23. La historia.

88 9 0
                                    

Después de una mañana un tanto… ¿Rara? Con Jaeden, quien después de aquella escena en el probador no me dirigió la palabra, nos adentramos al camino de tierra que conduce hacia la casa, una canción de aquel artista que no conozco se reproduce y trato de seguir el ritmo de esta con mis dedos. De vez en cuando volvía el rostro hacia el castaño a mi lado, pero este se encontraba tranquilo, como si no hubiera pasado nada en nuestra salida.

Decidida a olvidar aquel momento dejo de mirar a Jaeden y busco mantener mi mente ocupada en otras cosas, llevándome a mirar hacia la ventana y detallar cada cosa que puedo observar en el camino que pronto nos adentra a un túnel hecho por los grandes árboles que abundan cerca de la propiedad.

Cierro los ojos por un momento y dejo que mi cuerpo se relaje, sigo moviendo mis dedos sobre mi muslo. Un pequeño recuerdo viene a mi mente, mi padre, el verdadero, iba conmigo en su auto. Yo sentada en una silla para niños en los asientos traseros y él conduciendo. Una canción animada sonaba en las bocinas del vehículo, era su favorita, y aunque era muy pequeña podía recordar a la perfección esa melodía. La escuchaba cada vez que podía.

Nunca guarde rencor a mi madre por haber decidido dejarlo, así como tampoco lo hice con él cuando decidió que nos llevaría con él a su muerte. Siempre tuve presente que nos amaba mucho a mamá y a mí, pero estaba sufriendo, lo sabía por la forma tan drástica en la que lo ví cambiar. Desde pequeña había sido una niña muy atenta a lo que pasaba a mi alrededor, mis abuelos solían decir que sería una chica muy lista. Pero ahora no me sentía una chica lista quedándome con estos chicos y permitiéndoles llevarse mi libertad.

— Llegamos — el suave murmuro de Jaeden me hace abrir los ojos.

Me encuentro con un auto aparcado en el jardín principal de la casa y una ligera crispa de felicidad me envuelve. Un poco ansiosa espero a que Jaeden aparque el auto y una vez que nos detenemos bajamos al mismo tiempo de auto y el castaño abre una de las puertas traseras dónde saca la caja y bolsas de nuestras compras en la ciudad.

Juntos nos adentramos a la casa y sigo mi camino al igual que Jaeden, yendo cada uno por caminos distintos. Camino por toda la casa y está me lleva hasta el patio trasero dónde se encuentran unas bancas para tomar asiento, ahí veo una delgada figura y aunque viene en ropa casual lo reconozco bien.

El chico parece notar mi presencia ya que enseguida se gira sobre su asiento y nuestras miradas se encuentran. Nos miramos durante unos escasos segundos, ambos al borde de las lágrimas, y sin decir nada nos acercamos al otro para unirnos en un fuerte abrazo.

Puedo escuchar como Aidan llora suavemente en mi hombro mientras yo me aferró a su cuerpo.

— Siento mucho no haber estado antes aquí. Tuve que salir a Toronto y cuando recibí la llamada de Finn yo quise volver pero…

Aidan se detiene un momento llevándose las manos al rostro para frotarse este. Habíamos decidido salir a caminar, un poco más lejos de la propiedad, a un área que desconocía por completo. Un pequeño quiosco en buen estado con bancas para tomar asiento.

— Tranquilo Aidan, — murmuro llevando mi mano hacia su hombro dándole un ligero apretón — también me hubiera gustado que estuvieras aquí.

El pelinegro asiente y vuelve su mirada hacia el frente, perdiéndose en la bella vista que se nos da del campo abierto.

— Aún no he hablado con Jack, siento que aunque quisiera no soportaría verlo. Mi tía siempre lo dejo hacer lo que quisiera, y ahí están las consecuencias.

Desconocidos [FANFICTION]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora