1. JUNGKOOK

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El libro le cayó en la cabeza con un sonido seco provocándole un gemido de dolor. Llevó su mano a la zona afectada, sobándola lentamente con frustración grabada en el rostro.

Vaya día, aquel golpe no era lo peor que había sucedido, y, sin embargo, lo hizo querer llorar. Ese día debía ser diferente, tuvo expectativas, quizás demasiado altas, a pesar de que Dami le había dicho una y otra vez que no debía tenerlas porque acabaría decepcionado.

Debió saber que las cosas resultarían mal, después de todo había empezado el día desayunando cereal con leche... ¡Cereal con leche! ¡Un lunes en la mañana! Eso era inimaginable.

—¿Estás bien? —preguntó el chico que había dejado caer el libro sobre su cabeza. La mente de Jungkook recapituló en los eventos que lo llevaron a esa situación.

Todo empezó un mes atrás.

Jungkook era extraño. Eso es lo que decían las personas, aunque su padre solía decir, que eso era porque no lo conocían. No miraba a los ojos, aunque pareciera que lo hacía, cuando algo le preocupaba, se balanceaba: hacia delante y hacia atrás, hacia adelante y hacia atrás, de forma consecutiva, pensando en las cosas que jamás haría, como invadir un país, ser un rey o conocer a Aristóteles.

—No es necesario, ¿lo sabes, verdad? —le había preguntado Dami. Le gustaba Dami, era buena con él, no decía cosas sin sentido como la mayoría de personas, todo tenía una razón de ser, además lo dejaba tomar café con leche, un punto importante. Estaba registrada en su diario; en la sección D de Dami, pero también en la E de emergencia.

—Podríamos buscar opciones, un tutor privado, una escuela en línea —continuó ella—. No tienes que hacer nada que no quieras.

Jungkook se quedó en silencio ante la mirada de su doctora, tenía la piel envejecida y el pelo grisáceo, por su expresión parecía querer hacer algo, pero no lograba atreverse. Había reaccionado igual cuando le dijo que quería ir a la universidad.

Toda su educación después del diagnóstico había sido por maestros particulares o doctoras neuronales, sus primeros años en una escuela neurotípica fueron malos, solo era un niño raro, al que los maestros no lograban entender y al que los niños acosaban, luego esa rareza tuvo un nombre, autismo y todo pareció tener sentido.

—Puedo hacerlo, Dami solo es la universidad.

Bueno, quizás podría, Jungkook era excelente en muchas cosas como: memorizar fechas históricas u ordenar su habitación, pero no en estar rodeado de neurotípicos. Ellos eran tan extraños, lo desconcertaban. Ojalá no hubiera rechazado la idea de interactuar con ellos en su adolescencia, cuando su padre y Dami se lo propusieron.

—No tienes que hacerlo —insistió Dami.

—Pero quiero hacerlo —respondió.

Extrañamente, eso pareció aliviarla.

—¿Quieres hablar de eso? ¿Quieres hablar de lo que sientes?

Jungkook meditó.

—Tal vez se siente... como ir a la guerra.

—No es lo mismo, Jungkook —dijo con suavidad—. Solo es el mundo real.

La comparación, aceptaba, era absurda, por supuesto que una guerra no se parecía a salir al mundo para Dami porque ella era normal. Jungkook, aunque había mejorado mucho, seguía siendo raro. Introducirse al mundo resultaba ser tan malo como alistarse para una guerra inminente.

Una vez su madre dijo; —El mundo no te entenderá, el mundo te destruirá —siempre temió que fuera verdad.

Permaneció en silencio el tiempo suficiente para que Dami lo viera con ojos suavizados. Le gustaba el silencio, era relajante y le permitía a su mente pensar y pensar sin interrupciones. En esa parte del hospital siempre había silencio, tal vez porque unas puertas al norte estaba el área común para personas autistas, personas como él.

Florecer | KOOKMIN |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora