𝑐ℎ𝑎𝑝𝑡𝑒𝑟 𝑒𝑖𝑔ℎ𝑡

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𝐵𝑟𝑖𝑑𝑔𝑒𝑟𝑡𝑜𝑛 𝐻𝑜𝑢𝑠𝑒


—¿Entonces no hay de qué preocuparse, doctor?

—En absoluto, Lady Bridgerton. Lo único que puedo recomendarle a Miss Bridgerton es una infusión y reposo. Estoy seguro de que la jaqueca terminará por desaparecer pronto.

—Ya estoy mucho mejor —respondió Diana con cansancio—. Gracias, doctor. Tomaré esa infusión y estaré más que lista para la velada de Lady Trowbridge. 

Violet frunció el ceño y Anthony se apresuró a negar con la cabeza, dando un paso para acercarse a la cama donde descansaba su hermana pequeña. 

—Tonterías. La sociedad podrá prescindir de tu presencia un día más, hasta que estés recuperada del todo.

—He estado dos días en cama, Anthony. Si paso otro más me volveré loca. 

El vizconde Bridgerton se quedó mirando a Diana unos segundos, como si estuviera analizándola para comprobar que verdaderamente se encontraba bien. Después desvió la mirada hacia el doctor, pidiendo su aprobación. Cuando este asintió con conformidad, Anthony dejó escapar un suspiro. 

—Daphne estará encantada de saber que nos acompañarás esta tarde, querida —dijo Violet, tomando la mano de su hija mientras esbozaba una cálida sonrisa. 

Diana sonrió de vuelta, estrechando la mano de su madre con cariño. Anthony continuó su conversación con el doctor brevemente y comentó que lo acompañaría a la entrada.

Diana se sentía fatal por mentirles, pero no tenía otra opción si quería librarse de atender los eventos de la temporada durante un par de días. No porque le apeteciera quedarse en la cama llorando, sino porque se sentía profundamente avergonzada. El hecho de tener que mirar a Theodore Spencer a los ojos sin poder gritarle todo lo que deseaba —y en su lugar, plantar una cortés sonrisa— hacía que la ira se propagara por todo su cuerpo. Pero la emoción que reinaba en su sistema, de todas las que sentía a la vez, era la vergüenza.

Diana siempre se había considerado una joven lista. Todos a su alrededor pensaban que su inteligencia era mucho superior a la de las damas de su edad; superior a lo que debería saber una joven de su condición social y de la que se espera que baile, sonría y tenga hijos. Pero todos quienes la conocían admiraban el ingenio y astucia por la que se caracterizaba. Y ahora, sin embargo, se sentía la persona más estúpida de la faz de la tierra.

Él había querido aprovecharse de ella y casi lo había conseguido.

—No tienes buen aspecto, tesoro. ¿Seguro que quieres venir al baile?

Violet sacó a su hija de sus pensamientos, aunque la vizcondesa viuda no estaba segura de que Diana estuviera prestándole atención.

 »Puedo quedarme aquí contigo, si lo deseas. 

𝐈𝐟 𝐈 𝐦𝐚𝐲, 𝐌𝐢𝐬𝐬 𝐁𝐫𝐢𝐝𝐠𝐞𝐫𝐭𝐨𝐧 | 𝐫𝐞𝐠𝐞𝐧𝐜𝐲 𝐞𝐫𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora