ch. 04

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LA SEÑORA JACKSON
SABE CÓMO
TOREAR

ATRAVESAMOS LA NOCHE A TRAVÉS DE OSCURAS CARRETERAS COMARCALES

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ATRAVESAMOS LA NOCHE A TRAVÉS DE OSCURAS CARRETERAS COMARCALES. El viento azotaba el Cámaro. La lluvia golpeaba el parabrisas. Yo no sabía cómo la señora Jackson podía ver algo, pero siguió pisando el acelerador.

Cada vez que estallaba un relámpago, yo miraba a Grover, sentando en medio de Percy y yo en el asiento trasero, y pensaba que o me había vuelto loca o él llevaba puestos unos pantalones de alfombra de pelo largo. Pero no, tenía aquel olor de las excursiones al zoo de mascotas: olía a lanolina, de la lana; el olor de un animal de granja empapado.

—Así que tú, mi madre, y la señora Metaxás... ¿os conocíais? —se le ocurrió a Percy decir después de un largo silencio.

Los ojos de Grover miraban una y otra vez el retrovisor, aunque no teníamos coches detrás.

—No exactamente —contestó—. Quiero decir que no nos conocíamos en persona, pero ellas sabían que los vigilaba.

—¿Qué nos vigilabas?

—Les seguía la pista. Me aseguraba de que estuvieran bien. Pero no fingía ser su amigo —añadió rápidamente—. Soy su amigo.

—Vale, pero ¿qué eres exactamente?

—Eso no importa ahora.

—¿Qué no importa? Nuestro mejor amigo es un burro de cintura para abajo.

«Y apesta», quería añadir.

Grover saltó un balido gutural.

—¡Cabra! —gritó.

—¿Qué?

—¡Qué de cintura para abajo soy una cabra!

—Pero si acabas de decir que no importa.

—¡Bee-ee-ee! ¡Hay sátiros que te patearían ante tal insulto!

—¡Vaya! —exclamé a su mismo tono, pero al instante retorné a una voz baja—. Sátiros. ¿Quieres decir criaturas imaginarias como las de los mitos que nos explicaba el señor Brunner?

—¿Eran las ancianas del puesto imaginarias, Cíon? ¿Lo era la señora Dodds?

—¡Así que admites que había una señora Dodds! ¡Lo sabía!

—Por supuesto.

—Entonces, ¿por qué...?

—Cuanto menos sepan, menos monstruos atraerán —respondió Grover, como si fuese una obviedad—. Tendimos una niebla sobre los ojos de los humanos. Confiamos en que Percy y tú pensaran que la Benévola era una alucinación. Pero no funcionó porque empezaron a comprender quiénes eran.

Por encima de su cabeza Percy y yo nos miramos, quedándonos más confundidos que verlo con cuartos traseros de animal.

—¿Quién...? Un momento. Explica mejor esa parte.

𝐓𝐇𝐄 𝐋𝐈𝐆𝐇𝐓𝐍𝐈𝐍𝐆 𝐓𝐇𝐈𝐄𝐅 ──── pjDonde viven las historias. Descúbrelo ahora