25. Porque tu no me harías daño

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La música se escucha un poco baja pero se mantiene a ese nivel porque algunos hablan. Otros bailan en el medio de la pista que esta aun lado de la piscina.

Michael y April están juntos sentados en una mesa individual solamente para ellos dos. Se los ve bien, enamorados y April le brillan los ojos.

¿Quién iba a decir que me ganaría un par de amigos? Un novio, una amiga y tal vez una amiga más que antes fue mi enemiga. Susie está hablando con uno de los amigos de Victor. Bastian es un niño pero grande a la vez, saca a bailar a su madre para no sentirse solo en la fiesta. Desde el primer día que lo había conocido me agrado, es un niño que robaría el corazón de cualquier chica.

— ¿Disfrutando de la fiesta?

Volteo a ver quién es la persona que me hablo. Me sorprende que es la señora Adler.

— Señora Adler. — Trato de ocultar lo sorprendida que estoy.

— Por favor dime Ada.

Está claro que Victor y ella se parecen bastante. Su carácter, y hasta en la manera de hablar, en tratar de sonar amable.

— Ada. — Sonrió.

— ¿Cómo estás? Ya sabes... como lo estas llevando.

— Bien. Trato de estar bien pero Victor se encarga de mantenerme de pie.

— Nunca lo había visto enamorado. — Mira a Victor que está hablando con sus amigos. Su sonrisa es perfecta, lo hace tan inconsciente que ni siquiera se da cuenta de que tiene una sonrisa enorme en su rostro y sus ojos brillan con tanta intensidad. — Siempre había traído chicas a la casa. No en esta. — Bebe un sorbo de su copa. — Pero nunca se había fijado en alguien. No hasta ahora, y creo que algo en él cambio.

— ¿Si?

— Si. Victor era un chico rebelde antes. Se metía en problemas en la escuela y hasta los primeros días de la universidad. Por eso su padre le dio la opción de seguir estudiando pero en la casa, porque era un poco estresante ir todos los días por algo nuevo que Victor hacía. Las mujeres salían llorando de su cuarto, y algunas veces discutíamos por eso. Tenemos el mismo carácter, pero a él todavía le cuesta dominarlo.

— Creo que ahora lo lleva bien.

— Gracias a ti. — Me regala una sonrisa.

— Le quería dar las gracias por recomendarme a la enfermera. Cuida muy bien de Emanuel.

— Nuria es una mujer excelente.

— Lo es.

— Bueno. Disfruta de tu noche, porque ahí viene Victor.

Justamente Victor está enfrente de mí.

— ¿Podemos hablar?

— Claro.

La señora Adler se va dejándonos solos.

— Ven conmigo.

Él me toma de la mano, y atravesamos el ventanal para estar dentro de la casa. Subimos las escaleras, y entramos en su habitación.

La música, y las voces se siguen escuchando desde aquí arriba.

— Se puede saber ¿Por qué me trajiste aquí? — Me cruzo de brazos, y volteo para mirarlo. Él cierra la puerta con seguro, y sonríe inocentemente.

Sé porque me ha traído aquí, y la verdad es que no voy a detenerme.

— Quiero estar a solas contigo. — Rodea sus brazos alrededor de mi cintura. — Y quitarte este vestido.

— ¿Y qué esperas? — Observo sus ojos. Su pupila esta dilatada, sus labios húmedos.

Pega sus labios a los míos. Al principio es suave, se toma el tiempo de que ese fuego a nuestro alrededor se vaya extendiendo poco a poco y a la vez llenándonos de desesperación entre los dos. Su mano se desliza desde mi mejilla hasta mis hombros. Se aleja un poco para observarme; los dos estamos con las mejillas coloradas, y ardiendo. Relame sus labios, y se agacha un poco para dejar algunos besos húmedos en mis hombros. Mis ojos se cierran al instante. Me da la vuelta, quedándome de espaldas. Siento su respiración en mi nuca, sus labios en mi cuello, y su mano deslizando el cierre del vestido.

Cada parte de mi ser empieza a despertarse. Mis hormonas, mi piel erizándose con cada roce de sus dedos en mi espalda. Termina por desnudarme, y poner el vestido encima de una silla. Vuelve a mí para seguir con su tortura, porque yo ya quiero tenerlo dentro de mí.

— No quiero que seas delicado conmigo.

Sé porque es así. No quiere asustarme, no quiere despertar recuerdos que fueron un infierno para mí.

Me da la vuelta, y sus ojos conectan con los míos.

— No quiero lastimarte.

— Yo confió en ti. — Apoyo mi mano en su mejilla. — Porque tú no me harías daño.

Beso sus labios. Desabrocho los botones de su camisa, pero él me aparta las manos para arrancarse la camisa de un solo tirón. Con un solo brazo me carga haciendo que mis piernas rodeen su cintura, y caemos los dos a la cama; yo de espaldas, y él encima de mí. Siento su masculinidad cerca de mi zona. Nuestras respiraciones se vuelven más acelerada, descontrolada. Sus manos deslizan mis bragas.

Solamente se aleja unos segundos para agarrar un condón.

Se arrodilla ante mí. Lo veo bajar el cierre de su pantalón negro, y bajarlo junto con su bóxer. Trago saliva al verlo desnudo.

Siento como entra en mí lentamente. Cierro mis ojos, y un suspiro sale de mi boca.

— Te amo. — Se acerca a mí.

Nuestros labios están tan cerca.

— Te amo. — Sonrió.

Creo que escribiría una historia sobre Victor y yo. En cómo nos conocimos, las veces que me hizo sentir que mataría a cualquiera que se me cruzara por el camino, jamás había sentido tantas emociones junto a él. Me hizo ver realidades que yo no quería ver, estaba negada de ver cómo eran mi padre y mi madre. Y yo que creía que la familia perfecta existía, pero no, yo me hice la idea de que eso existía y en mi mente, en mi mundo, en mi burbuja así era mi familia.

Él llego de la nada para darme un bofetón y despertarme en mi misma. De hacerme sentir feliz, y luego hacerme sentir tan impotente. Pero a la vez después él se metió en mi corazón, y hacerme sentir estúpida por sentir cosas por él cuando solamente se encargaba de gritarme.

Pero aquí estamos.

Entre gemidos, jadeos, embestidas y sus palabras diciéndome lo mucho que me ama.

Todo se fue a la mierda con él. Mi vida se volvió sin control, sin un balance...

Pero eso valió la pena.

Sin Control [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora