𝑐ℎ𝑎𝑝𝑡𝑒𝑟 𝑓𝑜𝑢𝑟

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𝐷𝑖𝑛𝑖𝑛𝑔 𝑟𝑜𝑜𝑚, 𝐵𝑟𝑖𝑑𝑔𝑒𝑟𝑡𝑜𝑛 𝐻𝑜𝑢𝑠𝑒


Diana no había probado bocado del estofado que le habían servido en el plato hacía diez minutos. A su derecha, Benedict charlaba animadamente con Colin sobre el viaje del último a Grecia. A su izquierda, sin embargo, reinaba el silencio. Su madre había insistido en que fuera ella la que ocupara el asiento junto al duque de Brighton en lugar del segundo de sus hijos. La pobre vizcondesa viuda, en un intento de emparejar a sus dos hijas con los duques invitados, las había condenado a pasar una cena insufrible.

Mientras el rostro de la joven mostraba con transparencia la incomodidad que sentía, Fitzgerald sonreía con diversión. No solo por la anécdota que estaba contando Anthony de sus días en la universidad de Oxford, sino por la cara de molestia que Diana había portado desde su encuentro en el recibidor. Diana tenía más claro a cada segundo que pasaba que a Brighton le complacía la situación en la que se encontraban.

—Está muy pálida, Miss Bridgerton —habló el duque en voz baja, inclinando la cabeza hacia su derecha para que la conversación quedara entre los dos—. Le recomiendo que pruebe las verduras. Ninguna joven puede encontrar marido con un estómago vacío.

—Soy incapaz de tener apetito cuando me encuentro en mala compañía, excelencia —respondió la rubia con una sonrisa irónica. El duque frunció levemente el ceño, pero eso no le impidió conservar su mueca divertida—. Y le aseguro que, si estuviera dispuesta a buscar esposo, lo haría lo más alejada de usted posible. 

Brighton soltó una risa ahogada, casi imperceptible, antes de acomodarse en su silla. Diana rodó los ojos ante el aparente entretenimiento del duque, harta de sus juegos y de su aire de superioridad. Y tan solo iban por el primer plato.

—A juzgar por sus palabras, cualquiera diría que no disfruta de mi compañía, Miss Bridgerton.

—Eso es porque no lo hago —respondió tajante—. Es usted vanidoso y arrogante, por no decir —

—¿Impresentable? —interrumpió el duque, fingiendo confusión en su tono— Sí, creo que ya dejó claro cuál era su parecer en el baile de los Danbury. 


Ajena a la conversación, Violet intentaba enterarse de la íntima charla que tenía lugar entre Diana y Peter Fitzgerald. Su hija parecía haber pasado por alto el "pequeño detalle" que suponía haber conocido al duque de Brighton hacía unos días, dejando a la vizcondesa desconcertada. No fue hasta que vio el intercambio de miradas que se produjo entre las mellizas en repetidas ocasiones cuando supo que algo se le escapaba.

Al otro lado de la mesa, el primogénito de los Bridgerton no le quitaba ojo a sus hermanas pequeñas. El empeño de su madre por invitar a Lady Danbury y los duques de Hastings y Brighton no se había visto precedido por ningún disimulo, habiendo alegado que simplemente se trataba de una "cena íntima de familias amigas". Anthony, por supuesto, sabía leer más allá de la cálida sonrisa de la vizcondesa viuda. Por no mencionar que la mujer se había pasado los dos últimos días alabando a los duques y mencionando los buenos partidos que serían para sus hijas. 

𝐈𝐟 𝐈 𝐦𝐚𝐲, 𝐌𝐢𝐬𝐬 𝐁𝐫𝐢𝐝𝐠𝐞𝐫𝐭𝐨𝐧 | 𝐫𝐞𝐠𝐞𝐧𝐜𝐲 𝐞𝐫𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora