Capítulo 34: La mudanza

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Después de dejar a Rita en su casa y con la promesa de seguir hablando, sobre todo si las cosas con Norma se ponían peor, me fui a Aranjuez

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Después de dejar a Rita en su casa y con la promesa de seguir hablando, sobre todo si las cosas con Norma se ponían peor, me fui a Aranjuez.

Íbamos a afrontar el último tramo de las reformas. Durante toda la semana, con la ayuda de mis hermanos, de Lucía y de Allegra que se nos había sumado algunas tardes entre los servicios de comidas y cenas, habíamos retirado todos los objetos y enseres que ya no iban a ser necesarios, empaquetado las cosas de Olivia, hecho una primera limpieza a fondo y pintado las paredes de lo que iba a ser nuestra habitación y la nueva zona de estar, en el piso superior.

Aunque aprovecharíamos todos los muebles posibles, como cama o armarios, Olivia y Allegra habían ido a una mueblería a encargar unas estanterías y un sofá que la tienda se había comprometido a traer ese sábado.

Cuando llegué, pasadas las diez de la mañana, la actividad en la casa ya era frenética y la cancela blanca al igual que la puerta de entrada permanecían abiertas.

Al aparcar había visto el camión de la mueblería y a sus operarios descargando y entrando paquetes. Entré detrás de uno de ellos y busqué a mi pelirroja favorita.

No la vi pero la oí, proveniente de la que hasta ese día había sido su habitación. Hablaba a toda mecha en italiano:

-Tutto deve andare al piano di sopra: l'armadio, la scarpiera, la scrivania e il letto. Penso che l'armadio dovrà essere smontato, ma il resto, ben organizzato, possiamo. Presta attenzione ad Andrea, per favore. [1]

Entré y vi a cinco o seis hombres de diferentes edades ataviados con ropa de trabajo y herramientas en las manos que miraban atentamente a Olivia. Algunas caras me sonaban de cuando estuvimos despidiendo a Hoa, pero nunca he sido muy bueno para recordar nombres... A quién sí que reconocí entre ellos fue a Andrea, que enseguida levantó la mano para saludar.

-Hola, Héctor -me dijo y luego se dirigió en italiano al resto de hombres -: Lui è il ragazzo della nostra Olivia.

No me hizo falta mucha traducción para estas últimas palabras porque Olivia se giró y se acercó hacia mí entre un coro de vítores y aplausos.

Se puso de puntillas mientras me agarraba de los brazos y me susurró:

-Lo siento, es lo que esperan...

Acto y seguido me besó con mucho ímpetu. Le devolví el beso con las mismas ganas y prolongamos la caricia durante unos segundos, mientras de fondo se intensificaban los aplausos.

Al separarnos, ambos estábamos sin aliento, con la mirada perdida en el otro y una sonrisa amenazando con partirnos la cara. Una lluvia de silbidos, comentarios, palmadas en el hombro y pellizcos en los mofletes de Olivia, nos devolvió a la realidad.

✅ Besos PredestinadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora