Capítulo 37: Olla exprés

97 12 26
                                    

Cuando entré en el local de Pinto, enseguida vi a Leo. Sentado en una mesa del fondo, comía -mareaba más bien- unas patatas fritas, con un gran vaso de refresco al lado. Me senté frente a él directamente sin pedir nada, no tenía hambre alguna. Al verme, hizo un leve movimiento con la cabeza a modo de saludo y me ofreció la bandeja con las patatas fritas. Negué con la cabeza.

-Bueno... aquí me tienes -dije, intentando que no se me notara demasiado la impaciencia en la voz al ver que él no decía nada.

-No le has dicho nada a tu novia, ¿verdad? -soltó como única respuesta, sin apenas mirarme a los ojos.

-¿En serio me lo preguntas? -cuestioné con cierta irritación y alzando una ceja escéptica.

Bufó y se mesó el pelo, con nerviosismo.

-No, no. Perdona -se disculpó e hizo una pequeña pausa. Levantó los ojos hasta dar con los míos y lo soltó -: Voy a dejar el equipo.

Me quedé perplejo, sintiéndome como un idiota, porque no entendía nada. La única razón plausible de tanto secretismo con Olivia tenía que ser Lucía, y ahora, me salía con esas.

-Pero si el básquet es tu vida... -dije sin salir de mi estupor.

-No he dicho que vaya a dejar el básquet. Sólo al equipo.

Asentí sin decir nada, dejándole un poco de espacio para que se explicara con calma. No quería atosigarle con preguntas, la verdad es que parecía muy descompuesto. Bebió un sorbo largo del refreco y volvió a hablar:

-Estoy hecho un lío,... he pensado mucho estos días. Y sé que la cagué con Lucía. Mucho. Fui un gilipollas desconsiderado, un grosero... y no quiero volver a meter la pata, ¿sabes? Por eso quiero hacer las cosas bien, con calma. Quiero poder contárselo todo; sin secretos, que son una mierda y bien lo sé por experiencia propia. Que hubiese matado a mi hermana, con todo lo que yo la adoro. -Hizo una breve pausa y terminó abatido -: El problema es que no sé cómo hablar con ella...

-¿Has probado por teléfono? -dije con cierta ironía.

-Ja, ja. Muy gracioso -me contestó con sorna, aunque sonriendo, que es lo que yo buscaba-. Ya lo he intentado... pero cuelgo en el último segundo. Sé que no querrá quedar conmigo a solas, tío... Lo sé, porque la entiendo. La beso como si no hubiese un mañana y no sólo me piro al cabo de un segundo, sino que ni siquiera le mando un mensaje, ni doy señales de vida, ni nada... Por eso quería pedirte que organices una salida los cuatro como la última vez o quizás podamos hacer una cena en vuestra casa o algo así... Eso me daría la oportunidad que necesito.

Acabáramos, pensé. Ya estaba todo claro, y además tenía una buena solución para mi amigo, aunque no iba a usar ninguna treta.

-Eso sería una emboscada en toda regla, Leo, y no sé si ninguno de los dos saldría vivo de ella... pero estás de suerte, colega -le dije meneando la cabeza-. En dos semanas es el cumple de Olivia.

Los ojos de Leo se encendieron como dos bombillas de cien vatios.

-¡¡Eso es perfecto, tío!! Muchas gracias.

El alivio que sintió se hizo patente, fue como si acabara de quitarle una losa de cien kilos de encima. Volvió a agradecerme mi discreción y nos despedimos con rapidez.

No le dije que le había mentido a mi chica para salvarle el culo, pero a mí no se me iba de la cabeza y estaba impaciente por regresar. Camino a Aranjuez, sólo deseaba llegar a casa y fundirme con Olivia. Contarle la verdad y compensárselo haciendo el amor toda la tarde; pero la vida tenía otros planes para mí.

Al entrar en casa, mi pelirroja favorita estaba removiendo una salsa que olía de maravilla. No me fijé que sus movimientos eran duros y nerviosos, simplemente me acerqué y la abracé por detrás, estrechándola contra mi pecho. Intentando saciar mis ganas de ella.

✅ Besos PredestinadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora