Maratón 1/?
-Tenéis que venir a verme a Chicago -les dijo Mercedes, cuando la acompañaban al coche.
-Me encantaría, Mercedes. Muchas gracias -repuso Calle, con lágrimas en los ojos. Le dio un abrazo a la anciana y la besó en la mejilla.
-Y cuídame a esta cabeza hueca, ¿quieres? -añadió Mercedes, señalando a Poche.
Su nieta puso los ojos en blanco y Calle se rio y se enjugó los ojos.
Skye hizo un puchero y estiró los brazos hacia Mercedes.
-Adiós, princesita mía.
-Ayós, abuela -contestó Skye-. ¿Velves?
Mercedes le dio una palmadita en la barbilla.
-Por supuesto que sí mi niña.
Entonces atrajo a Poche contra su pecho y esta la abrazó con fuerza.
-Venga, abuela, si te veré cuando vuelva a Chicago…
-Trae a las chicas -le ordenó, y le dio una cachetadita en la mejilla-. Pórtate bien hasta entonces.
Poche cogió a Skye en brazos y despidió a su abuela con la mano, mientras el enorme coche maniobraba en el camino de entrada.
-¡No mates a nadie! -le gritó Poche.
Calle le dio un palmetazo en el hombro y le cogió a Skye.
-Será mejor que nosotras también vayamos saliendo. Tengo cita con el médico dentro de una hora -miró a Poche a los ojos-. Gracias por llevarme y por quedarte con Skye.
-Nos lo pasaremos bien -aseguró Poche.
Tras esperar pacientemente a que Calle se preparara, recorrieron el corto trayecto en coche hasta la clínica y Poche aparcó justo delante de la consulta del médico.
-Skye, pórtate bien con Poche -advirtió Calle a su hija, dándole un beso en la castaña cabecita. Entonces se dirigió a la otra mujer-: Poche, pórtate bien con Skye -añadió con una risilla.
-Qué graciosa -replicó Poche.
No pudo evitar sonreír cuando a Calle le chispearon los ojos cafés y le costó Dios y ayuda apartar la mirada, hasta que notó que le tiraban de los pantalones cortos.
-Vamos, Oche -protestó Skye, tirando con más fuerza.
Calle se rio.
-Será mejor que se marchen. Supongo que no tardaré más de media hora o así.
-Te esperaremos aquí -le dijo Poche.
-Vayan con cuidado -pidió Calle, sin poder ocultar la preocupación.
-¿Qué crees que pase? -le preguntó Poche, dejándose arrastrar por Skye calle abajo.
..
Calle esperó sentada en la consulta mientras el viejo médico rellenaba su historial.
-Parece que todo va bien, aunque debería haber ganado un poco más de peso. ¿Cómo va todo lo demás? Su marido…
-No estoy casada, doctor -respondió Calle.
El anciano consultó el historial de nuevo.
-Ya veo. Disculpe por hacer suposiciones, en estos tiempos, ya no se sabe. Bueno, lo está haciendo todo muy bien, siga así. ¿Su…? -volvió a dudar, y se puso colorado delante de Calle-. ¿Vive usted sola?
Fue el turno de sonrojarse de Calle.
-No… Por el momento vivo con una amiga. A lo mejor la conoce, se llama María José Garzón.
El doctor levantó una ceja, así que a Calle no le quedó ninguna duda de que el doctor Vera conocía a Poche.
-Me está ayudando muchísimo -prosiguió
Calle. Sonrió al evocar la cena quemada de la víspera y lo mucho que la ayudaba con Skye-. Más de lo que cree -completó en tono ausente.
Recordó la noche que habían pasado las tres juntas en la cama y Calle había leído para ellas. También se acordó de cómo la había mirado Poche. Era como si aquellos ojos verdes la atravesaran. O puede que eso fuera lo que ella deseaba. Dejó escapar un hondo suspiro de satisfacción y entonces se dio cuenta de que el doctor Vera la estaba mirando. Este sonrió y ella carraspeó.
-Conozco a María José. Si es capaz de hacerla sentir así de feliz y contenta, espero que se quede con ella hasta que nazca el bebé -le dijo, dándole una palmadita en la mano-. Como le he dicho, siga así de bien y…
-Doctor… tenemos a una mujer -los interrumpió la enfermera, asomando la cabeza en el consultorio-, con una niña pequeña…
Calle se levantó de un salto.
-¿Una niña castaña? ¿Y la mujer es de estatura baja y con el pelo oscuro? -preguntó con nerviosismo.
La enfermera asintió y tanto Calle como el médico la siguieron a toda prisa a la sala de exploración contigua. Poche estaba tumbada en la camilla con una bolsa de hielo en la rodilla y el codo en carne viva. Skye, de pie encima de una silla, le cogía la mano. Al ver a su madre le dedicó una sonrisa de oreja a oreja.
-¡Mamá! Oche caío otavés.
Calle corrió junto a su hija.
-¿Qué ha pasado? -inquirió, al tiempo que comprobaba que Skye no se había hecho daño.
La niña tenía la cara roja de agitación; Poche iba a levantarse, pero el doctor Vera le puso una mano en el hombro.
-Espere, deje que se lo mire.
Le quitó el hielo de la pierna, le examinó la herida de la rodilla y se dispuso a curársela con la ayuda de la enfermera.
-¿Con qué se ha dado? -preguntó, mientras le palpaba la articulación.
-Bueno… -empezó a decir Poche, con una mueca.
La preocupación era evidente en los ojos de Calle, y la vergüenza era más que evidente en la expresión de María José.
El doctor salió de en medio y dejó que la enfermera le limpiara la rodilla y el codo, mientras la minicastañita ofrecía una explicación muy madura para su edad, que a punto estuvo de hacer que le saltara la risa. -Oche caío del culumpio.
Calle se frotó la cara con expresión de cansancio.
-¿Qué se ha caído de un columpio? -miró a Poche, que asintió y miró al techo-. ¿Cómo has podido caerte?
-Pues es más fácil de lo que creía -rezongó Poche.
Calle soltó una carcajada y Skye la imitó.
-Cuéntame.
-¿Podemos hablar de esto en casa? -suplicó Poche, mirando por el rabillo del ojo al médico y a la enfermera, ambos con amplias sonrisas en la cara.
-Ah, no. Yo quiero oírlo -afirmó el médico, que acercó una silla y se sentó a la mesa a escribir-. Está bien, no hay nada roto. Solo unos arañazos y el ego herido. Por favor, siga hablando.
Poche tomó aire con resignación y volvió a pegar los ojos al techo. Calle rodeaba los hombros de su hija con el brazo y con la mano libre le acariciaba el brazo a Poche.
-Estábamos en los columpios -explicó Poche, mirando a Calle-. La pitufa estaba en uno de esos para niños, era seguro -se apresuró a añadir.
-Lo sé -sonrió Calle.
-Bueno, pues tu hija quería que me columpiara más alto.
-¡Oche llega muy alto, mamá! -apuntó Skye, entusiasmada.
-Me lo imagino, pastelito.
-Se me quedó el pie trabado en el suelo y prácticamente salí volando del columpio.
-Oche vuela como pajarito, mamá -exclamó Skye.
-¿Podemos irnos ya?
-Aún no. Me gustaría que el doctor te hiciera una radiografía de la cabeza -dijo Calle.
-¿Por qué? Si no me he dado en… -Poche se interrumpió y fulminó a Calle con la mirada-. Muy graciosa.
El doctor Vera se levantó, riendo.
-Está bien. No entre en los parques infantiles durante unos días. Señora Calle, ¿por qué no sale con la pequeña y le pide una piruleta a mi enfermera? Quiero hablar con la mayor un segundo.
Calle puso cara de preocupación, pero se dejó conducir fuera de la habitación. Luego el doctor se volvió hacia Poche y esta se sentó derecha y flexionó la rodilla.
-No me diga que es más grave de lo que pensaba -aventuró ella con una sonrisa.
No obstante, la expresión seria del doctor la serenó de inmediato.
-He tenido una agradable conversación con Calle y dice que se quedará con usted hasta que nazca el bebé -le comunicó. Poche asintió-. No estoy seguro de la experiencia que tiene con mujeres embarazadas, Poche. ¿Puedo llamarla Poche? -preguntó educadamente. Poche asintió de nuevo-. Es posible que sufra cambios de humor durante el embarazo -comentó, al tiempo que cogía unos panfletos del escritorio-. Le sugiero que lea esto. Puede que le ayude a entender mejor la psicología de una mujer embarazada. También hay un libro muy bueno en la biblioteca.
Le preparó unas recetas y se las entregó. Poche ojeó los panfletos.
-Eso… si quiere entenderlo mejor -añadió él, observándola detenidamente.
-Sí, doctor, quiero entenderla mejor. Quiero ayudarla con el embarazo. Calle y Skye… bueno… yo… yo he llegado a… No sé qué le habrá contado ella -balbució, sin poder evitarlo.
-Me ha contado lo suficiente para que me haga cargo de su situación. No estoy seguro de por qué la está ayudando, Poche, pero espero que esté dispuesta a llegar hasta el final, porque ella la necesitará. La necesita ya ahora.
Ante sus ojos, fue como si Poche comprendiera de repente la magnitud de sus palabras, y su reacción fue meterse los panfletos en el bolsillo trasero, respirar hondo y asentir con total confianza.
-Gracias, doctor Vera. La cuidaré a ella y a Skye. No estoy segura de si sé bien lo que estoy haciendo.
El médico le dio una palmada en la espalda al acompañarla a la puerta.
-Todo irá bien. Tener un hijo es algo tan natural como caerse de un columpio -comentó, y le dio un empujoncito al salir.
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Heavenly Winds [Terminada]
Fanfic«Hola, cariño: Las dos sabemos cómo estarán las cosas si estás leyendo esto. Lo siento mucho. Pero, oye, quiero que me hagas un favor. Me voy a poner en contacto con Poche, no te cabrees...» ¿Puede la carta de una ex-amante cambiar toda una vida? Po...