Capitulo 6

5.1K 373 14
                                    

Maratón 1/5

A la mañana siguiente, Calle estaba sentada con Skye en la cocina y vigilaba a su hija mientras esta hacía un desastre con las tortitas.

Poche estaba estudiando sus partituras en el piano. Apenas se habían dado los buenos días.

-Te llamaré.

-¿Tienes que salir tan temprano? -le preguntó Calle, al tiempo que le limpiaba la boca, las manos, los codos y las rodillas regordetas a Skye. ¿Cómo había llegado el sirope hasta allí? Ni idea.

-Bueno, tengo que reunirme con Kim, que estará en el estudio a las cuatro. Luego tengo un… compromiso para cenar. Mañana me pasaré todo el día en el estudio y pasado también -explicó Poche, y metió las partituras en su maletín de piel.

Calle se dio cuenta de que Skye no le quitaba los ojos de encima a Poche, y en cuanto la vio coger las llaves intentó bajar de la silla.

-Skye con Oche…

Calle tuvo que forcejear con ella para que se quedara sentada.

-No, pastelito. Poche tiene que irse a trabajar -le explicó Calle.

Skye hizo un puchero y Poche se quedó mirándola, sin saber qué hacer.

-No pasa nada, Poche -la tranquilizó Calle, con una sonrisa-. Vete.

-¡Con Oche! -gimoteó Skye, que agachó la cabecita y rompió a llorar.

Poche dejó el maletín en el suelo e hizo una mueca, mirando a Calle con expresión suplicante. Skye no estaba gritando ni se había puesto histérica, pero se la veía desolada. La pianista se acercó a la silla y se agachó.

-Oye, pitufa -le dijo.

Calle esbozó una cálida sonrisa ante la ternura que Poche le demostraba a su hija.

-No, tambén voy -insistió la niña, con la cabeza apoyada en la mesa.

Poche torció el gesto, le puso la mano entre los rizos castaños y le acarició el pelo con cierta incomodidad.

-No estés triste, por favor. Volveré muy pronto. Y entonces iremos a nadar y a comer perritos calientes.

Skye levantó la cabeza, con las mejillas sonrojadas y húmedas por el llanto. Poche parecía conmocionada y Calle habría jurado que se le escapaba una lágrima.

-¿Lo plometes? -preguntó Skye, sorbiendo el llanto.

-Claro que sí. Hasta te traeré un regalo -afirmó Poche, pese al gesto de negación de Calle-. ¿Trato hecho? -propuso, extendiendo la mano.

Skye dejó escapar una risita, le puso la manita sobre la enorme palma a Poche y la sacudió.

-Tato hecho -rio de nuevo y se le abrazó del cuello.

-Vale, me estás estrangulando -murmuró Poche, algo avergonzada.

Skye la soltó.

-Besito -pidió. Poche pestañeó-. Pofiii.

Poche esbozó una sonrisa recelosa.

-Como todas las mujeres que han pasado por mi vida.

Se inclinó y la besó en la mejilla.

-Pórtate bien con mamá -le ordenó, en un claro intento de sonar firme a pesar de la sonrisa de Calle.

-Buen viaje -le deseó Calle, que se pasó los dedos por el pelo y la miró a los verdes ojos.

-Gracias -repuso Poche-. Oye, siento lo de anoche. Todo esto es muy raro y supongo que aún estoy intentando hacerme a la idea.

Sonaba insegura, pero aun así Calle creyó notar que Poche tenía algo en mente.

-Nos va a costar adaptarnos a todas, Poche.

-Mamá, besito a Oche, que se va -ordenó Skye desde la silla. Calle abrió los ojos como platos y notó que le subían los colores. Con una risita nerviosa, se apartó de Poche y se sentó con su hija.

-Acábate el desayuno.

-Ya toy, mamá.

Calle vio que, en efecto, el plato de Skye estaba vacío, pero no fue capaz de mirar a Poche. Eso sí, la oyó reírse al salir.

-Adiós, señoritas -se despidió por encima del hombro-. Hasta dentro de unos días. No le prendáis fuego a la casa.

Cuando escuchó que se cerraba la puerta, Calle hundió el rostro entre las temblorosas manos.



Sentada en el estudio con los cascos puestos, Poche escuchaba la grabación. Meneó la cabeza, airada.

-¡No, no, no! -rugió, y se quitó los cascos-. Kim, ven aquí, porfi… por favor.

Kim entró en el estudio, se pasó la mano por el rubio cabello y habló en tono paciente.

-¿El segundo estribillo, verdad?

-Sí, es demasiado rápido y los bronces están muy altos. ¿Podemos volver a traerlos para grabar otra vez?

-Claro, está previsto que vengan mañana por la mañana y los tendrás todo el día. Pero los productores quieren el trabajo para ayer -la advirtió.

-Lo sé.

Echó un vistazo a su reloj de pulsera: eran las cuatro y media y Skye ya debía de haberse levantado de la siesta. De repente deseaba estar allí y llevar al pequeño hobbit a nadar. Se le escapó una sonrisa y Kim la miró con desconfianza.

-¿Estás bien? Normalmente, cuando el director la jode tanto con la orquesta te pones echa una furia -observó.

-Es que me ha venido algo agradable a la cabeza.

-¿Ah, sí?

Poche arqueó la ceja al detectar la incredulidad en el tono de Kim. Su amigo estaba apoyado en el escritorio, con los brazos cruzados.

-¿Y qué es lo que te ha venido a la cabeza?

Al recordar los hermosos ojos de Daniela Calle, se le aceleró el pulso un momento.

-¿En qué estás pensando? Te has sonrojado -la informó Kim-. Como no me lo digas…

-Nos vemos mañana.

-¿Has quedado con algún bombón?

Poche se despidió con un gesto de la mano.

-Buenas noches, Kim -le dijo.

Y cerró la puerta de un portazo.
....

-Dios, te he echado de menos -ronroneó Laura en cuanto puso un pie en el apartamento de Poche. Le rodeó el cuello con los brazos y la besó apasionadamente-. Mmm, qué bien sabes – murmuró contra sus labios.

-Es la pasta de dientes -contestó Poche, cuyos verdes ojos relampagueaban, divertidos-. Adelante.

Poche se apartó para dejarla entrar, pero Laura la atrajo de vuelta y empezó a desabrocharle la camisa. Con las cejas levantadas, Poche le permitió desnudarla.

-O podemos follar en el recibidor.

Al final lograron llegar al dormitorio, dejando un reguero de prendas de ropa desde la entrada principal, y cayeron desnudas sobre la cama. Realmente, Laura había añorado a Poche y le comió el cuello a besos en cuanto se le puso encima.

-Tendré que subir al norte más a menudo -jadeó Poche cuando Laura se acomodó entre sus piernas.

La chelista agachó la cabeza y le besó el pecho, le hizo cosquillas en el ardiente pezón con la lengua y se lo lamió. Luego se lo metió entero en la boca y lo chupó con fricción mientras le acariciaba el torso con la mano libre. No hubo necesidad de palabras y, definitivamente, Laura se afanó a recuperar el tiempo perdido.



Mucho más tarde, cuando las dos mujeres tomaban champán en la cama, Laura comentó:

-Deberías quedarte en Chicago. Aquí hay muchas más cosas que hacer. En tus bosques hay muchos… árboles -hizo gestos con las manos. Poche la contemplaba, tumbada sobre el costado-. O podrías invitarme a subir más a menudo.

-Me gustan los árboles y me gusta la soledad -murmuró Poche, dando un sorbo de champán. Antes de tragar, le comió el pecho a Laura y lamió sensualmente las burbujitas de la bebida-. Esta es la única manera de beber champán.

Una vez más, sonó el teléfono.

-¿No pasó lo mismo la última vez? -refunfuñó Poche. Laura iba a coger el teléfono, pero Poche la advirtió: -Ni se te ocurra.

-A lo mejor es Jeffrey -arguyó Laura, que llegó al teléfono antes que Poche. -¿Sí? -A Laura se le escapó un suspiro cuando Poche le mordisqueó el hombro-. Sí, está aquí. ¿De parte de quién? – Laura se puso rígida y fulminó a Poche con la mirada-. Es Daniela Calle.

Laura le dedicó una sonrisa molesta y le tiró el teléfono.

Poche lo atrapó como si fuera una patata caliente y le regaló a Laura una mirada furiosa.

-¿Calle? ¿Va todo bien? ¿Está bien la pitufa?

-Sí… todo bien. Sé que interrumpo, pero solo son las seis y no creí que… bueno, me pareció que podía llamar…

-No pasa nada, ¿qué sucede? -preguntó Poche.

Por el rabillo del ojo vio a Laura apurando una copa de champán.

-Me siento muy estúpida. Está lloviendo y se ha ido la luz. He llamado a Marge, pero no contesta.

-Mierda, lo siento. Mira en la cocina: está la caja de fusibles.

Hubo silencio un momento y luego Calle informó.

-Vale, la tengo.

-Dale al diferencial. -Esperó un segundo-. ¿Ha funcionado?

-No, le he dado y no ha pasado nada.

-Vale, no es algo inusual. Debe de estar lloviendo mucho.

-A cántaros.

Poche se sentó en el borde de la cama. Notaba que Calle estaba asustada.

-Vale, voy para allá.

-No, no lo hagas. Dios, parezco idiota llamándote -interpuso Calle enseguida-. Espera.

-¿Calle?

No le respondió y Poche se levantó de un salto y empezó a pasearse desnuda al lado de la cama.

-Calle, joder.

Se le ocurría todo tipo de situaciones horribles que podían estar pasando, sobre todo cuando escuchó llorar a Skye a lo lejos.

-Sabía que no debía dejarlas -se dijo, con el corazón desbocado.

-¿Poche? -habló Calle de nuevo, a través de las interferencias de la línea.

-¿Qué pasa, cariño?

-No pasa nada, ha venido Marge. Es que no sé dónde están las cosas. Estamos bien, por favor tú vuelve con… -No terminó la frase, pero Poche se ruborizó igual-. Estamos bien. Siento mucho haberte molestado.

-Llámame, me da igual a qué hora -le ordenó Poche con firmeza-. ¿Entendido?

-Sí, sí. Lo haré. Gracias, Poche, adiós. Ah, espera. Skye quiere hablar contigo, ¿te parece bien?

-Claro que si, pásamela -contestó Poche, con una gran sonrisa.

Miró a Laura, que levantó su copa de champán antes de darle la espalda.

-Oche, no hay lus. Skye miedo -susurró la pequeña-. Mamá miedo. Mamá dice joer.

Poche soltó una sonora carcajada.

-No tengas miedo, pitufa. Volverá la luz cuando deje de llover. Cuida a mamá, ¿vale?

-Si. Ven a casa -le rogó-. Pofiii.

-Lo… lo haré. ¿Vas a portarte bien por mí?

-Vale.

-Pásame a mamá, cielo -le dijo Poche.

Quería decirle «te quiero». ¿Por qué no lo había hecho? ¿Y por qué iba a hacerlo? ¿Qué derecho tenía a…?

-Poche, de verdad, lo siento mucho -habló Calle, en tono apenado.

-No te preocupes, no pasa nada.

Se produjo un silencio momentáneo y a Poche se le secó la garganta. Tragó saliva, pero no dijo nada.

-Skye te echa de menos.

Poche percibió la ternura en la voz de Calle y se le disparó el corazón.

-Eso es porque quiere su regalo.

Las dos se rieron y la tensión se desvaneció.

-Conoces muy bien a mi hija, Garzón -afirmó Calle, entre risas-. Bueno, te dejo. Nos vemos dentro de unos días, ¿verdad?

-Sí, volveré pronto. Adiós, Calle.

Poche colgó el teléfono y se lo quedó mirando unos instantes antes de volverse hacia Laura, que sostenía la botella de champán vacía.

-Laura, pequeña, deja eso -le ordenó Poche lentamente.

-Debería protestar -suspiró ella cuando Poche entró a gatas en la cama y le quitó la botella de la mano.

-No se acepta, letrada -le aseguró Poche, mordisqueándole el torso en toda su longitud.

Laura se abrió de piernas y Poche se acomodó entre ellas, le besó los suaves y oscuros rizos y le arrancó un profundo gruñido de placer. Entonces le besó la cara interna del muslo y saboreó los jadeos de Laura con cada mordisquito que le daba. La chelista se aferraba al cabezal con todas sus fuerzas y susurraba palabras de aliento a su amante, que se inclinó, le separó los pliegues húmedos con la lengua y la lamió de arriba abajo. De improviso le vino el rostro de Daniela Calle a la cabeza y se quedó quieta a medio comer. Pestañeó unas cuantas veces y sacudió la cabeza. Laura dejó escapar un quejido.

-No pares.

Poche intentó recuperar la concentración desesperadamente. Al final fue Laura la que reaccionó, se apartó de golpe, y Poche solo pudo levantar la vista, perpleja.

-Se acabó. Te conozco, María José -dijo en voz calma, mientras recogía su ropa. Poche seguía estupefacta y se limitó a sentarse y contemplarla. -¿Por qué no te vuelves al bosque y haces lo que tengas que hacer? La seduces, te acuestas con ella, lo que quieras, pero te la sacas de la cabeza -continuó, cada vez más enfadada-. Tú y yo no tenemos compromisos y es como a mí me gusta, en serio, pero eso sí… -empezó a vestirse-, al menos me gusta pensar que, cuando me follas, es en mí en quién piensas.

Poche abrió los ojos como platos.

-Espera, no es eso. Quiero decir que sí, que me vino su cara a la cabeza, pero, Laura, está embarazada.

-¿Qué? -rugió esta, y la miró asqueada-. ¿Fantaseas con una mujer embarazada?

Poche puso los ojos en blanco ante el tono horrorizado de Laura.

-No se trata de eso. Tiene una niña pequeña.

-¿Qué? -volvió a escandalizarse Laura, llevándose las manos a la cabeza-. ¿Está embarazada y tiene una hija? ¿Estás loca?

Ahora era Poche la que empezaba a cabrearse.

-No -le dijo, batallando por recobrar algo de credibilidad-. No estoy loca. No es lo que piensas. Es muy atractiva pero a… a mí no me atrae.

Laura puso los ojos en blanco y se abrochó la blusa.

-Garzón, no me tomes por imbécil. Si te la quieres follar…

-No hables así de ella.

Laura enarcó una ceja.

-Acabas de confirmar mis sospechas -rio, y se puso los zapatos-. Esto te lo tienes que pensar mejor, Poche. No es un rollo típico de los que te van a ti. Se volvió una última vez antes de marcharse. -Embarazada y con una hija. ¿Es lesbiana?

Poche asintió, aún tratando de organizar sus pensamientos. Laura la estaba bombardeando con demasiadas verdades a la vez. -Bueno, eso ya es un punto a tu favor -opinó Laura.

Al reparar en la cara de confusión de Poche, añadió:

-Nunca te había visto ni confundida ni desconcertada. Pareces… -se interrumpió, y adoptó una expresión pensativa-. Vulnerable -lo dijo como si fuera una palabra vulgar-. Nos vemos mañana en el ensayo. Y esta vez no me grites. Solo porque seamos amantes no quiere decir que tengas que meterte con mi interpretación.

Poche le devolvió una mirada serena.

-Solo porque duermas con la compositora no significa que puedas tocar el chelo de la mierda -espetó, completamente seria, con la mirada retadora clavada en la airada chelista.

-La has llamado «cariño» -soltó Laura.

Poche hizo una mueca de dolor y Laura salió de la casa hecha una furia, dando un portazo. La compositora se quedó sentada en la cama, con la mirada perdida.

-Vale, hace tres días no tenía ninguna preocupación, follaba de maravilla con una mujer preciosa y mi vida era solo mía. Ahora estoy aquí sola, sentada en cueros y tengo a una mujer embarazada y a su hija en mi cabaña -se dijo. Meneó la cabeza-. Necesito una copa.

Cogió la botella de champán… pero estaba vacía, así que se dejó caer sobre la cama de nuevo y se quedó mirando al techo.

-¿La he llamado «cariño»?

Heavenly Winds [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora