ch. 13

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ME SUMERGO
A LA
OSCURIDAD

PASAMOS DOS DÍAS VIAJANDO EN EL TREN AMTRAK, A TRAVÉS DE COLINAS, RÍOS Y MARES DE TRIGO ÁMBAS

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PASAMOS DOS DÍAS VIAJANDO EN EL TREN AMTRAK, A TRAVÉS DE COLINAS, RÍOS Y MARES DE TRIGO ÁMBAS. No nos atacaron ni una vez, pero tampoco me relajé. Me daba la sensación de que viajábamos en un escaparate, que nos observaban desde arriba y puede que también desde abajo, que había algo acechando, a la espera de la oportunidad adecuada.

Percy y yo intentamos pasar desapercibidos porque nuestros nombres y nuestras fotos aparecían en varios periódicos de la costa Este. El Trenton Register-News mostraba la fotografía que nos hizo un turista al bajar del autobús Greyhound. Percy tenía la mirada ida y yo estaba con el cuerpo rígido por la respiración acelerada. La espada era un borrón metálico en mis manos. Habría podido ser un bate de beisbol o un palo de lacrosse.

En el pie de foto se leía: «Cíon Metaxás y Percy Jackson, de doce años de edad, buscados para ser interrogados acerca de la desaparición de sus madres hace dos semanas. Aquí se les ve huyendo del autobús en que abordaron a varias ancianas. El autobús explotó en una carretera al este de Nueva Jersey poco después de que Metaxás y Jackson abandonaran el lugar. Según las declaraciones de los testigos, la policía cree que los chicos podrían estar viajando con dos cómplices adolescentes. El padrastro de Jackson, Gabe Ugliano, ha ofrecido una recompensa en metálico por cualquier información que conduzca a sus capturas».

—No se preocupen —nos dijo Annabeth—. Los policías son mortales, no podrán encontrarnos. —Pero no parecía muy segura de sus palabras.

Pasé el resto del día mirando por las ventanillas, tratando de ignorar mi trasero adormecido por estar continuamente sentada y quieta.

Una vez vi una familia de centauros galopar por un campo de trigo, con los arcos tensados, mientras cazaban el almuerzo. El hijo centauro, que sería del tamaño de un niño de segundo curso montado en poni, me vio y saludó con la mano. Miré alrededor en el vagón, pero nadie más los había visto. Todos los adultos estaban absortos en sus ordenadores portátiles o revistas.

En otra ocasión, por la tarde, vi algo enorme moviéndose por un bosque. Habría jurado que era un león, sólo que no hay leones sueltos en América, y aquel bicho era del tamaño de un todoterreno militar. Su melena refulgía dorada a la luz de la tarde. Después saltó entre los árboles y desapareció.

El dinero de la recompensa por devolver al caniche nos había dado sólo para comprar billetes hasta Denver. No nos alcanzaba para literas, así que dormitábamos en nuestros asientos. El cuello se me quedó hecho un cuatro. Intenté no babear, ya que Annabeth se sentaba a mi lado y sabía que haría un escandalo que me lo recordaría hasta llegar al solsticio de verano.

Ojalá pudiera decir lo mismo de Percy, quien no paraba de cabecear contra mi hombro y babearlo mientras murmuraba en sueños.

Grover no paraba de roncar, balar y de despertarnos. Una vez se revolvió en el asiento y se le cayó un pie de pega. Annabeth y yo tuvimos que ponérselo de nuevo antes de que los otros pasajeros se dieran cuenta.

𝐓𝐇𝐄 𝐋𝐈𝐆𝐇𝐓𝐍𝐈𝐍𝐆 𝐓𝐇𝐈𝐄𝐅 ──── pjDonde viven las historias. Descúbrelo ahora