ch. 20

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MI VIEJO Y YO
DAMOS UN PASEO
EN EL MÁS ALLÁ

AHÍ ESTABA YO, VIÉNDOME COMO UNA PULGA, AL LADO DE UN DIOS DE TRES METROS DE ALTURA

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AHÍ ESTABA YO, VIÉNDOME COMO UNA PULGA, AL LADO DE UN DIOS DE TRES METROS DE ALTURA. Los esqueletos habían dejado de apuntarme con las armas y se marcharon hacia las salidas. Habría deseado que las Furias se quedaran también, lo haría menos incómodo, pero Hades les hizo una señal con la mano —un tipo de orden— y aletearon hasta desaparecer.

Sólo estábamos él y yo.

Era difícil soportar la tensión. Me temblaban las manos y sentía que en cualquier momento Desaparición se caería como un vaso en mitad de la fría y silenciosa noche, molestando a todos, y haciéndome quedar como una patética —otra vez— frente al dios.

Quería desaparecer de ahí.

Si en el primer instante no tenía interés en mí, ¿por qué ahora sí? ¿Me hará desaparecer bajo su traje de espíritus en pena? Detestaba la situación... ¿Cómo lo había llamado Annabeth? El Silencioso, otro nombre que se le da a Hades. No me extraña ahora; no ha emitido ningún sonido que me diga que está contento o furioso —emocionado o asqueado— de verme.

—Alcíone —dijo Hades, entonces—. Mírame.

Lo hice, y fue difícil. Era como mirar la oscuridad: no infundían más que miedo de lo que hay en ella. Eso no era reconfortante; no había señales de aprobación, nada que pudiera animarme.

Tuve la impresión de que Hades no me estaba viendo a mí. Que se estaba haciendo ideas en su cabeza para tener una idea de cómo continuar la situación. No lo culpaba. Mientras alzaba las cejas y los espíritus de su túnica se agitaban, traté de hacer memoria de todas las veces que había interactuado con adultos y haber creado una buena relación. Sólo obtuve un resultado, y era un centauro.

Fue un segundo en que sentí que éramos iguales.

—Hay que hablar de tus... fallas.

Alcé una ceja, sin comprender a lo que se refería. ¿Cómo qué mis «fallas»?

—¿Señor?

Dio vueltas su muñeca, dejando la palma hacia arriba y brilló en fuego. Al suelo cayó una larga alfombra que a los bordes se notaba los restos de quemaduras. Por poco y quedo aplastada debajo. Dejó de extenderse cuando golpeó la pared de mármol del fondo, detrás de mí, y Hades recitó:

—Primero, dejarse influenciar por ese grupo de diosecillos. —Hizo un gesto desaprobatorio—. ¿Cómo un hijo mío pudo ser tan...?

—¡Un momento, padre...!

«¡Yo sí creía en tu inocencia!» —tenía intención de decir, pero él continuó sin hacerme caso.

—Segundo, ¿cómo osas amistarte con el hijo de Poseidón? De verdad, qué cosa más...

—Percy no tiene nada de malo, es muy bueno. ¡Es mi mejor amigo!

Pero hizo caso omiso a mis palabras y continuó leyendo:

𝐓𝐇𝐄 𝐋𝐈𝐆𝐇𝐓𝐍𝐈𝐍𝐆 𝐓𝐇𝐈𝐄𝐅 ──── pjDonde viven las historias. Descúbrelo ahora