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Mi madre terminó de cepillarme uno de los mechones de mi cabello negro y dejó el peine a un lado.

— ¿Y qué tal? —preguntó.

Me miré al espejo y, a diferencia de lo que creía, no me había peinado tan ridícula. Recogió mi cabello en un rodete bajo dejando un mechón que caía de lado a solo un par de centímetros por debajo de mi cara. Me encanta, es clásico, elegante y me queda muy bien.

—Me encanta, muchas gracias ma —dije y le sonreí.

—Bueno, ahora veamos que te pondrás —mamá me sonrió.

Examiné algo dudosa los vestidos formales que mi madre eligió, no estoy segura de cual elegir, ni siquiera salgo de la ensoñación que es pasar tiempo de calidad con mi madre.

— ¿Por qué haces todo esto, madre? —pregunté.

Mamá levantó la cabeza para mirarme aturdida, como si también la hubiera sacado de la ensoñación. Algo que me hizo sentir culpable solo por unos cortos segundos. Se tardó unos segundos en contestar, pero solo sacudió la cabeza y sonrió como si nada hubiera pasado.

—Solo... esta noche tu padre y yo queremos hacer una cena familiar —explicó—. Tenemos que decirte algo importante.

Una sensación de sorpresa y felicidad se alojó en mi estómago y se esparció totalmente en mi cuerpo terminando con una gran sonrisa en mi rostro. Tienen algo importante que decirme esta noche, por eso mi madre está tan contenta y me trata bien, por eso quiere que esté presentable para esta noche. Mierda, quieren decirme que por fin me haré cargo de la empresa.

—Estoy ansiosa por saberlo —oficialmente, pensé.

—Me encanta que pensemos lo mismo —me sonrió mamá.

Tengo ganas de gritar, llorar y abrazar a mi mamá de la alegría que tengo dentro mío.

***

La noche llegó y yo estaba paseando de un lado al otro y en círculos por toda mi habitación, estoy nerviosa de hacer el ridículo pero por otro lado estoy segura de que lo haré bien, sé que lo haré. Puedo hacerlo, me estuve preparando por años para este momento, desde que era una niña.

Me miré por última vez al espejo y caminé hasta tomar mi teléfono que estaba sonando y el marcador de llamadas anunciaba un número desconocido, pero sé muy bien de quien se trata.

Atendí y llevé el teléfono a mi oreja con una sonrisa ensanchada.

—Hola, ¿con quién tengo el gusto de hablar? —pregunté burlona.

—Parece que hoy estás chistosita —dijo la persona de la otra línea—, ¿con quien tengo el gusto yo de hablar?.

—Estás hablando con la futura dueña de los hoteles Paradaisu —dije orgullosa.

—Wow hermana, ¿en serio? ¡felicidades! —festejó Shawn.

Él y yo hablamos siempre dos veces a la semana. Fue cambiando por muchos números, pero, por cada teléfono que tiene, también tiene mi número. Desde que se fue, siempre estuvo en contacto conmigo para que mi madre no lo encuentre. La última vez que hablé con él estaba en Portugal, viviendo con una familia de pasada.

A veces me gustaría que volviera, éramos muy cercanos hasta que tuvo una fuerte pelea con mamá y se fue. Ni siquiera sé de que se trató esa pelea, digo, ellos discutían siempre, pero esa vez fue demasiado brutal.

— ¿Dónde estás hermano? —pregunté.

—Hace dos días tomé un vuelo y ahora estoy en Rumania —dijo. Los murmullos se escucharon detrás y él agregó— y puede que siente cabeza aquí.

No me llamo Mulan [Princesas Modernas #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora