XV

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Hyunjin se especializaba, la mayor parte del tiempo, por sus dotes entrenados para huir de las situaciones y personas que claramente necesitan que él esté presente. Huir abarcaba muchos puntos, desde salir corriendo sin excusa y dejando un hueco que tarde o temprano debería llenar con su presencia y explicación, hasta fingir escenas dramáticas con golpes y llamadas de por medio totalmente falsas. Hyunjin era un experto en no enfrentar la realidad, no estaba orgulloso de eso, pero le servía con su pánico constante a respirar en ese mundo grisáceo.

Y con este don, que nadie defiende y que claramente debe tratar, caemos en la principal razón de porque Hyunjin no se cruzó a Maeve y mucho menos a Minho en casi toda la semana siguiente. Pero claramente su plan tenía un límite y ese último muro era el club de cerámica y un chico con mejillas infladas que le miraba en estos momentos con reproche en su mirada. Hyunjin no iba a faltar jamás a una clase, era la única desconexión de la tierra que tenía. Pero Jisung contándole lo mal que le fue en el partido del sábado, tampoco era algo de lo que se pudiera salvar fácilmente. El precio de la amistad, dicen.

—¿Siquiera puedes creerlo? Ayer éramos los mejores, hoy estamos en el subsuelo —se quejó el menor, mirando a Hyunjin y esperando que con una simple seña afirmara lo que decía.

Hyunjin cerró el casillero y miró a su amigo, pero no con la afirmación física que esperaba.

—Jisung, fue solo un partido. El sábado que sigue los harán caer de nuevo, no exageres —exclamó el dramático de la historia, caminando por el pasillo con dirección al club de cerámica.

—Por supuesto que lo haremos, pero realmente pensé que Minho era un as de trébol. De pronto ya no puede ni visualizar el arco o se choca con los jugadores. Siento que algo le está pasando en su vida privada y le está afectando en la cancha —murmuró el menor, pensando en voz alta las últimas oraciones. Hyunjin ralentizó el paso al oír lo que dijo su amigo.

—¿Ya no está jugando bien?

—No, y no logro entender que le ocurre. Vino a esta escuela por su beca en el deporte y ahora pasa más tiempo odiándose a si mismo por errar un penal que minutos en la cancha.

Hyunjin bajó la mirada a los escalones que iba subiendo, pensando en todos aquellos goles que había hecho el mayor con una sonrisa en su rostro. Una presión tomó lugar en su pecho, creyendo que quizá todo aquel decaimiento en lo que le gustaba hacer, era otra consecuencia de su falta de responsabilidad en la vida. Hyunjin se sentía culpable, huir de Minho no era una ayuda mental para el mayor, quién solo quería ver los colores del mundo.

—¿Tienes entrenamiento hoy?

La pregunta iba con doble intención. Hyunjin averiguaría si Minho estaba en el club de cerámica a través de un interés camuflado por su amigo. Otro don que tenía el menor. Definitivamente no estaba dotado de bondad y cariño.

—No, mañana si. ¿Por qué? ¿Quieres venir a verme? —Jisung miró a su amigo con ternura, frenándose ambos en frente del salón de cerámica.

—¿Y oírte refunfuñar en la cancha porque los jugadores pasan de tus órdenes? Claro, ahí estaré —soltó con burla el menor, entrando al aula con una sonrisa y dejando atrás a un indignado Jisung.

—¡Ojalá te salgan deformes las tortugas, Hwang! —le devolvió, dejando el apellido del mayor en el pasillo, pues la puerta ya había sido cerrada en su cara.

Hyunjin entró al salón con la mirada puesta exclusivamente en la mesa de trabajo que usaba habitualmente. Dejó sus cosas allí y se preparó, sujetando su ya largo cabello atrás de su cabeza y arremangando su camisa hasta sus antebrazos. Además se colocó el delantal, y mientras lo sujetaba en la parte trasera de su espalda, unas manos tomaron los hilos por él. Hyunjin soltó un suspiro de sorpresa al reconocer el olor del mayor con ese perfume que usaba habitualmente. Minho estaba detrás suyo, sujetando el delantal con firmeza y cuidado al mismo tiempo.

El cielo es azul - [Hyunho] [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora