13_

14 0 0
                                    

Llegué a la casa de mis padres y aparqué el auto de tal manera que los neumáticos chillaron contra el asfalto. Salí de este y pegué un portazo para luego detenerme, inhalar y exhalar repetidas veces buscando calmarme y haciéndole caso a las palabras de Thalía. No verían que esto me afectaba porque era eso lo que ellos querían.

Una vez que logré calmarme, caminé hacia el porche, subí los escalones y estaba por tocar la puerta cuando recordé que aún tenía las llaves de casa. Entré a esta y todo parecía como si nada hubiera cambiado, era como si todo siguiera igual, como si la casa fuera totalmente ajena a la mierda que hacían los que vivían en ella.

Una de las mucamas me vio y estaba por detenerme cuando escuché risas en el patio. Pasé por su lado ignorando sus avisos de que esperara a mi madre en la sala y me dirigí hacia el exterior. Una vez que salí, mis pies volvieron a quedarse congelados.

Dos cabezas se voltearon a verme, una me daba una mirada dura, como si yo tuviera la culpa de haber inmiscuido en la casa, esa era mi madre. La otra cabeza me regaló una sonrisa que aparentaba ser de amabilidad, pero derrochaba por todos lados el veneno que tenía dentro suyo. Porque así era mi prima, Karen-Mei, era una total serpiente vestida de conejito rosa, que esperaba a que le diera la espalda para poder atacar. Por lo menos eso la separaba de toda la otra calaña de mis primos, que por lo menos ella era más analítica que ellos, sabía jugar muy bien sus cartas. Y estoy cien por ciento segura de que, el estar aquí con mi madre cuando yo ya no parecía estar en el plano, era una de sus jugadas.

—Kira, podrías haber tocado la puerta —me reprendió mi madre.

—Hola Kira —saludó Karen.

—Y tú podrías no haberme cortado mis tarjetas —reproché ignorando a mi prima—. Y, por otro lado, ¿qué hace esta aquí?

—No trates a tu prima así Kira, a diferencia tuya, Karen vio nuestra situación y decidió venir a ayudar a la familia —Claro, ayudar, pensé—. Y si, corté tus tarjetas porque tú misma dijiste aquella noche que renunciabas a todo tu patrimonio. ¿Quieres independizarte? Entonces hazlo como se debe y sin la ayuda económica que te estuvimos dando tu padre y yo todo este tiempo.

—¿Ayuda económica? ¡¿Ayuda económica?! —Perdón Thalía por explotar, pero fue más fuerte que yo—. ¡De que ayuda económica me hablas, si ustedes me empezaron a dar dinero recién cuando comencé a trabajar en el hotel! ¡¿O qué?! ¡¿Acaso te olvidas que con quince años pasaba noches enteras haciendo informes con mi padre?! ¡Por favor, aprendí a hacer créditos de pago antes de los doce, madre! ¡¿De qué carajos me estás hablando?!

—No voy a permitir que vengas a mi casa a insultar —declaró mi madre levantándose por fin de su asiento y enfrentándome.

Aun así, siempre con el aire de elegancia que derrochaba.

—Entonces tú deja de insultarme a mí des validando todo el trabajo que hice por ti y por papá —contesté.

—Vete de mi casa, Kira —advirtió mi madre cruzándose de brazos.

—Por supuesto que pienso irme —determiné.

—Bien, antes de que salgas puedes dejar las llaves del auto en la mesita de la entrada —finalizó.

Estaba dispuesta a marcharme cuando mi cabeza giró de golpe para verla.

—¿Disculpa?

—Lo que escuchaste, Kira. Ese auto te lo compró tu padre cuando tú perdiste el otro por una infantilidad tuya —determinó mi madre.

—Al auto anterior me lo robaron —le recordé.

—Sí, mientras estabas borracha en algún bar —reprochó mi madre—. Sigue siendo tu culpa.

No me llamo Mulan [Princesas Modernas #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora