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El camino de ida fue algo silencioso. Aaron no hablaba mucho y yo me estaba volviendo ansiosa, sólo que no se lo demostraría. ¿Me llevará a cenar a algún restaurante? ¿A alguna exposición de gente rica? ¿A dónde iremos?

— ¿Vas a decirme o no maldita sea? —exclamé.

—Ya estamos por llegar, aguanta otro poco —mandó Aaron.

—Oh, claro, aguantaré otro poco el ir a un lugar donde ni sé dónde queda —exclamé con sarcasmo. Miré por la ventana como Aaron entró al barrio de los ricos y mi lengua actuó al instante que volví a verlo—. ¿No iremos a la casa de mis padres, no? Porque te juro que si es así me bajaré de este maldito auto no sin antes pegarte una patada en las bolas y te las apretaré tan fuerte hasta que te dignes a dar la jodida vuelta. ¿Aaron? ¡Aaron! ¡Escúchame cuando te amenazo maldita sea!

Aaron soltó una pequeña risita aún con la vista al frente mientras doblaba por una de las calles.

—Te estoy escuchando, es que necesito encontrar la dirección —se limitó a contestar con una sonrisa en sus labios.

¡Y vaya que jodida sonrisa!

Basta Kira, necesitas mantenerte firme, piensa con tu cerebro no con la vagina. Eres una mujer grande carajo, compórtate como tal.

Pero se me hace difícil, ¿Por qué mierda se le tenía que ver tan bien el traje? Sé muy bien que lo hace a propósito, se mueve sabiendo que estoy aquí, es una jodida mente maestra creada solamente para hacer que se me mojen las bragas.

Miraba la calle y se mordía el labio inferior concentrado.

Parece que lo hiciera a propósito.

— ¿Qué hago a propósito?

Su voz me devolvió a la realidad.

¿Qué cosa dije y qué cosa pensé?

Me crucé de brazos y negué con la cabeza rápidamente.

— ¿Qué propósito de qué? —contraataqué.

—Estabas hablando sola —Sonrió.

El calor subió por mis mejillas y miré hacia otro lado.

— ¿Y? Era una conversación privada —me quejé.

—Bien, dile a quién le estés hablando que no lo hago a propósito —se burló Aaron divertido.

Rodé los ojos y me reí puede que un poco histérica.

—Pf, como si fueras el centro del universo —solté y decidí cambiar de tema— ¿Ya llegamos?

Aaron aparcó el coche a la entrada de una de las casas y me observó con una sonrisa orgullosa.

—Sí.

Aaron se bajó del auto acomodando su traje con tranquilidad y, antes de que yo saliera, rodeó el auto y abrió mi puerta.

— ¿Vamos? —Extendió su mano hacia mí.

Miré repetidas veces desde su mano hacia su rostro hasta que levanté la mano con algo de desconfianza y se la tomé. Me ayudó a salir del auto y, una vez que pisé la calle, me acomodé bien la falda del vestido.

—¡Qué caballeroso! —Mi lengua actuó antes de tiempo.

—Solo para ti —contestó haciendo una reverencia exagerada y una sonrisa en su rostro.

¿Por qué tiene que contestar esas cosas? ¿Por qué?

Negué con la cabeza poniendo una sonrisa en mi rostro y apartando esos pensamientos de mi cabeza. Él extendió su brazo y yo lo entrelacé con el mío ordenándome respirar. Subimos las escaleras de la casa y, al mirar esta, supe al instante de quién era la fiesta. Amalia Hamilton, matriarca de la familia Hamilton y dueña de una extensa cadena hotelera que vendría a ser competencia de la cadena hotelera de mi familia. Nos hemos cruzado un par de veces y, por más que los medios amarillistas suelten su mierda, a nivel personal no nos llevamos mal, la única competencia que hay es entre los negocios. O los había.

No me llamo Mulan [Princesas Modernas #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora