Al instante, Olivia se separó de mí. Azorada y con la cara descompuesta, se acercó rauda a un escritorio de madera oscura situado al lado opuesto de la cama y pulsó el botón superior de un pequeño reloj-despertador. La alarma cesó.
—¡Jo..sé de Espronceda! —exclamó la taheña. Y mientras corría por la habitación poniéndose la camiseta blanca que hacía un rato se había quitado, me dijo —: Perdóname, Héctor. Tengo que subir un segundo a darle la medicación de las ocho a mi madre. —Abrió la puertecilla del armario que estaba al lado del escritorio y se puso un pantalón muy corto de pijama, mientras seguía hablando con evidente nerviosismo —: Lo siento de verdad; no me he dado cuenta de la hora que era... ¡cor...dones!
Miré de soslayo mi reloj de pulsera, lo cierto es que habíamos perdido la noción del tiempo y la tarde estaba llegando a su fin, pero no me importaba en absoluto.
—¡Ey! —le dije con suavidad a la vez que le cogía las manos y la hacía parar un segundo—. Es tu madre. Eso va por delante de todo. Yo te espero aquí, tranquila.
Olivia me miró, regalándome una de esas sonrisas que le iluminaban la cara y asintió. Luego torció el gesto.
—Espera... ¿tú no tenías que ir a ver a tu amigo Leo? Te estará esperando...
Sonreí ante su consideración, aunque ya hacía mucho rato que mi subconsciente había decidido que subir a Montejo de la Sierra iba a tener que esperar.
—No te preocupes por eso —le dije con dulzura—. Vete a atender a tu madre, por favor. No me voy a ninguna parte. Al contrario, si te puedo ayudar, sólo dímelo.
—Vale. —Asintió y, desde la puerta, me dijo —: Estás en tu casa, a tu aire, ponte cómodo.
Se marchó sin cerrar y la seguí, primero con la mirada y luego acercándome al quicio de la puerta, viendo su trasero respingón moverse a través de los espejos del comedor hasta que se perdió definitivamente al salir de la cocina.
Entonces me puse la camiseta de nuevo, y sin nada mejor que hacer, observé la habitación donde me encontraba. Era amplia, alargada más que ancha.
Estaba limpia y ordenada. Se entraba en ella desde el comedor/ sala de baile, al final de la pared de los espejos. Ahí es dónde me encontraba y desde ahí vi que había dos grandes ventanales a la izquierda. La cama quedaba bajo uno de ellos, anulando todo un lateral, cerca de la puerta. En la pared contraria, un poco más allá, estaba el escritorio con el despertador, seguido de un ropero alto, ambos de madera oscura, y al fondo, opuesta a la puerta, había una zapatera alta abierta, de baldas de madera a juego con el resto de muebles; estaba llena de zapatos rojos: de tacón, planos, sandalias, botines y puntas de ballet en varios tonos pastel, incluso vi un par azul y otro verde que me llamaron la atención porque desentonaban un poco del resto, que se movían entre el rosa y el blanco. A su lado, colgaba de la pared un televisor, de manera que se podía ver estando desde la cama.
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✅ Besos Predestinados
Novela Juvenil🔞 CONTENIDO MADURO (+18) Besos #2 "Chocolate y Mango". La historia de Héctor. ***************************** «Decirle adiós no fue lo difícil, el problema está en demostrar que ahora sólo son amigos.» ............ Unos cuantos meses después de su...