ch. 10

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UN AUTOBÚS
EN PERFECTO ESTADO
ES DESTRUIDO

NO TENÍA MUCHO PARA LLEVAR A UNA MISIÓN, ASÍ QUE SÓLO ECHÉ EL CUERNO DEL MINOTAURO EN LA MOCHILA QUE ANNABETH ME CONSIGUIÓ POR UN POCO DE SUERTE Y, AUNQUE SABÍA QUE NO SERVIÍA DE NADA, ESPERABA QUE DE ALGÚN MODO HICIERA ALGO

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NO TENÍA MUCHO PARA LLEVAR A UNA MISIÓN, ASÍ QUE SÓLO ECHÉ EL CUERNO DEL MINOTAURO EN LA MOCHILA QUE ANNABETH ME CONSIGUIÓ POR UN POCO DE SUERTE Y, AUNQUE SABÍA QUE NO SERVIÍA DE NADA, ESPERABA QUE DE ALGÚN MODO HICIERA ALGO. Prefería llevarlo a dejarlo en la cabaña 11, los hijos de Hermes heredaron las manos cleptómanas de su padre divino.

En la tienda del campamento me prestaron diez dólares y cinco dracmas de oro. Estas monedas, del tamaño de galletas de aperitivo, representaban las imágenes de varios dioses griegos en una cara y el edificio del Empire State en la otra. Los antiguos dracmas que usaban los mortales eran de plata, nos dijo Quirón, pero los Olímpicos sólo utilizaban oro puro. Quirón también dijo que las monedas podrían resultar de utilidad para transacciones no mortales, fueran lo que fuesen. Nos dio a Percy, Annabeth y a mi una cantimplora de néctar a cada uno y una bolsa con cierre hermético llena de trocitos de ambrosía, para ser usada sólo en caso de emergencia, si estábamos gravemente heridos. Era comida de dioses, nos recordó Quirón. Nos sanaría prácticamente de cualquier herida, pero esa letal para los mortales. Un consumo excesivo nos produciría fiebre. Una sobredosis nos consumiría, literalmente.

Percy llevó sólo una muda y un cepillo de dientes en su mochila. Él se tomó muy literal lo de equipaje ligero.

Annabeth trajo su gorra mágica de los Yankees, que al parecer había sido regalo de su madre cuando cumplió doce años. Llevaba un libro de arquitectura clásica escrito en griego antiguo, para leer cuando se aburriera, y un largo cuchillo de bronce, oculto en la manga de la camisa. Me parecía interesante que una hija de Atenea, que ocupaba más su cerebro, lo ocupara en combate.

Cuando lo señalé, me regañó explicándome las ventajas de saber defenderse al mismo tiempo de usar la cabeza. Comprendí que era mejor no llevarle la contraria.

Por su parte, Grover llevaba sus pies falsos y pantalones holgados para pasar por humano. Iba tocado con una gorra verde tipo rasta, porque cuando llovía el pelo rizado se le aplastaba y dejaba ver la punta de los cuernecillos. Su mochila naranja estaba llena de pedazos de metal y manzanas para picotear. En el bolsillo llevaba una flauta de junco que su padre cabra le había hecho, aunque sólo se sabía dos canciones: el Concierto para piano N.° 12 de Mozart y So Yesterday de Hilary Duff, y ninguna de las dos suena demasiado bien con la flauta de Pan.

Percy, Annabeth y él se despidieron de los otros campistas. Cuando intenté mostrarme frente a la cabaña de Hermes los chicos asintieron y evitaron mi mirada, Chris me alzó la mano en señal de despedida, pero la bajó de inmediato. Cuando Quirón dijo que no iba a tomar tiempo de que se dieran cuenta de quién era no blofeaba, parecía que habían cambiado su actitud hacia mi... más que lo que había ocurrido con el perro del infierno.

Echamos un último vistazo a los campos de fresas, el océano y la Casa Grande, y subimos por la colina Mestiza hasta el alto pino que antaño fuera Thalia, la hija de Zeus.

𝐓𝐇𝐄 𝐋𝐈𝐆𝐇𝐓𝐍𝐈𝐍𝐆 𝐓𝐇𝐈𝐄𝐅 ──── pjDonde viven las historias. Descúbrelo ahora