Capítulo 27: Perspectivas

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Olivia, manteniendo las riendas, hizo y deshizo toda la noche como quiso y por donde quiso; experimentando, probando

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Olivia, manteniendo las riendas, hizo y deshizo toda la noche como quiso y por donde quiso; experimentando, probando... llevándonos al orgasmo en múltiples ocasiones.

Sabía lo que quería y lo manifestaba sin tabúes. Exploró y jugó a antojo con nuestros cuerpos hasta que dijo sentirse saciada.

—Ufff —resopló con satisfacción, reponiéndose del último asalto—, me tiemblan hasta las pestañas —hizo una pausa tomando aliento sonoramente —. Y creo que se me va a salir el corazón por la boca.

Sonreí, resollando entrecortadamente, yo también estaba exhausto, a pesar de ser ambos buenos deportistas.

—¿Sí? El mío hace rato que ha salido... —bromeé.

Ambos reímos, dejándonos caer encima de la cama; desmadejados uno al lado del otro. Al cabo de un rato, Olivia se acurrucó contra mi costado, haciéndose casi un ovillo. Pronto su respiración suave y acompasada me indicó que estaba dormida.

A mí, conciliar el sueño me costó un poco más; estaba agotado, deseando descansar, pero había vivido demasiadas emociones y no podía dormir. Mi mente estaba empeñada en repasar al milímetro las últimas sensaciones vividas.

Porque ya sabía que Olivia no era un simple torbellino, era todo un huracán, pero acababa de comprobar que ese huracán enaltecía cómo nadie mi cuerpo y calmaba mi alma.

🏀🩰🏀🩰🏀🩰🏀🩰🏀🩰🏀🩰🏀🩰🏀

A la mañana siguiente unos pequeños ruidos en la estancia contigua y el olor del café recién hecho me despertaron.

La taheña, vestida con una camiseta holgada gris, que le dejaba un hombro al descubierto por el que asomaba un fino tirante de color rosa y unas mallas negras hasta la rodilla, paseaba alrededor de la gran mesa del comedor como si flotara; con diminutos pasos que emitían un particular ruido rítmico. No tardé en darme cuenta que estaba alzada sobre uno de sus múltiples pares de zapatillas de bailarina y que eso era lo que había oído al despertarme.

Iba con una taza de café en una mano y unos documentos -que estaba leyendo-, en la otra. No se había percatado de mi presencia y aproveché unos segundos para observarla a mis anchas. Antes de conocerla, la danza nunca me había interesado, la verdad  así que no conocía casi nada de ese mundillo. Y aunque su elasticidad ya me había fascinado en multitud de ocasiones, nunca la había visto "subida" a esas endemoniadas zapatillas que le destrozaban los pies y la convertían en un precioso ser flotante.

—Buenos días... —saludé pasados unos segundos, antes de que me descubriera mirándola como un gilipollas —. Has madrugado...

Ella se giró hacia mí con un rápido y grácil movimiento y levantando la vista de los papeles, sonrió, afirmando con suavidad. Era alucinante ver el equilibrio que tenía pues de la taza no se había derramado ni una gota.

—Un poco —apostilló ensanchando la sonrisa y con naturalidad, dejó los papeles y el café sobre la mesa y poniendo por completo ambos pies en el suelo, preguntó —: ¿Quieres un café?

✅ Besos PredestinadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora