Capítulo 42: Barcelona (crossover con AULA 36)

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***Nota de la Autora***: Este capítulo está dedicado a una fantástica escritora y amiga que se hace llamar en redes PersefoneEntreLibros; actualmente ya no se encuentra aquí en Wattpad pero podéis leerla en otras plataformas como Inkitt (y si no l...

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***Nota de la Autora***: Este capítulo está dedicado a una fantástica escritora y amiga que se hace llamar en redes PersefoneEntreLibros; actualmente ya no se encuentra aquí en Wattpad pero podéis leerla en otras plataformas como Inkitt (y si no la conocéis, ya estáis tardando en buscarla). Sus novelas «Aula 36» y «Aula 38», me abrieron las puertas al magnífico universo que está creando con su saga «Hilos y Pedazos» y ha motivado mi imaginación hasta el límite de atreverme a hacer este pequeño crossover.

Y a todas las lectoras de Persèfone: espero que os guste ver a sus chicos desde mis ojos.

Con el móvil nuevo en la mano, me cercioré por enésima vez de que estaba yendo en la dirección correcta

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Con el móvil nuevo en la mano, me cercioré por enésima vez de que estaba yendo en la dirección correcta. Nunca había estado en Barcelona, mucho menos en Sant Cugat, y todas las calles me parecían idénticas.

El sábado, después de ducharme y comer algo rápido, salí de la casa de Aranjuez directo a mi casa familiar de Madrid, previo paso por una tienda de telefonía móvil. Configuré el nuevo terminal y gracias a "la nube", recuperé todos mis contactos.

Hablé con mi padre acerca de lo ocurrido y me ayudó a poner en claro algunas cosas.

Cuando le comenté a Leo que quería hacerme un tatuaje, enseguida me dio un nombre: Lucas Rebull. A su criterio, el mejor artista que había conocido y un tipo de total confianza. Me puse en contacto con él, pero ya no trabajaba en Madrid, había vuelto a su tierra natal.

Mi plan para recuperar a Olivia, ese que había trazado sentado en las escaleras donde ella me había abandonado hacía apenas setenta y seis horas antes, constaba de varias fases.

No tenía ninguna garantía de que fueran a funcionar, pero no iba a darme por vencido antes ni siquiera de intentarlo. No cuando lo nuestro había acabado antes de empezar y por algo tan nimio como un serie de malos entendidos.

Una de las fases era hacer visible lo que ella había dejado grabado en mi piel. Todo lo que significaba para mí. Tratar de retener su huella y mostrarla de forma prácticamente eterna me parecía un gesto muy romántico, pero es que además sentía la imperiosa necesidad de hacerlo. Y si para ello tenía que desplazarme a cuatrocientos kilómetros de casa, lo hacía gustoso.

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