𝑐ℎ𝑎𝑝𝑡𝑒𝑟 𝑡ℎ𝑖𝑟𝑡𝑒𝑒𝑛

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𝐷𝑟𝑜𝑚𝑜𝑙𝑎𝑛𝑑 𝐶𝑎𝑠𝑡𝑙𝑒, 𝑊𝑎𝑡𝑒𝑟𝑓𝑜𝑟𝑑 𝐶𝑜𝑢𝑛𝑡𝑦


Diana permaneció muda durante unos segundos mientras analizaba la postura de Benedict. Sus ojos azules conservaban su brillo habitual y sus cejas permanecían alzadas. El rostro habitual de Benedict Bridgerton cuando quería salirse con la suya, o sabía algo que iba a aprovechar para fastidiar a sus hermanos. 

—Los hermanos del duque son unos niños maravillosos —dijo por fin Diana—. Desde luego, ha sido una tarde encantadora. Pero comenzaba a refrescar y lo último que quiero es pillar un resfriado. Ahora, si me disculpas, preferiría que nuestra madre no volviera a regañarnos por llegar tarde. Si ve que somos los últimos en llegar a la recepción, nos mandará de vuelta a Londres en el primer barco que zarpe del puerto. Y no estoy dispuesta a perderme la boda de Abigail. 

—Oh, qué disgusto se llevaría el pobre duque de Brighton...

Diana tragó saliva y señaló a Benedict con un dedo acusador, mirando a derecha e izquierda antes de decir una sola palabra.

—No sé a dónde quieres llegar con esa palabrería y esas miradas tuyas, pero...

—¿Yo? —se señaló a sí mismo, haciéndose el sorprendido— Hermanita. Mi querida Diana... 

—Benedict. Suéltalo. 

Ben suspiró y volvió a cruzarse de brazos. El moreno encogió los hombros e inclinó la cabeza hacia su hermana menor.

—Os vi volviendo del jardín. A Brighton y a ti. No quiero que me malinterpretes. No podrían importarme menos las reglas de esta sociedad, pero a ti deberían importarte. Sé que no te gusta escucharlo, pero sigues siendo mi hermana y no quiero que te suceda lo mismo que le pasó a Daphne. Odiaría ver que toda tu vida se desperdiciara por un error.

Un error. ¿Era eso lo que había sido? ¿Se había equivocado al dejar que sus sentimientos por Peter tomaran el control de sus acciones?

Pero Ben había dicho que los había visto regresar del jardín. No había hecho referencia en ningún momento al encuentro que había compartido ella con el duque. Dudaba que hubiera visto nada, de hecho. Posiblemente, Benedict habría corrido hacia ellos y se habría lanzado sobre el duque por arruinar la reputación e inocencia de su pobre hermana.

—Odio tener que ser yo el que te diga esto porque ni siquiera encuentro la forma de hacerlo apropiadamente, pero... Bueno —continuó, rascándose la nuca con nerviosismo—. Se supone que madre debería prevenirte de este tipo de cosas. O Anthony. Pero dios sabe que Anthony es demasiado terco y...

—Cielos santo, Benedict —le interrumpió Diana—. ¿De qué estás hablando? ¿Qué prevención?

La brusquedad con la que se abrió la puerta de la habitación de su madre sobresaltó a los hermanos Bridgerton. Benedict se llevó una mano al pecho y maldijo por lo bajo, mientras que Diana dejó salir el aire que había estado reteniendo de golpe. Pensaba que su madre era la intervención divina que la salvaría del interrogatorio de Ben.

𝐈𝐟 𝐈 𝐦𝐚𝐲, 𝐌𝐢𝐬𝐬 𝐁𝐫𝐢𝐝𝐠𝐞𝐫𝐭𝐨𝐧 | 𝐫𝐞𝐠𝐞𝐧𝐜𝐲 𝐞𝐫𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora