EPÍLOGO

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La noche estaba fría, pero no era un frío insoportable porque la calidez se extendió por todo el cuerpo de Jimin mientras veía la escena frente a él.

Taehyung y Jihyun hablaban, se veían incómodos e inexpertos, pero al menos no se ignoraban como venía sucediendo desde que se enteraron, los muy tontos, que se gustaban. La señora Kim y Kyong estaban acurrucados en el sofá hablando en voz baja. Namjoon y Jungkook hablaban en la cocina de cosas que Jimin no quería ni imaginar. Resultaba curioso saber que el mayor de los Kim podía hablar con total libertad con Jungkook y que él no se sintiera incómodo por ello.

El reloj pronto marcaría el año nuevo, un año... era profundo. Tantas cosas habían pasado, tantas cosas habían cambiado.

Jihyun levantó la mirada conectando sus ojos a los de Jimin. Sabía lo que le estaba diciendo sin palabra, su hermano, como Jimin jamás se imaginaron estar ahí... juntos.

Después de haber pasado toda una vida encerrados en una casa donde lo único que celebraban eran las portadas de revistas donde salían, Jimin nunca pensó que podría encajar tan bien junto a la familia de Taehyung.

Sintió que su corazón se apretaba, recodó la primera vez que paso tiempo con ellos, tenía doce años y Taehyung lo obligó a escapar de su casa en vísperas de navidad a base de mentiras. Ya que había inventado que estaba al borde la muerte, Jimin era pequeño, por lo cual le creyó. Dejó a su hermano menor con la promesa que volvería pronto y se vio envuelto en una navidad llena de chocolate caliente y malvaviscos.

De eso hace mucho tiempo. Las navidades en su casa nunca volvieron a ser las mismas, desde que descubrió lo que era el cariño. Ojalá Jihyun lo hubiera descubierto cuando era más joven...

Tan joven para equivocarse y rendirse con su hermano porque pensaba que nunca sería suficiente para él como tampoco era suficiente para sus padres. El mayor acto de cobardía de Jimin le pertenecía a su hermano y jamás podría entender por qué Jihyun lo había perdonado.

Quizás Jimin no lo entendería pronto, pero sí un día. Cuando hubiera sanado del todo, cuando fuera capaz de verse al espejo y ya no sentir ningún sentimiento de desolación, aún había días malos, pero la esperanza se había convertido en lo único a lo que le tenía fe y era agradable aferrarse a algo para no sentirse a la deriva.

Jimin tomó un suspiro y lentamente caminó hacia el jardín de la casa. Afuera caían los copos de nieve, Jimin se quedó en el porche mientras veía el paisaje.

Soltó un suspiro

Por mucho tiempo, en silencio y a escondidas, Jimin había odiado su forma de amar. Por qué amar de forma diferente lo había hecho un chico blando, tímido y sin sueños. Que se escondía tras una máscara de autosuficiencia, mientras fingía ser alguien que no era, mientras trataba de aparentar que era perfecto, pero no lo era, y no lo sería por más que lo intentara.

Jimin había llorado tantas veces antes de quedarse dormido. Porque estaba cansado de decepcionar a todo el mundo. Porque si él no fuera gay, sus padres lo hubieran amado, no tendría que soportar las miradas de repudio de la gente. Todo siempre es más fácil para el resto.

Jimin jamás se avergonzó de su forma de amar. Pero inesperadamente no parecerse al resto era un problema. Porque el mundo no era amable con gente como él.

Más tarde comprendería que el mundo no era amable con gente que era diferente. Jungkook era autista y el mundo tampoco lo aceptaba. La sociedad era una mierda, que juzgaba a los demás sin importarles sus sentimientos.

Por mucho tiempo había intentado complacer a sus padres, olvidarse de lo que quería y tratar de ser perfecto, pero no importaba lo mucho que se esforzara, ellos jamás se veían orgullosos de él y Jimin cada día iba perdiendo más la fe en su familia.

Florecer | KOOKMIN |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora