𝑐ℎ𝑎𝑝𝑡𝑒𝑟 𝑡ℎ𝑟𝑒𝑒

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𝐵𝑟𝑖𝑑𝑔𝑒𝑟𝑡𝑜𝑛 𝐻𝑜𝑢𝑠𝑒


—Cielo santo, ¡es tan repulsivo!

—Esa no es la palabra que yo escogería, precisamente —dijo Eloise entre risotadas, rodando por la cama de Diana mientras la susodicha terminaba de guardar sus pinceles.

Diana, viendo el rostro de Daphne pasar de la frustración a la exasperación, se giró hacia la castaña y le dio una mirada de advertencia.

—Eloise...

—¿Qué? —respondió la aludida ante la riña de la rubia, mirándola como si lo que acababa de decir fuese lo más evidente del mundo— Tú piensas lo mismo que yo. ¡Todos lo hacemos! Con esas... manos sudadas y —

"Estamos destinados a estar juntos" —citó Hyacinth tras la falsa arcada de la morena, quien tampoco pudo evitar la risa al recordar las palabras que Lord Berbrooke—. Cada vez que viene acaba con todas las galletas. Aún no entiendo cómo tiene tal habilidad de engullir todo lo que se le ofrezca.

Daphne gruñó por lo bajo y se recostó en la cama, tapándose los ojos con ambas manos. Las expectativas  que la pelirroja había estando creando en su cabeza acerca de su temporada como debutante, prácticamente desde que tuvo uso de razón, habían caído en picado tan rápido como lo habían hecho sus ganas de que empezara un nuevo día. Lord Berbrooke se había convertido en su único y más fiel pretendiente, desde que las insistentes acciones de Anthony habían desterrado toda oportunidad de que cualquier caballero de Londres se planteara el cortejar a sus hermanas. Diana, por su parte, agradecía recibir poca atención, especialmente cuando esta provenía del joven, apuesto y agradable Conde de Beverly; Daphne, sin embargo, se vio obligada a aguantar el insoportable y repelente comportamiento de Lord Berbrooke todos los días de la primera semana de recepción. 

—No lo soporto más —dijo Daphne—. ¡Y todo es culpa de Anthony! No puedo creer que tenga que verme obligada a recibir a ese hombre todas las mañanas porque a nuestro querido hermano no le parezcan apropiados el resto de caballeros de Londres.

—Anthony lo hace por nuestro bien, lo sabes —respondió Diana antes de caminar hacia su melliza—. Además, él no permitirá que te cases con Berbrooke. Lo último que querría es que fueses infeliz. 

—Lo dices porque el Conde es el pretendiente perfecto y cuentas con la aprobación de nuestro hermano. Pero ¿qué hay de mí? ¿Debo conformarme con Lord Berbrooke por un mero capricho suyo? ¿Reducir el momento más importante de mi vida, por el que llevo preparándome desde niña, a su antojo?

Las risas habían cesado en el instante en que Daphne había separado su espalda de la cama y había elevado su voz. Su enfado no era necesariamente dirigido a su hermana, sino más bien hacia su ciega devoción por Anthony. Hyacitnh y Eloise guardaron silencio de inmediato, desviando sus orbes entre las mellizas como meras espectadoras. Ambas sabían que rara vez se producía un conflicto entre ellas, pero cuando era así, lo mejor era no intervenir. 

𝐈𝐟 𝐈 𝐦𝐚𝐲, 𝐌𝐢𝐬𝐬 𝐁𝐫𝐢𝐝𝐠𝐞𝐫𝐭𝐨𝐧 | 𝐫𝐞𝐠𝐞𝐧𝐜𝐲 𝐞𝐫𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora