Había llegado el momento. El grito ahogado de dolor que le arrancó la segunda contracción llegó a los tres minutos de la anterior y Calle alargó la mano hacia Poche, que se despertó de inmediato.
-¿Ya? -exclamó Poche, echando un vistazo al reloj de la mesilla de noche.
Si las miradas mataran, Poche habría caído fulminada al instante.
-No creo que al bebé le importe la hora que sea -siseó, con los dientes apretados.
-¿Cada cuánto son? -quiso saber Poche, al tiempo que se vestía a toda velocidad. Al ponerse los pantalones se tropezó y se fue de bruces al suelo-. ¡Joder!
Calle puso los ojos en blanco.
-Poche, lo último que necesito ahora es tener que llevarte a urgencias.
Dejó escapar un suspiro cuando el dolor de la contracción disminuyó. Poche se levantó y se subió la cremallera de los pantalones antes de encender la luz. Entonces cogió el teléfono y llamó a Kim.
-Kim… ya viene. Sí, ahora. Vale… llama a mi abuela. -Colgó el teléfono sin más-. Kim y Sebas estarán aquí en diez minutos. Ayer estuvimos planeando la ruta que debían seguir.
Calle intentó burlarse de los preparativos de Poche, pero la siguiente contracción transformó su sonrisa en una mueca de dolor.
Poche corrió a su lado y se arrodilló junto a ella.
-Vale, voy a llamar a la doctora Lina.
Marcó el número.
-Doctora… Sí… Es la hora… Tres minutos… Sí, sí. De acuerdo -dijo, y respiró hondo, como al parecer le había recomendado.
Calle gritó.
-Salimos en cinco minutos -informó Poche a la doctora.
-¡Poche! -gimió Calle, estirando la mano. Poche se agachó a su lado de nuevo y le cogió la mano.
-Muy bien, vamos a vestirte.
-Cariño, está bien. Solo pásame las zapatillas.
-¿Zapatillas? ¿Dónde?
Poche se puso muy nerviosa y empezó a buscarlas frenéticamente por debajo de la cama. Mientras, Calle se incorporó con mucho esfuerzo y, justo cuando lograba sentarse al borde de la cama, Poche salió de mirar debajo y le dio un cabezazo en la mejilla.
-Joder, cariño, ¡lo siento mucho! -gruñó Poche, frotándose la cabeza.
Calle se llevó la mano a la mejilla.
-No pasa nada, Poche, cálmate antes de que te desmayes -le recomendó Calle, pese al dolor de las contracciones-. Poche, ¡ay Dios!
-¿Qué pasa? -preguntó Poche, histérica.
La súbita cascada de fluido que le resbaló entre las piernas a Calle la dejó estupefacta.
-Por los clavos de Cristo, ¿qué…?
-Creo que he roto aguas, cielo.
-¿Tus aguas? -chilló Poche-. ¿Dónde cojones está Kim?
Calle alargó la mano y Poche se apresuró a agarrársela otra vez, con los ojos desorbitados y cara de preocupación.
-Cariño, respira hondo.
Poche inspiró unas cuantas veces hasta rozar la hiperventilación y se tambaleó un instante cuando la sangre volvió a subirle a la cabeza.
-Ahora, cielo, me encanta tu cuerpo, pero quizá deberías ponerte una camisa.
Poche se miró, semidesnuda, y torció el gesto antes de agarrar un jersey, metérselo por la cabeza y, finalmente, calzarse los zapatos. En ese momento llamaron a la puerta.
-No te muevas -le dijo a Calle.
Corrió a abrirles la puerta a Kim y a Sebas.
-Muy bien, vosotros dos se quedarán con Skye -anunció Poche, le quitó las llaves a Kim y volvió con Calle como alma que lleva el diablo.
-¡Hola! -le gritó Kim a la atribulada mujer.
Sebas se rio y se quitó el abrigo.
-Les llamaré cuando puedan traer a Skye -les dijo Poche por encima del hombro mientras ayudaba a Calle a salir.
-¿Ya han llamado a Mercedes? -preguntó Calle, mientras se ponía el abrigo y apretaba la mandíbula contra el dolor.
-Sí, no te preocupes. Viene enseguida, y luego iremos todos al hospital -la tranquilizó Kim, y le dio un beso en la mejilla-. Buena suerte, Calle. No con el bebé, sino con esta -señaló a Poche, que estaba de los nervios.
Calle se rio.
-Díganle a Skye que la queremos. Tráemela luego, Kim -pidió Calle, mientras Poche la hacía salir, con ternura, pero con firmeza.
-Poche, por favor, que no nos multen. Estoy bien, tenemos mucho tiempo -pidió Calle, con el rostro desencajado.
La mujer que amaba condujo como una loca por las oscuras calles de Chicago. Ante la entrada de urgencias, frenó derrapando, y cuando iba a salir del coche, se olvidó de que llevaba puesto el cinturón de seguridad. La marca del tirón que le dejó en el cuello le duraría varios días. Por el momento se limitó a gruñir de dolor y a manosear el enganche traidor para liberarse, pero sin éxito.
-¡Por el amor de Dios! -rugió, furiosa.
A punto estuvo de arrancar el cinturón entero de la puerta del coche.
-Poche, cariño, por favor -le suplicó Calle entre contracciones.
-Estoy bien -graznó Poche, estirando el cuello.
Corrió al interior del hospital y consiguió una silla de ruedas, con la que intentó estúpidamente pasar por las puertas giratorias y se quedó atrapada. Buscó a Calle con la mirada, oyó sus gritos amortiguados desde el coche y retrocedió con la silla.
-¡Estúpidas puertas de mierda! -gritó, y se dirigió a la puerta automática.
En cuanto se abrió, se plantó delante de Calle en un abrir y cerrar de ojos para ayudarla a sentarse. Enseguida la metió en el hospital en la silla de ruedas, a través de las puertas automáticas.
-Poche, cariño, frena -pidió Calle, aquejada de una nueva contracción.
Poche llevó la silla y a su ocupante ante el puesto de enfermeras.
La más mayor sonrió a Calle.
-¿El bebé ya llega? -se interesó. Entonces se fijó en la marca enrojecida que Poche tenía en el cuello-. ¿Qué ha pasado?
Calle agitó una mano para descartar la cuestión.
-Hemos tenido una experiencia cercana a la muerte al salir del coche.
Poche puso los ojos en blanco mientras la enfermera se echaba a reír y les pasaba los formularios que debían completar.
-¿Es que nadie va a preocuparse de lo que toca? -gimió Poche.
-Es peor que un hombre -comentó la enfermera, con un guiño hacia Calle.
Le dejó un bolígrafo a Poche y esta rellenó los papeles en menos que canta un gallo.
-La doctora Cáceres ha llamado: está de camino. Vamos a prepararla. Venga, mami -la animó la enfermera.
Poche se quedó quieta, hasta que Calle levantó la mirada y le cogió la mano.
-Poche, cariño, te habla a ti.
-Oh -pestañeó Poche-. Oh -repitió, como si acabara de entender la teoría de la relatividad.
Así que las siguió por el pasillo.
..
Dos horas después, Calle estaba en la camilla ginecológica con estribos, sudando profusamente. Cada contracción le arrancaba un chillido. Poche le sostenía la mano y le secaba el sudor de la frente.
-No pasa nada, mi vida.
-¿Y tú qué coño vas a saber? ¡El próximo lo tienes tú!
Horrorizada, Poche abrió desmesuradamente los ojos e hizo una mueca cuando Calle le estrujó la mano. No tenía ni idea de que aquella mujer tuviera tanta fuerza, pero lo cierto es que casi cayó de rodillas. Justo en ese momento entró la doctora, con una sonrisa en los labios.
-Vaya, buenos días. ¿Cómo está la mamá?
-Estoy bien… -Poche calló cuando Calle la fulminó con la mirada-. Ah.
La doctora se rio y procedió a examinar a Calle.
-Muy bien, estás dilatando perfectamente, Dani -le dijo, y le tomó la presión.
Poche fue la que se dio cuenta de que fruncía el ceño, ya que Calle estaba demasiado ocupada con las contracciones.
-Muy bien, Calle. Tienes la presión un poco baja, pequeña. La iremos controlando, ¿vale? -le dijo con un guiño.
Impotente, Poche solo pudo ser testigo de los quejidos de Calle, que intentaba no gritar con cada contracción.
-Lo estás haciendo muy bien, Calle. Ahora respiraciones cortas y empuja…
Calle obedeció y dejó escapar un grito al empujar. Poche le apretó la mano y le ofreció palabras de aliento.
-Empuja, cariño -la animó.
Calle asintió y volvió a empujar. La doctora levantó la mirada para vigilar la presión sanguínea, pero de repente Calle se desplomó sobre la almohada, blanca como el papel.
-Muy bien, nos la llevamos a quirófano.
Poche se quedó donde estaba, sin saber cómo reaccionar.
-¿Cómo?
-Poche, le está bajando mucho la tensión. Solo es para asegurarnos de que todo vaya bien. Espera fuera. Iré a buscarte luego.
-¿Pero está…? -croó Poche.
Calle gemía y le agarraba la mano con todas sus fuerzas.
-Estará bien. Ahora dale un beso y sal de aquí -le ordenó la doctora.
Poche le dio un beso rápido, sin soltarle la mano.
-Calle, mi amor. Te quiero. Estaré fuera. Por favor… -Se detuvo e inspiró hondo.
Calle alzó la mano y le acarició la mejilla.
-Va a ser niña -sonrió.
Poche le devolvió la sonrisa y le dio un largo beso.
-Te quiero. Díselo a Skye… -le dijo en un susurro.
Poche la vio desaparecer tras las puertas del quirófano, con el corazón en un puño.
..
Mercedes se reunió con Poche en la sala de espera, con Skye en brazos. Kim y Sebas les pisaban los talones. En cuanto dejó a la niña en el suelo, Skye corrió a los brazos de Poche.
-¡Oche! -la llamó.
La pianista la levantó en volandas, la abrazó con fuerza y se echó a llorar. Kim le puso una mano en el hombro.
-Tienes mal aspecto.
-¿Mamá tene bebé? -preguntó Skye.
Poche negó con la cabeza.
-Todavía no, cariño. Pero pronto -logró decir sin sollozar.
Mercedes acudió junto a su nieta.
-¿Qué pasa?
-Tenía la presión baja. Está en quirófano. La doctora no quiere correr riesgos -le explicó a su abuela, con los ojos anegados en lágrimas.
Mercedes abrió los brazos y Poche se refugió entre ellos y sollozó en silencio contra su pecho.
-No puede morirse, abuela. Ahora no, no puede…
-No se va a morir, no digas eso -le susurró Mercedes, y la apartó un poco-. Calle tiene muchas razones para vivir, Poche.
Poche no pudo contener las lágrimas y se secó los ojos. Al otro lado de la sala de espera, Sebas y Kim jugaban con Skye.
-Vamos a dar un paseo -le dijo Mercedes, cogiéndose del brazo de su nieta.
Caminaron por el pasillo hasta las puertas de la capilla. Poche las contempló, inexpresiva, y luego miró a su abuela.
-Hace siglos que no piso una iglesia.
Mercedes le sonrió, con los ojos brillantes de lágrimas.
-A Él no le importa -le dijo, y le dio un suave empujón hacia la puerta.
Poche entró, y el ensordecedor silencio la golpeó como un martillo. Se sentó en el último banco, al fondo de la capilla, y contempló el crucifijo sobre el pequeño altar. Entonces se arrodilló y murmuró:
-Espero que mi abuela tenga razón y no te importe. Por favor, Dios, no me la quites. Tus ángeles me la enviaron y ni siquiera hemos empezado a vivir… Te lo suplico -rogó Poche, con las manos unidas en oración. Con un sollozo desgarrador, hundió el rostro entre las manos-. Matu… -susurró-. Por favor, ayúdanos si puedes. Tú nos uniste. Por favor…
Dejó escapar un nuevo sollozo y se irguió. Al cabo de unos minutos, se sentía emocionalmente exhausta. Oyó el crujido de las puertas al abrirse y Skye asomó la cabeza al interior.
-¿Oche?
Poche se volvió y vio que su abuela le había traído a Skye. Mercedes le guiñó un ojo y la dejó a solas con la niña.
-Ven aquí, pitufa.
Skye corrió hacia ella y Poche la sentó a su lado en el banco.
-¿Qué haces, Oche?
-Rezo.
Skye estudió el altar con el ceño fruncido.
-¿Cómo antes de dormir?
-Sí, cielo -asintió Poche, tratando desesperadamente de contener el llanto.
Las dos permanecieron sentadas en silencio, la una al lado de la otra. Aunque Poche tenía los ojos cerrados, notaba que Skye la observaba. Al abrir los ojos, Skye estaba haciendo precisamente eso. -¿Rezas por dentro, Oche?
A Poche le tembló la barbilla al contestar.
-Sí, cariño.
-Yo también -afirmó Skye, y cerró los ojos.
-Recemos por mamá y por el bebé.
-Vale, Oche.
Al cabo de un rato, Skye le tiró de la manga.
-¿Ya estás? Tengo caca.
Poche escrutó el inocente rostro de Skye y se echó a reír. Estrechó a la pequeña entre sus brazos con mucha fuerza, hasta que Skye gimió.
-Oche, caca.
…
Poche paseaba de un lado para otro de la sala de espera, mientras Mercedes veía la televisión con Skye. Sebas y Kim habían ido a por café y, cuando volvieron, Kim le pasó una taza humeante a Poche.
-¿Alguna novedad? -se interesó Sebas.
Poche, que estaba perdiendo la paciencia, negó con la cabeza.
-Ya hace más de dos horas.
-Poche, si Calle estuviera teniendo un parto natural, es posible que tardara todavía más.
-Lo sé, lo sé -dijo Poche, sin dejar de caminar.
Al final se sentó y dio un trago de café. Justo en ese momento apareció la doctora, y Poche se tiró el café encima al ponerse de pie de golpe.
-¿Cómo está?
-Está bien. El bebé está bien. Felicidades, mami. Es una niña.
Poche se tapó la cara con las manos y se echó a llorar, con Sebas y Kim a lado y lado y Skye aferrada a su pierna. Mercedes parecía a punto de desmayarse.
-Está muy cansada. Va a tener que quedarse ingresada un día, solo para controlarle la tensión. Es una mujer muy fuerte. No me ha dejado hacerle cesárea, pero hemos estado cerca. La niña está bien, tiene sus diez dedos en las manos y en los pies. La tenemos en observación, pero las dos están perfectamente -les dijo con un guiño-. Vosotras dos pueden subir.
Poche entró en la habitación con Skye de la mano y Calle les sonrió de oreja a oreja.
-Pareces agotada, estás pálida y eres absolutamente preciosa -la saludó Poche.
Skye estiró los bracitos hacia su madre y Poche la levantó en brazos por encima de la baranda de la cama, para que le diera un beso.
-Hola, mamá. ¿Estás gompiada?
-No, pastelito. Mamá solo está un poco cansada. Tienes una hermanita, Skye.
Poche la dejó en el suelo y Skye las miró a ambas.
-Hola, mami -le susurró Calle a Poche, cuya mirada seguía siendo indefinida y estupefacta-. Estoy bien, Poche. Tenemos una niña.
Poche no pudo evitarlo: apoyó la cabeza sobre el pecho de Calle y lloró, mientras esta le acariciaba el pelo cariñosamente.
-Mamá, Oche llora -se lamentó Skye.
Calle le sonrió a su hija.
-No pasa nada, pastelito, es que está contenta -le explicó, mientras abrazaba a la otra mujer-. Acaba de darse cuenta de que lo del embarazo ha ido en serio -le susurró con afecto, y la besó en el oscuro cabello.
Cuando Poche dejó de berrear, Calle aventuró:
-¿Qué te parece Tara?
-¿Tara? Mmm, vale -se mostró de acuerdo Poche, sorbiendo las lágrimas.
-Skye significa Cielo, ¿así que por qué no tener también la Tierra?
Poche no pudo contener las lágrimas y volvió a echarse a llorar en brazos de Calle. Justo en ese momento apareció la enfermera, que anunció:
-Tenemos a una pequeña visitante y tiene hambre.
Skye se puso a dar saltos y Poche pestañeó, sin poder apartar los ojos del pequeño bulto que llevaba la enfermera en brazos.
-Qué suerte tiene esta bebita, con sus dos mamás… -comentó la enfermera.
Le entrego el bebé a Calle, que la acunó instintivamente.
-Es tu primera, así que te enseñaré a darle el pecho…
La enfermera calló y arqueó una ceja, porque la pequeña Tara ya había encontrado el pecho de Calle y mamába plácidamente. Calle esbozó una amplia sonrisa, mientras Poche las admiraba, llena de asombro. Entonces la enfermera se rio.
-Supongo que no me necesitarás. Si la notas inquieta, cambia de lado. A veces un lado le va mejor que otro.
Calle levantó la mirada hacia la atónita Poche y le sonrió.
-Está aquí -exclamó.
Las dos mujeres soltaron una risita y Poche alargó la mano y le acarició la cabeza a la pequeña.
-Es tan diminuta… -musitó-. Y yo estoy… -hizo una pausa y sonrió-… celosa.
Calle se puso muy colorada y disimuló una sonrisa. Entonces Poche miró a su alrededor y vio que Skye observaba ceñuda a la nueva incorporación, con los brazos cruzados en gesto desafiante.
Le dio un golpecito a Calle en el brazo, que también miró a Skye.
-Oh, oh… -murmuró-. Eh, pastelito, ven a decirle hola a Tara, tu nueva hermanita.
-No -dijo Skye con un puchero.
Poche levantó una ceja.
«¿Y ahora qué?»
Miró a Calle, que se encogió de hombros, como queriendo decir:
«Te toca». Poche se sentó y trató de subir a Skye a su regazo, pero la niña se zafó de ella y se quedó junto a la puerta.
-¿Qué pasa, pitufa? -le preguntó Poche-. Cuéntamelo, tesoro.
A Skye le tembló la barbilla.
-Tada tene dos mamás. No justo -lloró.
Poche y Calle cruzaron una mirada de sorpresa, ya que no habían previsto aquel tipo de reacción.
-Yo también quero dos mamás -declaró Skye.
Calle se sorprendió de lo mucho que había crecido en los últimos cuatro meses. Enarcó una ceja y Poche parpadeó.
«¿Qué vas a hacer ahora, Garzón?»
-Pitufa, ven aquí, por favor -pidió Poche, abriendo los brazos.
Skye se le acercó despacio, sin descruzar los brazos.
-Lo siento, cariño.
-No justo, Oche -afirmó Skye, con vocecita triste.
Calle fingió no prestarles atención mientras le daba el pecho a Tara, ya que aquel era un problema que tenía que solucionar Poche.
-Lo sé. ¿Me quieres a mí? Quiero decir, ya tienes a tu mamá.
-Si Tada tene dos mamás, ¿po qué yo no?
-No se me ocurre ninguna razón, es verdad. Si tu hermana puede tener dos mamás, tú también. Me encantaría ser tu mami. Te quiero mucho. Quiero a tu mamá y a la pequeña Tara. Somos una familia, pitufa. Nunca las dejaré y siempre estaremos juntas. ¿Qué te parece? -preguntó Poche, con un nudo en la garganta.
Skye saltó a su regazo y Poche la abrazó con un gemido.
-¿Todavía eres Oche?
-Sí, pitufa. Siempre seré Oche y tu mami.
..
Después de que Mercedes y los chicos pasaran a verla, Calle estaba agotada, así que Mercedes se llevó a Skye a casa y dejó a Poche y a Calle solas al fin. Sentada al borde de la cama, Poche le sostuvo la mano a Calle.
-Bueno, ha ido bien.
-Es un poco confuso para la pobre niña, pero sí, creo que lo he gestionado muy bien -asintió Poche, satisfecha de su primera aportación a la maternidad.
-Así es. Estoy orgullosa de ti, mami -le sonrió Calle.
La enfermera regresó con Tara.
-Hora de otra toma.
Calle cogió a Tara y la sostuvo contra su pecho. Poche seguía maravillada ante la imagen.
-No tengo palabras. Te quiero y te admiro tantísimo por haber tenido a esta bebé… -le dijo, y le acarició el pequeño remolino de pelo de la cabeza a la bebé-. Me preocupaste, Calle.
Esta levantó la mirada.
-Estamos bien.
-Lo sé. Sencillamente no sé qué haría sin ti.
-Poche -empezó Calle. Tara dejó escapar un gimoteo, y Calle se la apartó del pecho y se la tumbó encima-. Tenemos una vida muy larga por delante, cariño. Tú y yo, con Skye y con Tara.
Poche sonrió y asintió, al tiempo que Calle le dedicaba una mirada retadora.
-¿Quieres cogerla?
Poche se paró de golpe, abrió los ojos como platos y se puso blanca.
-Es muy pequeña.
-No pasa nada. Sencillamente, que no se te caiga -le dijo Calle, levantando a Tara.
La niña estaba profundamente dormida. Poche se pasó las manos por el pelo y luego se secó el sudor de las palmas en el pantalón.
-Ay, Dios, me sudan las manos.
Agarró al bultito con mucho cuidado y la acunó en brazos.
-Cuidado con la cabeza.
Poche asintió y soltó una carcajada.
-No me puedo creer que tenga a tu bebé en brazos.
-Nuestra bebé -la corrigió Calle.
-Sí, nuestra bebé. -Poche besó a Tara en la frente-. A lo mejor toca el piano.
Calle las observó juntas, sonriente.
-A lo mejor sí. Sería estupendo.
Poche levantó la mirada y se le escapó una lágrima.
-Te quiero, Calle.
-Yo también te quiero, Poche.
Tara empezó a despertarse y se quejó otra vez.
-A lo mejor tiene hambre.
Le devolvió el bebé a su madre con cuidado y esta se la acercó al pecho. Poche le dedicó una mirada curiosa y sensual.
-Esto de dar el pecho… -comentó, y se acercó unos centímetros.
Calle se rio de buena gana.
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Heavenly Winds [Terminada]
Fanfiction«Hola, cariño: Las dos sabemos cómo estarán las cosas si estás leyendo esto. Lo siento mucho. Pero, oye, quiero que me hagas un favor. Me voy a poner en contacto con Poche, no te cabrees...» ¿Puede la carta de una ex-amante cambiar toda una vida? Po...