JONNIE día 2

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LONNIE POV:

El sol aún no había salido por completo cuando sentí un ligero tirón en la manta. Abrí los ojos y allí estaba Jay, su pequeño rostro apenas visible entre la penumbra de la habitación, pero sus ojos brillaban llenos de emoción. Sonreí ante su impaciencia, sabiendo que hoy, al igual que ayer, sería un día lleno de sorpresas y energía inagotable.

JAY: (con una sonrisa traviesa) Mamá... ¡ya es de día! ¿Jugamos?

Aún con algo de sueño, me senté en la cama y lo observé. Aunque no hacía ni 24 horas que el hechizo lo había transformado en un niño de cuatro años, Jay ya parecía haber asumido por completo su nuevo rol, y eso me hacía sonreír. Era difícil resistirse a su entusiasmo. Sabía que no tendríamos un momento de descanso, pero también que cada segundo con él valdría la pena.

LONNIE: (bostezando suavemente y sonriendo) Está bien, cariño. Vamos a jugar, pero primero necesitamos desayunar, ¿vale?

Jay asintió con entusiasmo y salió corriendo hacia la cocina, dejándome atrás mientras reía. A pesar de su tamaño pequeño, su energía era exactamente la misma que cuando era adulto. Su espíritu competitivo y aventurero seguía intacto, pero ahora, con la ternura de un niño que apenas descubría el mundo.

Después de preparar un desayuno sencillo de tostadas y jugo, Jay devoró su comida en tiempo récord. Apenas terminamos, saltó de su silla, ya ansioso por lo que vendría a continuación. Decidí que hoy nos quedaríamos en casa durante la mañana, aprovechando para jugar y disfrutar de momentos tranquilos juntos antes de salir a hacer alguna actividad más emocionante por la tarde.

LONNIE: (sonriendo mientras lo veía tan animado) ¿Qué te parece si hoy jugamos a construir una fortaleza? Puedo enseñarte a hacer una de almohadas. Será nuestra guarida secreta.

Los ojos de Jay se iluminaron al instante. Era como si la idea de construir una fortaleza lo hiciera sentirse como el guerrero que siempre había sido, pero ahora, en su versión más tierna.

JAY: (emocionado) ¡Sí! ¡Quiero una fortaleza grande! ¡Con puertas y ventanas para ver todo!

Comenzamos por reunir todas las mantas y almohadas de la casa. Jay corría de un lado a otro, trayendo cualquier cosa que pudiera servir para construir. Mientras él me pasaba las almohadas, yo iba armando la estructura en el salón. Cuando terminamos, la fortaleza de almohadas se alzaba majestuosa en el centro de la sala, con mantas formando un techo y almohadas sirviendo como muros.

JAY: (mirando la fortaleza con orgullo) ¡Es la mejor fortaleza del mundo!

Entramos juntos en la fortaleza, y una vez dentro, se creó un pequeño mundo propio para nosotros. Jay se tumbó en el suelo cubierto de mantas, mirando el techo improvisado con una sonrisa tranquila. Había algo mágico en ese momento, en cómo lo simple podía convertirse en una aventura épica en la mente de un niño.

LONNIE: (riendo) ¿Y ahora, caballero Jay? ¿Qué hacemos desde nuestra fortaleza?

Jay se puso de pie de un salto, agitando un cojín como si fuera una espada.

JAY: (gritando con valentía) ¡Vamos a proteger la fortaleza, mamá! ¡De los dragones!

Pasamos la siguiente hora jugando a defender la fortaleza de todo tipo de enemigos imaginarios. Dragones, piratas y monstruos invisibles, todos caían ante el valor del pequeño Jay, que luchaba con cojines y almohadas como si fueran armas legendarias. Su risa llenaba el espacio, y yo no podía dejar de reír junto a él. Verlo tan libre, sin preocupaciones ni miedos, era algo que nunca había visto en él antes.

Cuando finalmente decidimos que la fortaleza estaba a salvo, nos recostamos juntos dentro de ella, respirando con fuerza después de tanta acción. Jay, aunque seguía lleno de energía, empezó a mostrarse algo más relajado.

LONNIE: (mirándolo con una sonrisa) ¿Te divertiste, campeón?
JAY: (asintiendo con entusiasmo) ¡Sí! Pero... ¿podemos hacer algo más divertido ahora?

Me reí ante su pregunta. Jay no sabía lo que era quedarse quieto por mucho tiempo, ni siquiera en esta versión pequeña de él. Decidí que la tarde sería perfecta para salir a explorar el exterior, algo que Jay disfrutaría mucho.

LONNIE: (pensando) ¿Qué te parece si salimos al parque después del almuerzo? Hay columpios y mucho espacio para correr.
JAY: (emocionado) ¡Sí! ¡Quiero correr y trepar árboles!

Después de comer algo ligero, nos dirigimos al parque. Jay no podía contener su emoción. Apenas llegamos, salió corriendo hacia los columpios y se lanzó sobre uno de ellos. Lo empujé suavemente mientras su risa llenaba el aire, y pude ver la pura alegría en su rostro. Cada empujón lo llevaba más alto, y cada vez que volvía a bajar, me miraba con esa sonrisa traviesa que tanto conocía de él.

JAY: (gritando desde el columpio) ¡Más alto, mamá! ¡Quiero tocar el cielo!

Lo balanceé un poco más, asegurándome de que estuviera seguro, pero también dándole la libertad que siempre había buscado. Mientras lo veía disfrutar del columpio, pensé en cómo este hechizo le había dado a Jay una nueva oportunidad, no solo de ser un niño, sino de experimentar un tipo de libertad y alegría que su infancia real nunca le permitió.

Después de los columpios, Jay insistió en trepar a uno de los árboles cercanos. Aunque todavía era pequeño, seguía siendo el mismo Jay ágil y habilidoso que había conocido. Subió con facilidad por las ramas más bajas, riendo mientras me miraba desde arriba.

JAY: (mirando desde lo alto del árbol) ¡Mira, mamá! ¡Soy el rey del árbol!

Lo miré con una mezcla de orgullo y cariño. Jay siempre había sido el más aventurero de todos nosotros, y verlo ahora, disfrutando de cada pequeño desafío, me hacía darme cuenta de lo mucho que había crecido, no solo físicamente, sino también emocionalmente. Aunque ahora era un niño bajo el hechizo, su esencia seguía siendo la misma.

Pasamos el resto de la tarde corriendo, trepando y explorando el parque. Para cuando el sol empezó a bajar, Jay finalmente comenzó a mostrar signos de cansancio. Volvimos a casa, y después de una ducha caliente, lo ayudé a ponerse su pijama.

JAY: (con una sonrisa de satisfacción mientras se metía en la cama) Hoy fue un buen día, mamá.

Me senté a su lado y le acaricié el cabello, sonriendo con ternura.

LONNIE: (susurrando) Sí, fue un día maravilloso. Descansa, campeón. Mañana tendremos otra gran aventura.

Jay cerró los ojos, ya agotado, y pronto su respiración se volvió suave y rítmica. Me quedé sentada junto a él por un momento, observando su rostro relajado mientras dormía.

Sabía que estos días bajo el hechizo eran temporales, pero cada momento con Jay me hacía darme cuenta de lo afortunada que era de poder experimentar esta versión más joven y vulnerable de él. Aunque pronto volvería a ser el Jay que todos conocíamos, estos recuerdos se quedarían conmigo para siempre.

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