Capítulo 23: Una prueba de fuego y un plan

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Llegué a mi casa con un extraña sensación en el pecho

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Llegué a mi casa con un extraña sensación en el pecho. Había dejado a Olivia bien acompañada, lo sabía, pero no podía acallar una sensación de desazón que me nacía del estómago y me corría por dentro, desde que nos habíamos separado.

Le mandé un mensaje nada más aparcar la moto, siguiendo con la broma del secuestro:

«Sano y salvo en casa, tras mi #liberaciónpacífica»

No tardó en contestar:

«Genial. Soy una cac...ahuete de secuestradora» y unos iconos de risas debajo.

¡Habían vuelto las palabrotas! Eso sin duda era síntoma de que estaba mejor. Algo más animado subí a casa, aunque seguía sintiendo esa opresión en el pecho.

La alegría inicial de ver a mis hermanos y a mi padre después de casi dos días enteros, no me duró demasiado.

Tras una comida llena de gritos, codazos, vasos de agua que se derramaban, regañinas a Paolo por hablar con la boca llena y recibir más preguntas por minuto de las que cualquier cerebro normal pueda procesar, lanzadas principalmente por Ginger y Abel, me encerré en mi habitación con un dolor de cabeza importante.

¿Las comidas siempre eran así? ¿Siempre habían sido así? Lo cierto es que nunca me había parecido que el "circo de los Valero" fuera tan monumental como me lo estaba pareciendo en ese momento, aunque quizás se veía acuciado después del deleite que era disfrutar de las comidas en compañía de la taheña.

Fuera de mi habitación el bullicio de la casa seguía en pleno apogeo, y traté de desconectar poniéndome los cascos. Con el móvil busqué en Spotify una de mis playlists favoritas y me la puse a un volumen suficiente para no oír nada más que mis propios pensamientos.

En dos semanas debería empezar la universidad otra vez. La idea de irme de cooperante a Senegal, volvió desde un rincón apartado de mi memoria con cierta fuerza. No hacía tanto tiempo que me había estado dejando seducir por ese deseo latente de reencontrarme con mis orígenes; fue justo cuando Olivia entró en mi vida que lo había relegado y ahora se me antojaba una idea muy lejana.

El curso pasado ya había tenido ciertas dificultades para aprobar todos los créditos debido a lo complicado que me resultaba encontrar, en mi propio hogar, la calma que requería estudiar, y por eso más de una tarde, terminaba abriendo los libros en casa de los Andina.

Ese pensamiento sumado a que empezó a sonar la potente voz de Aretha interpretando Chain of fools, me llevó inevitablemente a Rita.

Habían pasado tres días desde que me fui de mala manera de su casa, aunque parecía una eternidad. Los dedos se me fueron solos a escribirle un mensaje.

«Siento cómo me marché el viernes, Rian. Leo ya tiene su móvil nuevo» y añadí un icono de carita sonriente.

Comprobé con asombro que su respuesta, aunque fue inmediata, no me provocaba ese pellizco en el corazón que ya venía siendo habitual.

✅ Besos PredestinadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora