Maratón 1/5
A la mañana siguiente, Calle estaba sentada con Skye en la cocina y vigilaba a su hija mientras esta hacía un desastre con las tortitas.
Poche estaba estudiando sus partituras en el piano. Apenas se habían dado los buenos días.
-Te llamaré.
-¿Tienes que salir tan temprano? -le preguntó Calle, al tiempo que le limpiaba la boca, las manos, los codos y las rodillas regordetas a Skye. ¿Cómo había llegado el sirope hasta allí? Ni idea.
-Bueno, tengo que reunirme con Kim, que estará en el estudio a las cuatro. Luego tengo un… compromiso para cenar. Mañana me pasaré todo el día en el estudio y pasado también -explicó Poche, y metió las partituras en su maletín de piel.
Calle se dio cuenta de que Skye no le quitaba los ojos de encima a Poche, y en cuanto la vio coger las llaves intentó bajar de la silla.
-Skye con Oche…
Calle tuvo que forcejear con ella para que se quedara sentada.
-No, pastelito. Poche tiene que irse a trabajar -le explicó Calle.
Skye hizo un puchero y Poche se quedó mirándola, sin saber qué hacer.
-No pasa nada, Poche -la tranquilizó Calle, con una sonrisa-. Vete.
-¡Con Oche! -gimoteó Skye, que agachó la cabecita y rompió a llorar.
Poche dejó el maletín en el suelo e hizo una mueca, mirando a Calle con expresión suplicante. Skye no estaba gritando ni se había puesto histérica, pero se la veía desolada. La pianista se acercó a la silla y se agachó.
-Oye, pitufa -le dijo.
Calle esbozó una cálida sonrisa ante la ternura que Poche le demostraba a su hija.
-No, tambén voy -insistió la niña, con la cabeza apoyada en la mesa.
Poche torció el gesto, le puso la mano entre los rizos castaños y le acarició el pelo con cierta incomodidad.
-No estés triste, por favor. Volveré muy pronto. Y entonces iremos a nadar y a comer perritos calientes.
Skye levantó la cabeza, con las mejillas sonrojadas y húmedas por el llanto. Poche parecía conmocionada y Calle habría jurado que se le escapaba una lágrima.
-¿Lo plometes? -preguntó Skye, sorbiendo el llanto.
-Claro que sí. Hasta te traeré un regalo -afirmó Poche, pese al gesto de negación de Calle-. ¿Trato hecho? -propuso, extendiendo la mano.
Skye dejó escapar una risita, le puso la manita sobre la enorme palma a Poche y la sacudió.
-Tato hecho -rio de nuevo y se le abrazó del cuello.
-Vale, me estás estrangulando -murmuró Poche, algo avergonzada.
Skye la soltó.
-Besito -pidió. Poche pestañeó-. Pofiii.
Poche esbozó una sonrisa recelosa.
-Como todas las mujeres que han pasado por mi vida.
Se inclinó y la besó en la mejilla.
-Pórtate bien con mamá -le ordenó, en un claro intento de sonar firme a pesar de la sonrisa de Calle.
-Buen viaje -le deseó Calle, que se pasó los dedos por el pelo y la miró a los verdes ojos.
-Gracias -repuso Poche-. Oye, siento lo de anoche. Todo esto es muy raro y supongo que aún estoy intentando hacerme a la idea.
Sonaba insegura, pero aun así Calle creyó notar que Poche tenía algo en mente.
-Nos va a costar adaptarnos a todas, Poche.
-Mamá, besito a Oche, que se va -ordenó Skye desde la silla. Calle abrió los ojos como platos y notó que le subían los colores. Con una risita nerviosa, se apartó de Poche y se sentó con su hija.
-Acábate el desayuno.
-Ya toy, mamá.
Calle vio que, en efecto, el plato de Skye estaba vacío, pero no fue capaz de mirar a Poche. Eso sí, la oyó reírse al salir.
-Adiós, señoritas -se despidió por encima del hombro-. Hasta dentro de unos días. No le prendáis fuego a la casa.
Cuando escuchó que se cerraba la puerta, Calle hundió el rostro entre las temblorosas manos.
…
Sentada en el estudio con los cascos puestos, Poche escuchaba la grabación. Meneó la cabeza, airada.
-¡No, no, no! -rugió, y se quitó los cascos-. Kim, ven aquí, porfi… por favor.
Kim entró en el estudio, se pasó la mano por el rubio cabello y habló en tono paciente.
-¿El segundo estribillo, verdad?
-Sí, es demasiado rápido y los bronces están muy altos. ¿Podemos volver a traerlos para grabar otra vez?
-Claro, está previsto que vengan mañana por la mañana y los tendrás todo el día. Pero los productores quieren el trabajo para ayer -la advirtió.
-Lo sé.
Echó un vistazo a su reloj de pulsera: eran las cuatro y media y Skye ya debía de haberse levantado de la siesta. De repente deseaba estar allí y llevar al pequeño hobbit a nadar. Se le escapó una sonrisa y Kim la miró con desconfianza.
-¿Estás bien? Normalmente, cuando el director la jode tanto con la orquesta te pones echa una furia -observó.
-Es que me ha venido algo agradable a la cabeza.
-¿Ah, sí?
Poche arqueó la ceja al detectar la incredulidad en el tono de Kim. Su amigo estaba apoyado en el escritorio, con los brazos cruzados.
-¿Y qué es lo que te ha venido a la cabeza?
Al recordar los hermosos ojos de Daniela Calle, se le aceleró el pulso un momento.
-¿En qué estás pensando? Te has sonrojado -la informó Kim-. Como no me lo digas…
-Nos vemos mañana.
-¿Has quedado con algún bombón?
Poche se despidió con un gesto de la mano.
-Buenas noches, Kim -le dijo.
Y cerró la puerta de un portazo.
....
-Dios, te he echado de menos -ronroneó Laura en cuanto puso un pie en el apartamento de Poche. Le rodeó el cuello con los brazos y la besó apasionadamente-. Mmm, qué bien sabes – murmuró contra sus labios.
-Es la pasta de dientes -contestó Poche, cuyos verdes ojos relampagueaban, divertidos-. Adelante.
Poche se apartó para dejarla entrar, pero Laura la atrajo de vuelta y empezó a desabrocharle la camisa. Con las cejas levantadas, Poche le permitió desnudarla.
-O podemos follar en el recibidor.
Al final lograron llegar al dormitorio, dejando un reguero de prendas de ropa desde la entrada principal, y cayeron desnudas sobre la cama. Realmente, Laura había añorado a Poche y le comió el cuello a besos en cuanto se le puso encima.
-Tendré que subir al norte más a menudo -jadeó Poche cuando Laura se acomodó entre sus piernas.
La chelista agachó la cabeza y le besó el pecho, le hizo cosquillas en el ardiente pezón con la lengua y se lo lamió. Luego se lo metió entero en la boca y lo chupó con fricción mientras le acariciaba el torso con la mano libre. No hubo necesidad de palabras y, definitivamente, Laura se afanó a recuperar el tiempo perdido.
…
Mucho más tarde, cuando las dos mujeres tomaban champán en la cama, Laura comentó:
-Deberías quedarte en Chicago. Aquí hay muchas más cosas que hacer. En tus bosques hay muchos… árboles -hizo gestos con las manos. Poche la contemplaba, tumbada sobre el costado-. O podrías invitarme a subir más a menudo.
-Me gustan los árboles y me gusta la soledad -murmuró Poche, dando un sorbo de champán. Antes de tragar, le comió el pecho a Laura y lamió sensualmente las burbujitas de la bebida-. Esta es la única manera de beber champán.
Una vez más, sonó el teléfono.
-¿No pasó lo mismo la última vez? -refunfuñó Poche. Laura iba a coger el teléfono, pero Poche la advirtió: -Ni se te ocurra.
-A lo mejor es Jeffrey -arguyó Laura, que llegó al teléfono antes que Poche. -¿Sí? -A Laura se le escapó un suspiro cuando Poche le mordisqueó el hombro-. Sí, está aquí. ¿De parte de quién? – Laura se puso rígida y fulminó a Poche con la mirada-. Es Daniela Calle.
Laura le dedicó una sonrisa molesta y le tiró el teléfono.
Poche lo atrapó como si fuera una patata caliente y le regaló a Laura una mirada furiosa.
-¿Calle? ¿Va todo bien? ¿Está bien la pitufa?
-Sí… todo bien. Sé que interrumpo, pero solo son las seis y no creí que… bueno, me pareció que podía llamar…
-No pasa nada, ¿qué sucede? -preguntó Poche.
Por el rabillo del ojo vio a Laura apurando una copa de champán.
-Me siento muy estúpida. Está lloviendo y se ha ido la luz. He llamado a Marge, pero no contesta.
-Mierda, lo siento. Mira en la cocina: está la caja de fusibles.
Hubo silencio un momento y luego Calle informó.
-Vale, la tengo.
-Dale al diferencial. -Esperó un segundo-. ¿Ha funcionado?
-No, le he dado y no ha pasado nada.
-Vale, no es algo inusual. Debe de estar lloviendo mucho.
-A cántaros.
Poche se sentó en el borde de la cama. Notaba que Calle estaba asustada.
-Vale, voy para allá.
-No, no lo hagas. Dios, parezco idiota llamándote -interpuso Calle enseguida-. Espera.
-¿Calle?
No le respondió y Poche se levantó de un salto y empezó a pasearse desnuda al lado de la cama.
-Calle, joder.
Se le ocurría todo tipo de situaciones horribles que podían estar pasando, sobre todo cuando escuchó llorar a Skye a lo lejos.
-Sabía que no debía dejarlas -se dijo, con el corazón desbocado.
-¿Poche? -habló Calle de nuevo, a través de las interferencias de la línea.
-¿Qué pasa, cariño?
-No pasa nada, ha venido Marge. Es que no sé dónde están las cosas. Estamos bien, por favor tú vuelve con… -No terminó la frase, pero Poche se ruborizó igual-. Estamos bien. Siento mucho haberte molestado.
-Llámame, me da igual a qué hora -le ordenó Poche con firmeza-. ¿Entendido?
-Sí, sí. Lo haré. Gracias, Poche, adiós. Ah, espera. Skye quiere hablar contigo, ¿te parece bien?
-Claro que si, pásamela -contestó Poche, con una gran sonrisa.
Miró a Laura, que levantó su copa de champán antes de darle la espalda.
-Oche, no hay lus. Skye miedo -susurró la pequeña-. Mamá miedo. Mamá dice joer.
Poche soltó una sonora carcajada.
-No tengas miedo, pitufa. Volverá la luz cuando deje de llover. Cuida a mamá, ¿vale?
-Si. Ven a casa -le rogó-. Pofiii.
-Lo… lo haré. ¿Vas a portarte bien por mí?
-Vale.
-Pásame a mamá, cielo -le dijo Poche.
Quería decirle «te quiero». ¿Por qué no lo había hecho? ¿Y por qué iba a hacerlo? ¿Qué derecho tenía a…?
-Poche, de verdad, lo siento mucho -habló Calle, en tono apenado.
-No te preocupes, no pasa nada.
Se produjo un silencio momentáneo y a Poche se le secó la garganta. Tragó saliva, pero no dijo nada.
-Skye te echa de menos.
Poche percibió la ternura en la voz de Calle y se le disparó el corazón.
-Eso es porque quiere su regalo.
Las dos se rieron y la tensión se desvaneció.
-Conoces muy bien a mi hija, Garzón -afirmó Calle, entre risas-. Bueno, te dejo. Nos vemos dentro de unos días, ¿verdad?
-Sí, volveré pronto. Adiós, Calle.
Poche colgó el teléfono y se lo quedó mirando unos instantes antes de volverse hacia Laura, que sostenía la botella de champán vacía.
-Laura, pequeña, deja eso -le ordenó Poche lentamente.
-Debería protestar -suspiró ella cuando Poche entró a gatas en la cama y le quitó la botella de la mano.
-No se acepta, letrada -le aseguró Poche, mordisqueándole el torso en toda su longitud.
Laura se abrió de piernas y Poche se acomodó entre ellas, le besó los suaves y oscuros rizos y le arrancó un profundo gruñido de placer. Entonces le besó la cara interna del muslo y saboreó los jadeos de Laura con cada mordisquito que le daba. La chelista se aferraba al cabezal con todas sus fuerzas y susurraba palabras de aliento a su amante, que se inclinó, le separó los pliegues húmedos con la lengua y la lamió de arriba abajo. De improviso le vino el rostro de Daniela Calle a la cabeza y se quedó quieta a medio comer. Pestañeó unas cuantas veces y sacudió la cabeza. Laura dejó escapar un quejido.
-No pares.
Poche intentó recuperar la concentración desesperadamente. Al final fue Laura la que reaccionó, se apartó de golpe, y Poche solo pudo levantar la vista, perpleja.
-Se acabó. Te conozco, María José -dijo en voz calma, mientras recogía su ropa. Poche seguía estupefacta y se limitó a sentarse y contemplarla. -¿Por qué no te vuelves al bosque y haces lo que tengas que hacer? La seduces, te acuestas con ella, lo que quieras, pero te la sacas de la cabeza -continuó, cada vez más enfadada-. Tú y yo no tenemos compromisos y es como a mí me gusta, en serio, pero eso sí… -empezó a vestirse-, al menos me gusta pensar que, cuando me follas, es en mí en quién piensas.
Poche abrió los ojos como platos.
-Espera, no es eso. Quiero decir que sí, que me vino su cara a la cabeza, pero, Laura, está embarazada.
-¿Qué? -rugió esta, y la miró asqueada-. ¿Fantaseas con una mujer embarazada?
Poche puso los ojos en blanco ante el tono horrorizado de Laura.
-No se trata de eso. Tiene una niña pequeña.
-¿Qué? -volvió a escandalizarse Laura, llevándose las manos a la cabeza-. ¿Está embarazada y tiene una hija? ¿Estás loca?
Ahora era Poche la que empezaba a cabrearse.
-No -le dijo, batallando por recobrar algo de credibilidad-. No estoy loca. No es lo que piensas. Es muy atractiva pero a… a mí no me atrae.
Laura puso los ojos en blanco y se abrochó la blusa.
-Garzón, no me tomes por imbécil. Si te la quieres follar…
-No hables así de ella.
Laura enarcó una ceja.
-Acabas de confirmar mis sospechas -rio, y se puso los zapatos-. Esto te lo tienes que pensar mejor, Poche. No es un rollo típico de los que te van a ti. Se volvió una última vez antes de marcharse. -Embarazada y con una hija. ¿Es lesbiana?
Poche asintió, aún tratando de organizar sus pensamientos. Laura la estaba bombardeando con demasiadas verdades a la vez. -Bueno, eso ya es un punto a tu favor -opinó Laura.
Al reparar en la cara de confusión de Poche, añadió:
-Nunca te había visto ni confundida ni desconcertada. Pareces… -se interrumpió, y adoptó una expresión pensativa-. Vulnerable -lo dijo como si fuera una palabra vulgar-. Nos vemos mañana en el ensayo. Y esta vez no me grites. Solo porque seamos amantes no quiere decir que tengas que meterte con mi interpretación.
Poche le devolvió una mirada serena.
-Solo porque duermas con la compositora no significa que puedas tocar el chelo de la mierda -espetó, completamente seria, con la mirada retadora clavada en la airada chelista.
-La has llamado «cariño» -soltó Laura.
Poche hizo una mueca de dolor y Laura salió de la casa hecha una furia, dando un portazo. La compositora se quedó sentada en la cama, con la mirada perdida.
-Vale, hace tres días no tenía ninguna preocupación, follaba de maravilla con una mujer preciosa y mi vida era solo mía. Ahora estoy aquí sola, sentada en cueros y tengo a una mujer embarazada y a su hija en mi cabaña -se dijo. Meneó la cabeza-. Necesito una copa.
Cogió la botella de champán… pero estaba vacía, así que se dejó caer sobre la cama de nuevo y se quedó mirando al techo.
-¿La he llamado «cariño»?
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Heavenly Winds [Terminada]
Fanfic«Hola, cariño: Las dos sabemos cómo estarán las cosas si estás leyendo esto. Lo siento mucho. Pero, oye, quiero que me hagas un favor. Me voy a poner en contacto con Poche, no te cabrees...» ¿Puede la carta de una ex-amante cambiar toda una vida? Po...