Capitulo 13

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Maratón 1/?

-Tenéis que venir a verme a Chicago -les dijo Mercedes, cuando la acompañaban al coche.

-Me encantaría, Mercedes. Muchas gracias -repuso Calle, con lágrimas en los ojos. Le dio un abrazo a la anciana y la besó en la mejilla.

-Y cuídame a esta cabeza hueca, ¿quieres? -añadió Mercedes, señalando a Poche.

Su nieta puso los ojos en blanco y Calle se rio y se enjugó los ojos.

Skye hizo un puchero y estiró los brazos hacia Mercedes.

-Adiós, princesita mía.

-Ayós, abuela -contestó Skye-. ¿Velves?

Mercedes le dio una palmadita en la barbilla.

-Por supuesto que sí mi niña.

Entonces atrajo a Poche contra su pecho y esta la abrazó con fuerza.

-Venga, abuela, si te veré cuando vuelva a Chicago…

-Trae a las chicas -le ordenó, y le dio una cachetadita en la mejilla-. Pórtate bien hasta entonces.

Poche cogió a Skye en brazos y despidió a su abuela con la mano, mientras el enorme coche maniobraba en el camino de entrada.

-¡No mates a nadie! -le gritó Poche.

Calle le dio un palmetazo en el hombro y le cogió a Skye.

-Será mejor que nosotras también vayamos saliendo. Tengo cita con el médico dentro de una hora -miró a Poche a los ojos-. Gracias por llevarme y por quedarte con Skye.

-Nos lo pasaremos bien -aseguró Poche.

Tras esperar pacientemente a que Calle se preparara, recorrieron el corto trayecto en coche hasta la clínica y Poche aparcó justo delante de la consulta del médico.

-Skye, pórtate bien con Poche -advirtió Calle a su hija, dándole un beso en la castaña cabecita. Entonces se dirigió a la otra mujer-: Poche, pórtate bien con Skye -añadió con una risilla.

-Qué graciosa -replicó Poche.

No pudo evitar sonreír cuando a Calle le chispearon los ojos cafés y le costó Dios y ayuda apartar la mirada, hasta que notó que le tiraban de los pantalones cortos.

-Vamos, Oche -protestó Skye, tirando con más fuerza.

Calle se rio.

-Será mejor que se marchen. Supongo que no tardaré más de media hora o así.

-Te esperaremos aquí -le dijo Poche.

-Vayan con cuidado -pidió Calle, sin poder ocultar la preocupación.

-¿Qué crees que pase? -le preguntó Poche, dejándose arrastrar por Skye calle abajo.
..

Calle esperó sentada en la consulta mientras el viejo médico rellenaba su historial.

-Parece que todo va bien, aunque debería haber ganado un poco más de peso. ¿Cómo va todo lo demás? Su marido…

-No estoy casada, doctor -respondió Calle.

El anciano consultó el historial de nuevo.

-Ya veo. Disculpe por hacer suposiciones, en estos tiempos, ya no se sabe. Bueno, lo está haciendo todo muy bien, siga así. ¿Su…? -volvió a dudar, y se puso colorado delante de Calle-. ¿Vive usted sola?

Fue el turno de sonrojarse de Calle.

-No… Por el momento vivo con una amiga. A lo mejor la conoce, se llama María José Garzón.

El doctor levantó una ceja, así que a Calle no le quedó ninguna duda de que el doctor Vera conocía a Poche.

-Me está ayudando muchísimo -prosiguió

Calle. Sonrió al evocar la cena quemada de la víspera y lo mucho que la ayudaba con Skye-. Más de lo que cree -completó en tono ausente.

Recordó la noche que habían pasado las tres juntas en la cama y Calle había leído para ellas. También se acordó de cómo la había mirado Poche. Era como si aquellos ojos verdes la atravesaran. O puede que eso fuera lo que ella deseaba. Dejó escapar un hondo suspiro de satisfacción y entonces se dio cuenta de que el doctor Vera la estaba mirando. Este sonrió y ella carraspeó.

-Conozco a María José. Si es capaz de hacerla sentir así de feliz y contenta, espero que se quede con ella hasta que nazca el bebé -le dijo, dándole una palmadita en la mano-. Como le he dicho, siga así de bien y…

-Doctor… tenemos a una mujer -los interrumpió la enfermera, asomando la cabeza en el consultorio-, con una niña pequeña…

Calle se levantó de un salto.

-¿Una niña castaña? ¿Y la mujer es de estatura baja y con el pelo oscuro? -preguntó con nerviosismo.

La enfermera asintió y tanto Calle como el médico la siguieron a toda prisa a la sala de exploración contigua. Poche estaba tumbada en la camilla con una bolsa de hielo en la rodilla y el codo en carne viva. Skye, de pie encima de una silla, le cogía la mano. Al ver a su madre le dedicó una sonrisa de oreja a oreja.

-¡Mamá! Oche caío otavés.

Calle corrió junto a su hija.

-¿Qué ha pasado? -inquirió, al tiempo que comprobaba que Skye no se había hecho daño.

La niña tenía la cara roja de agitación; Poche iba a levantarse, pero el doctor Vera le puso una mano en el hombro.

-Espere, deje que se lo mire.

Le quitó el hielo de la pierna, le examinó la herida de la rodilla y se dispuso a curársela con la ayuda de la enfermera.

-¿Con qué se ha dado? -preguntó, mientras le palpaba la articulación.

-Bueno… -empezó a decir Poche, con una mueca.

La preocupación era evidente en los ojos de Calle, y la vergüenza era más que evidente en la expresión de María José.

El doctor salió de en medio y dejó que la enfermera le limpiara la rodilla y el codo, mientras la minicastañita ofrecía una explicación muy madura para su edad, que a punto estuvo de hacer que le saltara la risa. -Oche caío del culumpio.

Calle se frotó la cara con expresión de cansancio.

-¿Qué se ha caído de un columpio? -miró a Poche, que asintió y miró al techo-. ¿Cómo has podido caerte?

-Pues es más fácil de lo que creía -rezongó Poche.

Calle soltó una carcajada y Skye la imitó.

-Cuéntame.

-¿Podemos hablar de esto en casa? -suplicó Poche, mirando por el rabillo del ojo al médico y a la enfermera, ambos con amplias sonrisas en la cara.

-Ah, no. Yo quiero oírlo -afirmó el médico, que acercó una silla y se sentó a la mesa a escribir-. Está bien, no hay nada roto. Solo unos arañazos y el ego herido. Por favor, siga hablando.

Poche tomó aire con resignación y volvió a pegar los ojos al techo. Calle rodeaba los hombros de su hija con el brazo y con la mano libre le acariciaba el brazo a Poche.

-Estábamos en los columpios -explicó Poche, mirando a Calle-. La pitufa estaba en uno de esos para niños, era seguro -se apresuró a añadir.

-Lo sé -sonrió Calle.

-Bueno, pues tu hija quería que me columpiara más alto.

-¡Oche llega muy alto, mamá! -apuntó Skye, entusiasmada.

-Me lo imagino, pastelito.

-Se me quedó el pie trabado en el suelo y prácticamente salí volando del columpio.

-Oche vuela como pajarito, mamá -exclamó Skye.

-¿Podemos irnos ya?

-Aún no. Me gustaría que el doctor te hiciera una radiografía de la cabeza -dijo Calle.

-¿Por qué? Si no me he dado en… -Poche se interrumpió y fulminó a Calle con la mirada-. Muy graciosa.

El doctor Vera se levantó, riendo.

-Está bien. No entre en los parques infantiles durante unos días. Señora Calle, ¿por qué no sale con la pequeña y le pide una piruleta a mi enfermera? Quiero hablar con la mayor un segundo.

Calle puso cara de preocupación, pero se dejó conducir fuera de la habitación. Luego el doctor se volvió hacia Poche y esta se sentó derecha y flexionó la rodilla.

-No me diga que es más grave de lo que pensaba -aventuró ella con una sonrisa.

No obstante, la expresión seria del doctor la serenó de inmediato.

-He tenido una agradable conversación con Calle y dice que se quedará con usted hasta que nazca el bebé -le comunicó. Poche asintió-. No estoy seguro de la experiencia que tiene con mujeres embarazadas, Poche. ¿Puedo llamarla Poche? -preguntó educadamente. Poche asintió de nuevo-. Es posible que sufra cambios de humor durante el embarazo -comentó, al tiempo que cogía unos panfletos del escritorio-. Le sugiero que lea esto. Puede que le ayude a entender mejor la psicología de una mujer embarazada. También hay un libro muy bueno en la biblioteca.

Le preparó unas recetas y se las entregó. Poche ojeó los panfletos.

-Eso… si quiere entenderlo mejor -añadió él, observándola detenidamente.

-Sí, doctor, quiero entenderla mejor. Quiero ayudarla con el embarazo. Calle y Skye… bueno… yo… yo he llegado a… No sé qué le habrá contado ella -balbució, sin poder evitarlo.

-Me ha contado lo suficiente para que me haga cargo de su situación. No estoy seguro de por qué la está ayudando, Poche, pero espero que esté dispuesta a llegar hasta el final, porque ella la necesitará. La necesita ya ahora.

Ante sus ojos, fue como si Poche comprendiera de repente la magnitud de sus palabras, y su reacción fue meterse los panfletos en el bolsillo trasero, respirar hondo y asentir con total confianza.

-Gracias, doctor Vera. La cuidaré a ella y a Skye. No estoy segura de si sé bien lo que estoy haciendo.

El médico le dio una palmada en la espalda al acompañarla a la puerta.

-Todo irá bien. Tener un hijo es algo tan natural como caerse de un columpio -comentó, y le dio un empujoncito al salir.

Heavenly Winds [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora