25. JIMIN

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Dentro de la prisión preventiva hacía frío, Jimin maldijo por no haberse puesto algo más abrigador, pero si era honesto con él mismo, Jimin no esperó terminar en la cárcel. Recapituló en todas las acciones que lo llevaron a estar dentro de un pequeño cuarto rodeado de criminales.

Jimin nunca había esperado terminar en un sitio como ese y la única sensación vigente en su cuerpo era que él no pertenencia a ellos. La habitación era muy pequeña, con una banca alargada donde todos podían sentarse, pero nadie podía tener comodidad, había una bacinica escondida, un lavabo a punto de caerse, pero ninguna almohada, ninguna sabana, nada.

Jimin tiritó, dentro de la celda con barrotes había cuatro personas más. Trató de no mirarlas, no sabía que podían hacerle y Jimin no quería descubrirlo. Golpear a su padre era una cosa, el bastardo se lo merecía, golpear a alguien que seguro lo hacía como deporte ocasional no sonaba una buena idea, así que perteneció en su lugar.

Hasta que uno de ellos. El barbudo con porte de mafioso se acercó a Jimin. Él trató de permanecer sereno, no queriendo que el mafioso supiera que le tenía mucho miedo. Aunque era él más decente de todos los demás, no parecía tener alguna sustancia química en su cuerpo ni se tambaleaba, señal inequívoca de estar sobrio.

—Entonces chico... —dijo el mafioso con sorprendente acento ruso, Jimin se removió, un extranjero, eran impredecibles.

—¿Qué? —preguntó, su voz sonó suave, pero no perdió seguridad.

El mafioso sonriso acomodándose a su lado. Tenía pesadas botas militares, pantalón de mezclilla y abrigo de lana grueso, bueno, al menos alguien venía preparado.

—¿Por qué estás aquí? —preguntó de nuevo, Jimin parpadeó.

No tenía ganas de contarle a un desconocido los pesares de su vida, Jimin tenía suficientes problemas.

La noche había sido un borrón desde que las sirenas policiacas inundaron el silencio, los oficiales habían entrado a la mansión y sin miramientos separan a Jimin de su padre, había destrozado su rostro con puñetazos y rasguños, Jimin no se veía mejor, su padre le había acertado un golpe en la nariz que lo hizo sangrar además tenía un esguince en su muñeca y un pequeño moretón en su cien.

Los policías sacaron a manos con esposas, Jihyun solo alcanzo a ver la preocupación de Jihyun antes de ser escoltado a la patrulla. En la estación de policía todo fue un trámite burocrático que terminó con Jimin en una celda y su padre en otra para evitar más peleas.

—No te interesa—Jimin ni siquiera lo miró cuando lo dijo. Su vista se perdía más allá de los barrotes, donde la tenue luz del pasillo se iluminaba cada vez que algún miembro de la seguridad ingresaba. Necesitaba noticias, necesitaba irse.

Lo que siguió fue el silencio. Jimin volteó a ver al mafioso con temor, encontrando su rostro inexpresivo. De acuerdo, estaba acostumbrado a que nadie le negara lo que quería, Jimin empezó a tomar nota.

—Prueba otra vez, ¿De verdad quieres pelear con alguien que está en la cárcel? —dijo el mafioso y Jimin tragó sonoramente.

Dibujó su mejor sonrisa.

—Estoy aquí por una pelea, lamentable —dijo abatido. El mafioso se le quedó mirando.

Jimin miró a los lados, confundido. Toda aquella noche era tan raro que se preguntó si acaso era la magia de los planetas alineados que le estaban dando la peor noche de toda su vida.

—¿Mataste a alguien? —preguntó al fin, en su voz se detectaba la cautela mezclada con la morbosa curiosidad.

—Claro que no —se apresuró a decir Jimin, horrorizado—. ¿Tú?

Florecer | KOOKMIN |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora