JONNIE día 4

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LONNIE POV:

Me desperté con el sonido de risas suaves y pasos rápidos en la habitación. Al abrir los ojos, vi a Jay corriendo de un lado a otro, completamente despierto y lleno de energía como siempre. Parecía estar inmerso en su propio juego, saltando sobre las almohadas como si estuviera evitando un peligro invisible. Su imaginación no tenía límites, y lo observé con una sonrisa mientras inventaba nuevas aventuras.

JAY: (riendo mientras saltaba) ¡Cuidado, mamá! ¡Hay lava en el suelo!

Me reí mientras lo veía saltar de un cojín a otro, su entusiasmo tan contagioso como siempre. Jay, incluso como niño, no podía quedarse quieto, y cada día me sorprendía con su energía ilimitada.

LONNIE: (levantándome con una sonrisa) ¿Lava? ¡Entonces tenemos que tener mucho cuidado!

Me uní a su juego, pisando con cuidado los cojines esparcidos por el suelo, como si realmente estuviéramos rodeados de lava. Jay me miró con complicidad, feliz de que participara en su aventura.

JAY: (riendo) ¡Tienes que saltar, mamá! ¡No podemos caernos!

Salté junto a él de un cojín a otro, disfrutando del juego y de su risa, sabiendo que estos momentos eran valiosos y efímeros. Mientras jugábamos, mi mente no podía evitar pensar en cómo Jay, en su forma adulta, siempre había sido competitivo y valiente, y ahora, como niño, esa esencia seguía intacta.

Después de varios minutos de evitar la "lava" y reírnos, finalmente ambos caímos en el sofá, exhaustos pero felices.

LONNIE: (riéndome mientras jadeaba ligeramente) ¡Lo logramos! ¡Sobrevivimos a la lava!

Jay se dejó caer a mi lado, respirando con fuerza y riendo con esa risa pura que solo los niños pueden tener.

JAY: (con una sonrisa satisfecha) ¡Somos los mejores, mamá!

Después de ese inicio de mañana lleno de aventuras imaginarias, decidí que hoy podríamos hacer algo un poco más relajado pero igual de divertido. Sabía que Jay adoraba estar al aire libre, pero también le gustaba aprender cosas nuevas, así que pensé que sería el día perfecto para llevarlo a una pequeña aventura al bosque cercano. Le conté sobre mi plan mientras preparaba el desayuno, y sus ojos se iluminaron al instante.

LONNIE: (sirviendo tostadas y fruta) Hoy pensé que podríamos ir al bosque, Jay. Hay un sendero hermoso con árboles grandes y muchos lugares para explorar. ¿Qué te parece?
JAY: (con los ojos brillando de emoción) ¡Sí! ¡Quiero trepar los árboles y buscar tesoros!

Sabía que la palabra "tesoros" siempre captaba la atención de Jay. Su espíritu aventurero nunca lo abandonaba, sin importar su edad. Sonreí mientras lo veía devorar su desayuno con entusiasmo, listo para la próxima aventura.

Después de preparar una pequeña mochila con agua y algunos bocadillos, nos dirigimos hacia el bosque cercano. El sol estaba alto, y el aire era fresco, perfecto para pasar la tarde explorando. Jay corría por delante de mí, emocionado por cada árbol, cada roca y cada insecto que veía en el camino.

JAY: (señalando un árbol alto) ¡Mira, mamá! ¡Ese es perfecto para trepar!

Lo miré y, aunque sabía que Jay era increíblemente hábil para su edad, no pude evitar sentir una ligera preocupación. Pero al mismo tiempo, confiaba en su agilidad y su instinto natural para trepar. Me acerqué al árbol con él, y lo ayudé a comenzar a subir.

LONNIE: (sonriendo) Ten cuidado, campeón. Pero sé que puedes hacerlo.

Jay trepaba con una facilidad sorprendente, sonriendo de oreja a oreja cada vez que alcanzaba una rama más alta. Me quedé abajo, observándolo con una mezcla de orgullo y cariño. Verlo tan libre, tan feliz en su propio mundo, me recordaba lo mucho que Jay siempre había necesitado esa libertad, incluso en su vida adulta.

JAY: (desde una rama alta) ¡Mira, mamá! ¡Estoy muy alto!
LONNIE: (riendo) ¡Eres increíble, Jay! Eres el mejor trepador que conozco.

Bajó del árbol con una sonrisa de satisfacción, y seguimos caminando por el sendero, explorando cada rincón del bosque. Jay recogía pequeñas piedras y hojas que le parecían interesantes, guardándolas en su bolsillo como si fueran auténticos tesoros. Para él, cada cosa que encontraba era un descubrimiento, algo que hacía que sus ojos brillaran de emoción.

Después de un rato, encontramos un claro en el bosque, un lugar perfecto para descansar un poco y disfrutar de la merienda que habíamos traído. Nos sentamos sobre una manta, y mientras comíamos algunas frutas, Jay miraba a su alrededor con curiosidad.

JAY: (mientras mordía una manzana) Mamá, ¿crees que haya animales escondidos por aquí?

Sonreí ante su pregunta. Jay siempre había tenido una fascinación por lo desconocido, y en su mente de niño, el bosque estaba lleno de criaturas mágicas y misteriosas.

LONNIE: (mirando a su alrededor como si estuviera buscando) Es posible. Tal vez hay conejos escondidos, o incluso algunos pájaros raros que solo viven aquí. ¿Te gustaría buscar?

Jay asintió emocionado y se levantó de inmediato, comenzando a explorar los alrededores en busca de cualquier señal de vida animal. Aunque no encontramos grandes criaturas, sí vimos algunas ardillas corriendo de un árbol a otro y un par de aves que volaron sobre nuestras cabezas. Para Jay, cada pequeño animal era parte de una gran aventura.

La tarde continuó tranquilamente, y después de un largo paseo por el bosque, decidimos regresar a casa. Jay, aunque aún lleno de energía, comenzaba a mostrar signos de cansancio. Caminamos juntos de regreso, con él sosteniendo mi mano, su otra mano jugando con una pequeña hoja que había encontrado y que consideraba su "tesoro del día".

Cuando llegamos a casa, le preparé un baño caliente, y mientras jugaba con las burbujas, noté que sus movimientos se hacían más lentos. Su agotamiento por el día comenzaba a ganarle.

Después del baño, lo ayudé a ponerse su pijama y lo arropé en la cama, con su pequeño tesoro (la hoja) colocada cuidadosamente en la mesita de noche. Se acurrucó entre las mantas, su sonrisa aún presente, aunque sus ojos ya se cerraban lentamente.

JAY: (murmurando adormilado) Hoy fue un buen día, mamá... Quiero ir al bosque de nuevo mañana...

Le acaricié el cabello suavemente, sonriendo ante su pedido.

LONNIE: (susurrando) Claro que sí, Jay. Mañana será otro gran día. Descansa ahora.

Jay se quedó dormido casi al instante, su respiración suave y rítmica llenando la habitación. Me quedé a su lado un rato más, observando su rostro tranquilo, sintiéndome agradecida por cada uno de estos momentos con él.

Sabía que este tiempo con Jay como niño no duraría para siempre, pero cada día que pasaba, sentía que nuestra relación se fortalecía aún más, no solo como amigos, sino también en este nuevo rol de madre e hijo que había adoptado bajo el hechizo. Y aunque sabía que pronto volvería a ser el Jay adulto que conocía, estos días quedarían grabados en mi corazón para siempre.

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