonriendo y llamando) ¡Evie! ¡Doug!

Evie, con su cabello azul brillante ondeando mientras corría, se detuvo al escuchar mi voz y nos miró con una enorme sonrisa. Carlos la vio y, sin pensarlo dos veces, saltó del tobogán para correr hacia ella.

CARLOS: (gritando felizmente) ¡Evieee!
EVIE: (riendo) ¡Carlos!

Ambos se encontraron en un abrazo apresurado, y en cuestión de segundos ya estaban corriendo juntos por el parque, como si fueran dos mejores amigos que no se hubieran visto en años. Me acerqué a Doug, que sonreía con ternura mientras observaba a Evie con la misma fascinación con la que yo miraba a Carlos.

DOUG: (riendo) Parece que el día acaba de volverse aún más emocionante para ellos.
JANE: (asintiendo) Definitivamente. Creo que no vamos a poder mantenerles el ritmo ahora.

CARLOS POV:

Evie y yo corríamos por todas partes, sin detenernos. El parque era enorme, con columpios que se balanceaban alto, toboganes que parecían montañas, y un terreno verde que se extendía hacia todos lados. Era el mejor lugar del mundo, y tener a Evie allí conmigo lo hacía aún mejor.

EVIE: (riendo mientras corría) ¡Vamos a subir al tobogán más grande!

Yo no podía estar más de acuerdo. Subimos a una torre de madera, y desde la cima podíamos ver todo el parque. La brisa acariciaba nuestros rostros, y mientras nos lanzábamos por el tobogán, nuestras risas se mezclaban con el viento.

Nos pasamos la tarde corriendo de un juego a otro. Nos subimos a los columpios, competimos en carreras improvisadas por la colina más alta y nos desafiamos a ver quién podía trepar más rápido las cuerdas. Doug y Jane nos miraban desde abajo, sonriendo con cariño, y aunque de vez en cuando los mirábamos, estábamos tan inmersos en nuestros juegos que apenas sentíamos el tiempo pasar.

JANE POV:

Doug y yo nos sentamos en una banca cercana mientras los observábamos. Evie y Carlos eran incansables, corriendo de un lado a otro, subiendo y bajando por las estructuras del parque. Era como si toda la energía del mundo estuviera concentrada en esos dos pequeños.

DOUG: (mirando con una sonrisa) Es increíble verlos así, tan despreocupados. A veces me olvido de todo lo que han vivido.

Asentí, comprendiendo perfectamente a lo que se refería. Estos días bajo el hechizo nos habían permitido ver un lado más inocente y puro de ellos, una versión que quizás nunca habíamos podido conocer del todo.

JANE: (sonriendo suavemente) Sí, es hermoso. Me hace pensar en cómo serían sus infancias si no hubieran pasado por tanto.

El sol comenzaba a bajar, tiñendo el cielo de tonos cálidos, pero Carlos y Evie no parecían detenerse. Después de correr alrededor de una fuente y mojarnos un poco, se lanzaron a los columpios una vez más.

EVIE: (gritando emocionada) ¡Vamos a ver quién puede llegar más alto!

Yo ayudé a Carlos a subirse, mientras Doug hacía lo mismo con Evie. Los dos competían, balanceándose tan alto como podían, con sus risas llenando el aire. Parecía que en ese momento, el mundo era solo para ellos.

CARLOS: (riendo mientras se balanceaba) ¡Voy a ganar, Evie!
EVIE: (riéndose) ¡No tan rápido, Carlos!

Nos quedamos viéndolos competir mientras las sombras se alargaban en el parque. Aunque ambos estaban claramente cansados, no querían detenerse. Finalmente, después de varias rondas de juegos, columpios, carreras y toboganes, los dos se dejaron caer en el césped, exhaustos pero felices.

Cuando el sol finalmente comenzó a ocultarse y el parque empezó a vaciarse, noté que Carlos y Evie estaban agotados. Se sentaron en el césped, respirando profundamente, pero con sonrisas aún dibujadas en sus caritas. Me acerqué a ellos, recogiendo a Carlos, que apenas podía mantenerse despierto.

CARLOS: (murmurando con voz adormilada) Hoy fue el mejor día, mamá...

Lo abracé mientras sentía cómo su pequeño cuerpo se relajaba en mis brazos. Evie también se veía completamente agotada, y Doug se inclinó para cargarla. Ambos niños habían tenido un día lleno de aventuras, pero era evidente que ya no podían más.

DOUG: (riendo suavemente) Parece que la diversión los ha dejado agotados.
JANE: (sonriendo mientras acariciaba el cabello de Carlos) Y felices. No podríamos haber pedido un mejor día.

Nos despedimos de Doug y Evie antes de regresar a casa. Mientras caminaba hacia el coche con Carlos dormido en mis brazos, no pude evitar sonreír. Hoy había sido un día especial, no solo por la diversión, sino por ver a Carlos reír, correr y disfrutar de una amistad pura y despreocupada. Estos días bajo el hechizo me habían permitido darle una parte de la infancia que nunca tuvo, y estaba decidida a hacer que cada día fuera tan mágico como el de hoy.

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