3. Bastian y Emanuel

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A la mañana siguiente. La temperatura en a las ocho de la mañana era más de veintiséis grados y una sensación de térmica de treinta. Me fije que Emanuel estuviese en su cama, sin tener alguna molestia sobre el insoportable calor que estaba haciendo afuera. Por suerte estaba dormido plácidamente, con su manta y el aire acondicionado encendido en su habitación.

Me di una ducha de quince minutos. Opte por un top amarillo y un short blanco de tiro alto. Hace poco me había comprado algunas prendas, debía cambiar mi armario y también de Emanuel, la diferencia es que él sigue creciendo y sus remeras le quedaran muy pequeños dentro de unos meses. Ate mi cabello en una coleta un poco baja.

Estudiar en la casa es una rutina que me gusta. Despertar a las ocho de la mañana, darme una ducha de quince minutos, vestirme para andar en la casa o a veces se me da por querer estar bonita por el simple hecho de sentirme bien, y tener buena autoestima. Después me hago el desayuno, aprovecho que Emanuel sigue durmiendo: él siempre se levanta a las once. Tengo mis clases de Psicología, estudio un rato aunque la verdad esta carrera ya casi no me entusiasma pero no falta mucho para obtener el título y por fin trabajar, lo había elegido cuando me entere que Emanuel era especial, y entonces me anote en varias universidades. Pero aunque no me entusiasma la carrera, igual creo que ninguna carrera me hubiera sentado bien. Pensar en estudiar, leer cientos de páginas se me hace estresante, aunque no estoy tan mal con las calificaciones.

Ya son las once. Emanuel baja de las escaleras, ya sin su pijama, y busca en la heladera su yogurt de fresa: su favorito. El timbre de la casa suena. Se me hace raro que alguien venga a la casa o al menos que sea...

Abro la puerta y me encuentro con mi dulce y hermana que se le olvida que tiene dos hermanos aquí en esta casa. No la culpo, ella es mayor pero me gustaría que al menos tuviera algo de corazón con nosotros. Ella se fue cuando mis padres fueron asesinados. Se marchó a Europa y tuve que arreglármela sola, no le tengo rencor, ni nada, porque creo que nos hubiésemos peleado mucho si conviviéramos juntas.

- Julia. - Suspiro mirándola. Ella pasa con una sonrisa.

- Hola Ema. - Él está en la sala bebiendo su yogurt. Mira la televisión como siempre sin volumen.

- ¿Qué haces por aquí? ¿Te dejo Hernán?

Entro en la cocina. Empiezo a sacar los ingredientes para hacer el almuerzo.

- ¿Te quedaras almorzar?

- Ese estúpido Hernán. - Se sienta en el taburete. Apoya sus brazos en la encimera y agarra una manzana roja. - Solo es bueno para follar, pero para algo serio es un completo idiota.

- Eso porque tú eres muy intensa. Deberías tomártelo con calma.

- Lo dice la experta en amores. - La miro de reojo. No quiero desconcentrarme en cortar la cebolla, ni tampoco quiero terminar sin un dedo.

Lo que todavía no comprendo, es porque mis padres me dejaron la casa para mí, y no para Julia cuando ella es la mayor.

De acuerdo por un lado debería saberlo. Ella es demasiado despistada, rebelde, y va a su manera en la vida: no es que este mal. Pero a veces me gustaría decirle que deje de andar en fiesta en fiesta, en dejar de tener sexo con hombres desconocidos e ir a buscar una carrera en una universidad. Me encantaría tener su vida, pero claramente, estoy a cargo de por vida de Emanuel, de esta casa y también en qué hacer con mi maldita vida, y en ganar dinero para sobrevivir.

- ¿Vienes a burlarte de mí? Te recuerdo que estoy cocinando, y si quiero no te daré de comer.

- Okay. - Alza sus manos, y sigue comiendo la manzana. - Hay unos vecinos nuevos. Creo que le dicen los Darler, Raler...

Sin Control [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora